La Tierra desde la sonda Parker.
No regresará nunca a casa, ni tan solo para realizar un sobrevuelo puntual en busca de impulso extra. Su destino, nuestra estrella, es ya su meta final, y también allí, entre el fulgor solar, terminará su existencia. Pero eso no le impide mirar hacia el mundo que lo vio nacer y del cual procede. No es la primera vez que una sonda observa la Tierra, en realidad lo han hecho muchas antes y lo seguirán haciendo otras después, pero todas son especiales, ya que significa mirarnos a nosotros mismos. Y la Parker no es una excepción.
No es una nave dotada de un notable sistema óptico, cosa compresible cuando está destinada a literlamente rozar la fotosfera solar. O lo que es lo mismo, en un mar de luz cegadora y calor terrible que no aconsejaba equiparla con cámaras de alto nivel. Pero si unos modestos "ojos", conocido como WISPR (Wide-field Imager for Solar Probe), que en su momento, a la sombra del resto de la sonda, intentará observar las intrincadas estructuras de la Corona, allí donde nace el viento solar. Pronto lo veremos en acción, pero de momento, el 25 de Setiembre, estos miraron hacia otra estrella del firmamento, aquella en la que vivimos todos. La Tierra flotando en el mar cósmico. Incluso siendo imágenes sin color son extremadamente bellas.
En los meses y años venideros Parker escribirá una nueva y brillante página en la historia de la exploración espacial, y todos nuestros ojos estarán centrados en el Sol, sabiendo que allí, entre su deslumbrante resplandor, una enviada terrestre afronta la más dura de las pruebas. Quizás entonces ya no nos acordaremos de una imagen como esta, modesta pero llena de significado. Motivo de más para hablar de ella.
La imagen ampliada, con un bulto a la derecha de nuestro planeta, La Luna.
La Parker, con la cámara WISPR situada a la sombra del escudo protector. No mirará nunca directamente al Sol, sino que se centrará en la Corona.
Parker Solar Probe Looks Back at Home
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