El telescopio Hubble nos ofrece nuevas imágenes de las auroras de Saturno.
Son uno de los fenómenos celestes más espectaculares que un habitante de La Tierra puede presenciar, un baile de luz y color que se despliega en los cielos de las latitudes más altas y que representan una de las manifestaciones más evidentes de la íntima relación entre el Sol y nuestro planeta, o para ser más correctos, con su campo magnético y, en última instancia, con su atmósfera, donde las partículas cargadas que se precipitan contra ella guiadas por este primero, interactúan con las moléculas que la conforman y provocan la emisión de fotones con diversas frecuencias (colores) según el elemento correspondiente. Pero por esa misma naturaleza interplanetaria hacia que necesariamente, aunque de formas algo diferentes según la naturaleza de cada uno de ellos, también estén presentes en otros planetas.
Saturno, junto con Júpiter, es uno de esos lugares donde las "luces polares" también hacen acto de presencia. Provistos de campos magnéticos mucho mayores que el terrestre, mucho más lejos que el Sol pero no por ello menos afectados por sus estallidos de furia, que barren todo el Sistema Solar hasta más allá de la órbita de Plutón, es inevitable su presencia también en ellos, aunque a diferencia de La Tierra, brillando en frecuencias más energéticas, especialmente en ultravioleta. Y es de esta forma como recientemente el telescopio espacial Hubble nos ofreció una nueva y espectacular visión de las auroras de Saturno.
Las fotografías, tomadas entre los meses de Abril y Mayo de 2013 en la banda del ultravioleta por la Cámara
Avanzada para Sondeos del Hubble nos muestra su dinámica con un nivel de detalle sin precedentes, revelando lo que ocurre en el
campo magnético de Saturno cuando es alcanzado por las oleadas de
partículas cargadas procedentes del Sol. Al parecer, la cola magnética del planeta se colapsa y se reconfigura cuando
las partículas solares llegan al planeta, un fenómeno que queda
reflejado en el "baile" de estas en los polos.
Reflejos de la intensa relación entre el Sol y sus planetas, que va más allá que simplemente su lazo gravitatorio común, las auroras resplandecen allí donde existe un corazón aún dinámico y capaz de generar un campo magnético y donde exista una atmósfera con la que interactuar. La Tierra es una excepción entre los planetas rocosos, ya que ni Mercurio (que tiene uno muy débil, pero sin presencia de una atmósfera como tal), ni Venus, a pesar de tener el mismo tamaño que nuestro mundo, ni Marte, donde solo pequeños vestigios locales indican un pasado bastante mejor en este aspecto, pueden presenciar nada parecido. Por ello, aunque no únicas, sus auroras son sin lugar a dudas las más hermosas, fruto de una combinación de factores de las que, al menos de momento, tiene la exclusiva.
Las dinámicas auroras de Saturno, en observaciones realizadas en 2004 entre el Hubble y Cassini, en ese momento aún en camino al encuentro con el planeta anillado.
Auroras en Júpiter, vistas por el Hubble en 1998. Con el campo magnético más intenso y enorme de todos los que existen en el Sistema Solar (dejando de lado al Sol, evidentemente) es también hogar de auroras igualmente intensas, tanto en la energía implicada, que las hace brillar en el ultravioleta, como en duración, ya que a diferencia de las terrestres pueden extenderse durante días.
Las auroras terrestres no son, como vemos, únicas, pero sin duda, gracias a la composición de su atmósfera, posiblemente las más hermosas.
El Hubble observa auroras en Saturno
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