martes, septiembre 26, 2017

El último viaje de SMART-1

Localizando el punto de impacto de esta pequeña sonda lunar.

Aunque La Luna fue el terreno de juego de norteamericanos y soviéticos durante varias décadas, y actualmente parece destinada a serlo de China y su creciente programa espacial, otras potencias, aunque de forma más discreta, han puesto también su grano de arena en la exploración de nuestro satélite. Este es el caso de la Agencia Espacial Europa, una relativamente recién llegada al siempre desafiante reto de alcanzar otros mundos, de momento "solo" Venus y Marte, pero que en el futuro se ampliará a Mercurio y Júpiter. Sin los grandes titulares de la NASA, aunque tampoco con su capacidad de conectar con el gran público debido a una política de comunicación dudosa, la ESA sigue dando pasos adelante.


Y la pequeña SMART-1 fue uno de los primeros. En 2003 se convirtió en la primera sonda europea en alcanzar la órbita lunar, y la segunda en utilizar un propulsor iónico después de Deep Space 1 de la NASA. Probar la eficacia de este sistema para misiones interplanetarias era precisamente su objetivo principal, además de testear su instrumentación miniaturizada. A pesar de su carácter de prueba tecnológica también ofreció más que notables resultados científicos, aunque su vida fu limitada. Orbitar La Luna, con su irregular campo gravitatorio, no es sencillo y una sonda debe hacer un notable esfuerzo de corrección de trayectoria para compensarlo. Eso implica un gran gasto de combustible, que en el caso de la SMART-1, que no dejaba de ser un vehículo muy pequeño (1 metro de longitud, con 367 kg de masa en el lanzamiento, combustible incluido), terminó sellando su destino al cabo de 2 años.

El 3 de septiembre de 2006, tal como estaba planeado, la SMART-1 se precipitó contra ella a gran velocidad, a unos 2 kilómetros por segundo, y generó un destello que pudo ser observado desde la Tierra, ademas de una pluma de materia lunar cuya composición química pudo ser estudiada mediante métodos espectroscópico. Fue su último servicio a la ciencia. Y también el principio de un enigma, porque en ese momento no existía otra sonda en órbita que pudiera haberla visto estrellarse y saber así exactamente donde. La Lunar Reconnaissance Orbiter no llegaría hasta 3 años después, en 2009. Y desde entonces, de la mano de sus increíblemente detallas imágenes, encontrar su lugar de descanso definitivo fue una pequeña obsesión para muchos astrónomos europeos, especialmente aquellos que participaron directamente en ella.

Finalmente, 11 años después de su desaparición, la búsqueda parece haber terminado de la mano de Phil Stooke, de la Western University, Ontario, que encontró lo que todos los indicios señalan como el punto de impacto de la pequeña sonda. Y viendo las imágenes es evidente que sus últimos instantes fueron complejos, entre otras cosas por el bajo angulo con el que se precipitó hacia la superficie. Lo que vemos es un surco lineal en la superficie, de unos 4 metros de ancho y 20 metros de largo, que atraviesa un pequeño cráter preexistente. Podemos imaginar a la pequeña SMART-1 abriendo el suelo en su impacto supersónico, cruzando de un lado a otro de ese pequeño cráter, para seguir su destructivo camino unos metros más. Una escena sin duda espectacular.

Con ello se cierra la historia de la SMART-1, y permitirá además a los que en su momento estudiaron los efectos de su colisión comparar lo que se esperaba encontrar con lo que encontró finalmente. Y quizás, algún día, futuros exploradores humanos puedan visitar su alargada tumba.

El resplandor del impacto de SMART-1, captado por Canada-France-Hawaii Telescope.

La desaparición de la señal de la sonda, seguido por el radio-telescopio JIVE de Hobart, Tasmania.

La pequeña SMART-1, el primer vuelo de Europa a La Luna. 

‘Crash Scene Investigation’ reveals resting place of SMART-1 impact

Localizado dónde impactó hace 11 años la primera misión lunar europea

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