domingo, noviembre 29, 2020

Hayabusa 2 a las puertas de casa

Captando la aproximación de esta sonda japonesa a la Tierra.

El próximo 6 de Diciembre asistiremos al final de una odisea extraordinaria, el viaje de ida y vuelta de la Hayabusa 2 después de lograr completar su compleja misión en el asteroide Ryugu y recolectar valiosas muestras de ese cuerpo celeste para su profundo análisis en laboratorios terrestres. Ese día la cápsula que las contiene entrará en la atmósfera terrestre y deberá aterrizar en el desierto australiano para su posterior recuperación.

No es sencillo captar una sonda desde telescopios terrestres, ya que no dejan de ser cuerpos muy pequeños perdidos en la inmensidad del espacio, pero no imposible si se sabe donde mirar. Y eso es precisamente lo que hizo el telescopio japonés Subaru, instalado en Hawai, que aprovechó el tiempo disponible entre dos observaciones astronómicas ya programadas (este tipo de instalaciones suelen tener una agenda muy cargada con peticiones de todo el planeta) para buscar y captar a la Hayabusa 2 este pasado 20 de Noviembre a la sonda en su camino de aproximación a la Tierra

La Hayabusa 2 sigue los pasos de su predecesora, la primera Hayabusa, que tuvo un viaje mucho más accidentado y cuyo regreso a casa fue casi milagroso, fruto del esfuerzo incansable de su equipo en tierra, que no dejé de superar desafíos y obstáculos de todo tipo con un tesón encomiable. Su sucesora, que aprendió de los errores pasados, vivió un viaje mucho más tranquilo, y además tendrá una vida extra, ya que en lugar de incinerarse en la atmósfera, muriendo en forma de brillante meteoro, maniobrará para esquivar nuestro planeta y sobrevivir para afrontar un nuevo destino.

Llega el gran momento del regreso.

Una réplica de la cápsula de muestra de la primera Hayabusa. La que enviará la Hayabusa 2 es aproximadamente del mismo tamaño.

El telescopio Subaru, en la cima de Mauna Kea, en Hawai.

sábado, noviembre 28, 2020

La Luna no puede esperar

China inicia su más ambiciosa misión lunar.

En los años 70 del siglo pasado se llegó a la cima de la exploración lunar, y con ello también el principio de su final. Con las misiones Apolo por un lado y las sondas de superficie soviéticas por otro, los objetivos parecían cumplidos y, pese a ideas de construir basas habitadas  que rondaban por las mentes de algunos, demasiado avanzadas para la tecnología de la época, la cosa terminó ahí. La Humanidad había puesto su pie en la superficie lunar, aunque fuera de forma fugaz, y el camino parecía haber llegado a su final.

Varias décadas después La Luna es de nuevo objeto de deseo, en buena parte por la irrupción de nuevas potencias que están recorriendo ahora el camino que las viejas hicieron en el pasado, lo que a su vez está haciendo reaccionar a estas últimas, que no se quieren ver superadas. Una reacción en cadena que nos lleva a una segunda era dorada de la exploración lunar, y que tiene en China su líder más claro, pero a los anuncios de los EEUU de regresar con vuelos tripulados en 2024. Está por ver si para entonces la potencia asiática no se ha sacado una nueva sorpresa de la chistera.

En esta nueva carrera, y hace unos días, despegaba la Chang´e 5 con el ambicioso objetivo principal de traer muestras de material lunar a la Tierra, emulando las misiones soviéticas del pasado. Hoy ya se encuentra en órbita alrededor de nuestro satélite y estamos a la espera, a falta de fechas oficiales, de que su módulo se separa de la sonda orbital y inicie su descenso hacia la llanura volcánica conocida como Mons Rümker, la zona elegida por los científicos chinos por su juventud geológica, mucho más que aquellas donde soviéticos y norteamericanos recogieron sus muestras, y por tanto con mayor potencial para mostrarnos la evolución de la Luna a lo largo del tiempo.

