El largo camino entre las imágenes recién llegadas y las que finalmente vemos en todo su esplendor
Hay fotografías destinadas a perdurar, sobrecogedoras, hermosas o simplemente que han sido capaces de plasmar un momento fugaz pero trascendental, que representan en su máximo esplendor nuestra capacidad de plasmar la realidad que nos rodea e inmortalizarla para el futuro. Pero por cada una de estas elegidas hay muchas más que se quedan por el camino, que por diversas razones no cumplieron las aspiraciones de quienes las tomaron y han quedado apartadas de los ojos de la historia. Es inevitable que no todas puedan alcanzar la excelencia, y la exploración espacial, donde las posibilidades, pero también los obstáculos, son mayores que en ningún otro campo, no es una excepción a esta regla.
No todo lo que nos llega de las diversas sondas interplanetarias es tan increíble como podemos pensar al ver algunas de las fotografías publicadas, ni todas merecen ser portada en el National Geographic. Estas últimas conforman el resultado final de un largo proceso de selección y trabajo para sacar lo mejor de ellas, las ganadores de una carrera por la historia que muchas no llegan a completar. De hecho incluso las mejores requieren un poco de limpieza, eliminación de las manchas de ruido digital o corrección de color para aproximarse más a lo que veríamos con nuestros propio ojo si uno pudiera estar en Marte o cualquier otro lugar. Otras, simple y llanamente, son un puro desastre.
Y es que hacer fotografías espaciales implica superar numerosos desafíos, en general asociados a temas "clásicos" como la exposición, el encuadre y el enfoque, pero todo ello magnificado por los cambios extremos en las condiciones de iluminación y que estamos hablando de cámaras situadas en plataformas que se mueven a miles de kilómetros por hora en relación con sus objetivos. Otros problemas son propios de los viajes espaciales, como los rayos cósmicos y otras formas de radiación que interfiere con el sensor de la cámara, o los errores que puedan surgir en los sistemas informáticos de a bordo de la nave espacial o en las antenas de recepción terrestre.
Pero siguen siendo imágenes de otros mundos, de lugares situados a cientos o miles de millones de Kilómetros de nuestro hogar, y por ello incluso las peores son examinadas una y otra vez, buscando extraer información hasta del último píxel. Pero más importante, estos "errores" transmiten mucho mejor que las "vencedoras", en ocasiones tan perfectas que hasta podrían pasar por simples creaciones artísticas, mostrando la realidad del duro trabajo que afrontan tanto estos exploradores como de toda la gente implicada en ellos, para conseguir que aunque solo sea una parte del total sea capaz de alcanzar nuestro corazón. Son esas imágenes que vemos como si estuviéramos detrás de través de un cristal sucio y empañado, en ocasiones feas e incompletas, pero por eso mismo más cercanas a la realidad.
Ruido digital en una de las imágenes enviadas por la Voyager 2 en su sobrevuelo de Urano en 1986.
El Sol aún no estaba del todo eclipsado por Saturno, por lo que la luz solar, a esas distancias aún 1.000 veces más intensa que el brillo de la Luna Llena, saturó la cámara.
En ocasiones errores en el almacenado en la memoria del vehículo o durante la transmisión a La Tierra hace que algunas fotografías queden incompletas, como es el caso de esta fotografía tomada por la cámara de visión microscópica de Opportunity.
Incluso muchas de las que de por si no tiene errores están lejos de ser las maravillas que finalmente vemos, necesitando ser calibradas posteriormente para sacar todo su potencial.
Los débiles anillos de Júpiter, vistos aquí por la New Horizons a través de todo tipo de defectos visuales.
La luna de Júpiter, Io, en una fotografía de la New Horizons saturada de impacto de rayos cósmicos y otro tipo de ruidos.
Una imagen "en bruto" de la Voyager 2, sin ningún tipo de tratamiento, desde Neptuno.
Through a Glass, Darkly
1 comentario:
¡Muy interesante!
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