Con ese nombre se conoce el efecto del resplandor terrestre en la oscura de La Luna, y que se hace especialmente visible para los observadores terrestres poco antes y poco después de la Fase Nueva, cuando la parte iluminada aún es demasiado pequeña para bloquear nuestra visión, y por su parte La Tierra aparece en los cielos selenitas mostrando la práctica totalidad del hemisferio diurno...es algo semejante a las noches de Luna Llena, pero con la diferencia de que nuestro planeta es cuatro veces más grande y refleja de vuelta al espacio casi un 40% de la luz que recibe. En comparación la Luna solo retorna el 12%, aunque a nosotros nos pueda parecer resplandeciente.
Conocido desde los albores de la Humanidad, no sería hasta principios del Siglo XVI cuando el genial Leonardo da Vinci acertó en dar con la explicación correcta al comprender que ambos cuerpos eran iluminados por el Sol y que debía precisamente la luz solar reflejada por nuestro mundo la responsable de este curioso efecto. Hasta ese momento los que sentían curiosidad por el fenómeno habían imaginado todo tipos de respuestas...desde que La Luna brillaba por si misma hasta que la Luz solar literalmente la atravesaba, como si fuera una especie de pantalla semitransparente. La solución, como vemos, era mucho más sencilla.
La luz cenicienta, pero, el diferente al efecto que pueda tener la luz lunar, porqué a diferencia de esta última, La Tierra es dinámica y presenta cambios tanto estacionales como geográficos...por ejemplo, los océanos reflejan solo el 10%, mientras que los continentes lo hacen entre el 10 y el 25% (depende, por ejemplo, si son zonas boscosas o desiertos) y el hielo hasta el 90%. Por otro lado las Nubes pueden reflejar hasta un 50% de todo lo que les llega. Un auténtico "cóctel" cuya media es del 39%, pero como es fácil intuir varía mucho según el momento...así, el efecto "cenicienta" es máximo cuando están iluminadas grandes superficies continentales (especialmente la combinación Asia, África y el Este de Europa) y mínima cuando lo está el Pacífico. Igualmente el paso de las estaciones tiene también su peso.
Esto ofrece posibilidades interesantes y hechos curiosos...así, por ejemplo, algunos astrónomos dedujeron la existencia de una masa continental en la zona donde siglos después se descubriría Australia a partir de los cambios observados en la intensidad de la luz cenicienta , y en la actualidad se observa con la intención de detectar cambios en el clima global de nuestro planeta, especialmente en su cobertura nubosa, cuyo aumento o disminución afectaría al albedo del planeta.
Más allá de sus utilidades científicas, la Luz Cenicienta es un fenómeno curioso y realmente hermoso, todo un ejemplo visual de la estrecha relación entre La Tierra y La Luna, así como del hecho de que ambos son mundos que brillan bajo la luz del mismo Sol.
El hemisferio diurno de La Tierra en el momento en que se tomó la fotografía que encabeza este post.
Dos ejemplos de Luz cenicienta: En la imagen superior La Luna cerca de Venus (que algunos consideraban la fuente de dicha luz), en la inferior sobre el Paranal Observatory, con Venus y Mercurio cerca de ella.
La luz Cenicienta tal como la dibujó Leonardo Da Vinci en su Codex Leicester...aunque muchas de sus ideas sobre ella estaban equivocadas (por ejemplo, que tenía atmósfera y océanos como La Tierra), su idea de la luz terrestre iluminando la cara nocturna de La Luna era esencialmente correcta.
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