Una vez alunice se espera que el módulo recoja unos 2 kilogramos de material, que serán encapsuladas y dispuestas en un pequeño módulo situado en a parte superior del módulo de descenso. Entonces llegará el momento más delicado de todos, cuando esté primero despegará por su cuenta y se colocará de nuevo en órbita lunar, donde dos días después deberá reunirse con la sonda orbital para regresar a la Tierra. Poco después, una vez cerca de nuestro planeta, será lanzada hacia la atmósfera, para aterrizar finalmente de forma suave en algún lugar de Mongolia.

De lograrlo China habrá realizado un nuevo salto adelante, aún por detrás de los logros del pasado, pero cada vez cercanos. Es cuestión de tiempo en que los supere y los deje atrás.

La compleja misión lunar Chan-e-5, con el que busca repetir los éxitos soviéticos y afianzar su carrera espacial.

El lugar elegido.
El inicio de una nueva aventura.
China's Chang'e 5 enters lunar orbit for historic attempt to return moon samples

miércoles, noviembre 04, 2020

Bienvenida de nuevo, Voyager 2

Recuperado el contacto.

El pasado Marzo dejamos de poder hablar con ella, no por problemas con la sonda, que continúa activa a pesar de cargar ya con más de 40 años a sus espaldas, sino porque la única antena capaz de comunicarse con ella y enviarle comandos entraba en una compleja fase de mejora para poder seguir actuando de enlaje con un objeto que, recordemos, se encuentra ya mucho más lejos que Neptuno y Plutón y cuenta con una tecnología de los años 70. Al igual que dicha antena, que lleva en activo desde hace medio siglo. Era necesario mejorarla y así se hizo los últimos meses, pese a la actual situación pandémica.

El pasado 29 de Octubre, finalmente, la antena DSS43 de la estación de seguimiento de Camberra, envió de nuevo comandos a la Voyager 2, que llevaba meses sin contacto con la Tierra, y la sonda confirmó su recepción. Con ello se superaba una larga etapa de siete meses en que tuvo que funcionar de forma completamente autónoma, sin recibir señal alguna de nuestro planeta. Un viaje por el silencio que finalmente llegó a su final.

¿Porque depende la Voyager 2 de una sola antena para enlazar con la Tierra, si la Red del Espacio Profundo (DSN) de la NASA cuanta con tres complejos de esta clase? La respuesta es la orientación con la que la sonda se aleja de nosotros, apuntando hacia el sur con respecto al plano orbital del Sistema Solar. Eso implica que las antenas de California y Madrid están demasiado al Norte como para poder verla. Solo la de Camberra está lo suficientemente al Sur para ello, y de todas las diversas antenas, solo la DSS43 tiene la capacidad suficiente para comunicarse con la Voyager. Por tanto, al quedar fuera de servicio "por obras", también se cortó la linía de enlace. Solo podíamos escuchar con antenas más pequeñas, pero no responder.

Obviamente todos se dejó preparado para esta eventualidad, enviándole por adelantado todos los comandos que necesitaría ejecutar durante los meses de incomunicación, pero de haber ocurrido una eventualidad no prevista, como un fallo que la hiciera entrar en modo seguro, nadie había podido afrontar la situación, aparte de escuchar impotentes el posible final. Por tanto no fue un plan sin riesgo, pero era necesario hacerlo y así se hizo. Hemos llamado de nuevo a la Voyager 2 y contestó. Una de las más increíbles aventuras de la exploración espacial sigue adelante.

Operaciones de mejora de la antena de 70 metros de Camberra, la única con la cual podemos seguir comunicándonos con la Voyager 2.

La Voyager 2 se aleja de nosotros navegado hacia el sur de la Bóveda Celeste, por "debajo" del plano orbital. Eso limita a las antenas de Camberra, Australia, aquellas capaces de escucharla y hablar con ella.

