Publicadas las que fueron las últimas imágenes enviadas por la Deep Impact antes de perderse el contacto.
Cuando una sonda excede ampliamente su esperanza de vida estimada en un primer momento (lo que suele ser relativamente habitual, ya que siempre se parte de la previsión más pesimista para evitar sorpresas) de forma amplia acaba por verse como algo natural que esté siempre ahí, y nos resulta dificil imaginar que, quizás más pronto que tarde, se quedará finalmente en silencio. Y si esta, lejos de estar ligada a un mismo objetivo, a lo largo de los años se "recicló" para afrontar nuevas metas, igualmente cumplidas con éxito, esa sensación es inevitable. ¿Acaso alguien se imagina Marte sin las diarias imágenes de Opportunity, que lleva más de 10 años en activo? Por no hablar de las Voyager, que llevan casi 40. Sabemos que un día desaparecerán, pero vivimos su día a día como algo ya familiar, como si fueran eternos..
Pero todo tiene un final, especialmente para los exploradores espaciales, ingenios complejos que afrontan un ambiente tremendamente hostil. En realidad, si se tiene en cuenta todo esto la larga supervivencia de muchos de ellos es un triunfo rotundo para aquellos que la diseñaron y construyeron, pero todo tiene su límite. Y para la veterana Deep Impact este llegó en Agosto de 2013, cuando dejó de comunicarse con La Tierra tal como se debía hacer cada cierto tiempo de forma autónoma. Todos los esfuerzos por recuperar el contacto fueron inútiles. Su largo viaje, iniciado en 2005, y que tuvo su momento de máxima gloria pocos meses después del lanzamiento con su famoso encuentro con el cometa 9P/Tempel 1, había llegado a su abrupto final.
La pérdida de la Deep Impact llegó cuando afrontaba un nuevo reto, la observación del famoso ISON, siendo la primera sonda en obtener imágenes de este mediático cometa. No se aproximaría como lo hizo con Tempel 1 y posteriormente con Hartley 2, pero una pieza más en la amplia cobertura de esta acontecimiento astronómico desplegado por la NASA. Sin embargo algo en ella dijo basta. No disfrutó de una existencia excesivamente larga, 8 años, pero en ellos golpeó a un cometa, se aproximó a otro y realizó observaciones astronómicas en busca de señales de exoplanetas, todo ello, con la lógica excepción de lo primero, planeado a posteriori, con la sonda ya en el espacio.
Pero que mejor forma de despedirse de ella que mostrando lo cerca que estuvo de completar esta nueva misión, en forma de las últimas imágenes que envió a La Tierra antes de perderse en el silencio, y que nos muestran a ISON, su meta final, brillando tenuemente en la distancia. Cuando se tomaron, en Marzo de 2013, la distancia que les separaba era de casi 4 U.A. (4 veces la distancia entre el Sol y La Tierra), lo que hace aún más meritorio que fuera capaz de captarlo. Una verdadera lástima que le faltara tiempo para dar ese último paso, pero caer en el silenio es el destino, tarde o temprano, de todas las sondas espaciales.
El momento culminante, su encuentro con Tempel 1 y el lanzamiento de proyectil contra su núcleo, con el objetivo de sacar a la luz material interno para poder ser estudiado con los instrumentos de la sonda.
Ahora como misión EPOXI, la Deep Impact sería enviada a un nuevo encuentro cometario, en esta ocasión con Hartley 2, demostrando lo valioso que puede resultar reciclar una sonda aún operativa.
En sus 8 años de vida la Deep Impact tuvo tiempo de pasar lo suficientemente cerca de La Tierra como para fotgrafiarla junto con su inseparable compañera.
Aunque no era su objetivo ni se diseñó para ello, sus técnicos fueron capaces de reutilizarla de numerosas forma, incluida observaciones del espacio profundo, como es el caso de esta ámplia panorámica de la galaxia M51.
Deep Impact, una pequeña sonda que vivió más aventuras de las que se podían imaginar aquellos que la diseñaron.
Deep Impact's last images
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