La Red de seguimiento del espacio profundo dispone de tres grandes complejos de antenas, pero dos de ellas están en el hemisferio Norte. Solo Camberra está lo suficientemente al Sur para comunicarse con la Voyager 2

domingo, noviembre 01, 2020

Los fantasmas de la noche eterna

Un mundo como la Tierra vagando entre las estrellas.

Cuando pensamos en planetas, asumimos como algo normal que estén en órbita alrededor de una estrella, que forman parte de un sistema estelar más o menos amplio, y ciertamente esa es la realidad en la inmensa mayoría de los casos conocidos. Pero los modelos de formación planetaria también indica que no pocos deben flotar libres en el espacio interestelar, seguramente expulsados de su sistema planetario de origen en el inicio de su existencia por el caos gravitatorio y desplazamientos orbitales que deben ocurrir en esa fase temprana. 

Nuestro Sistema Solar no es una excepción, y se cree que los gigantes exteriores, desde Júpiter hasta Neptuno, no orbitan al Sol en la misma región donde nacieron. Se desplazaron durante su juventud, y quizás provocaron la expulsión de algún planeta ahora perdido, tan lejos que seguimos sin descubrirlo (como el hipotético planeta 9) o directamente lanzado hacia las estrellas. No es una suposición, ya que estos últimos años se han descubierto varios de ellos, todos gigantes. Las tinieblas son un lugar concurrido.

Descubrirlos no es sencillo. No reflejan ninguna luz de su Sol, porque no tienen ninguno, y por tanto pueden ser casi tan gélidos como el espacio que los rodea, a no ser que sea tan grande que aún emita algo de radiación infrarroja acumulada durante su formación. Y por eso mismo técnicas como el tránsito o el movimiento orbital tampoco sirven. Son como fantasmas. La única forma efectiva para encontrarlos es con las llamadas microlentes gravitatorias, en que el paso de un planeta invisible por delante de una estrella vista desde la Tierra, provoca un pico del resplandor de esta última, ya que provoca un "efecto lupa" cósmico.

Y es gracias a ello que ahora hemos encontrado, o al menos es candidato a ello, el planeta errante más pequeño conocido, de la masa de la tierra o puede que incluso inferior, acercándose a la de Marte. Con la denominación técnica de OGLE-2016-BLG-1928 (en referencia al proyecto polaco de observación celeste OGLE), provocó un evento de unos 42 minutos, realmente fugaz a escala cósmica, lo que permitió deducir su pequeño tamaño. Igualmente se descartó que estuviera cerca de cualquier estrella conocida y que formara parte de su sistema planetario. Eso dejó un único escenario plausible, la de un planeta desligado de cualquier sistema y que flota libre en la galaxia.

El descubrimiento resulta interesante porque las actuales teorías sobre la expulsión de planetas de sistemas estelares, especialmente durante sus turbulentos inicios, indica que la mayoría deberían ser de tipo terrestre, más pequeños que nuestro planeta. El hallazgo refuerza esta idea, tan difícil de comprobar dada la dificultad intrínseca para encontrarlos, y con ello se abre un escenario donde existen otras Tierras, que no tuvieron la oportunidad de vivir bajo la cálida luz de un Sol, y ahora vagan por el océano estelar, congeladas en el tiempo, cubiertas por un manto eterno de oscuridad que durará hasta el final de los tiempos y bajo un cielo siempre lleno de estrellas. Una de ellas, quizás, la que un día la vio nacer.

El efecto de microlente gravitatoria que permitió este descubrimiento. El planeta errante cruzó por delate de una estrella de fondo, provocando un aumento en su resplandor.

Una galaxia llena de mundo perdidos.

Ahí fuera, en las tinieblas, viajan mundos sumidos en una noche eterna, que permanecerán congelados y silenciosos hasta el fin de los tiempos. Solo podemos imaginar como sería poner el pie en uno de ellos y mirar hacia Firmamento.

An Earth-sized rogue planet discovered in the Milky Way