El tiempo es implacable, nada escapa a su inexorable paso, incluso en aquellos lugares que parecen casi estar situados más allá de su influencia. Marte podría dar la sensación de ser uno de estas islas eternas, pero nada más lejos de la realidad, aunque ahí, en un mundo sin placas tectónicas que renueven la superficie, grandes masas de agua o copiosas lluvias que la modifiquen ni una desbordada actividad biológica que "devore" todo rastro del pasado, todo sucede a otro ritmo. Pero sucede, y a su estilo, va borrando las huellas del ayer.
La Mars Phoenix aterrizó con éxito cerca de la zona polar norte del planeta rojo. Fue una misión de corta duración, cuyo destino estaba sellado desde el momento en que dependía de la energía solar para su funcionamiento, ya que en latitudes tan septentrionales la llegada del Invierno implicaba la de una permanente oscuridad. Fue una carrera contrareloj, donde hubo contratiempos, pero que al final completó sus objetivos y que nos dio alguna de las imágenes más icónicas de la historia de la exploración marciana, como aquellas que mostraba hielo que había quedado al descubierto por los impulsores de la nave durante los últimos segundos del aterrizaje. Y después llegó el silencio eterno.
Desde esos días finales hasta la actualidad hemos visitado periódicamente el lugar de la mano de la Mars Reconnaissance Orbiter. Gracias a ello hemos podido observar los cambios que se han ido produciendo tanto sobre la ya silenciosa sonda como por sus restos y huellas, no solo por simple curiosidad, sino porque ofrecen una valiosa información de los patrones climáticos de esa zona del planeta, datos de los vientos y el polvo por ellos transportados, delatados por sus efecto sobre objetivos de los que conocemos perfectamente su tamaño y composición. Auténticos observatorios meteorológicos improvisados, si se quiere ver así.
Pero también para observar como, poco a poco, pero de forma implacable, Marte va borrando su existencia. Cuando se tomaron las imágenes más recientes, el pasado 21 de Diciembre de 2017, las oscuras manchas creadas por el aterrizaje de la Mars Phoenix, así como por el impacto de su escudo delantero y el del trasero, aún anclado a su paracaídas, han desaparecido casi por completo, así como estos dos últimos, cubiertos por el polvo. Incluso la sonda, aunque aún en pie, apenas se distingue ya demasiado del entorno.
Si no fuera porque sabemos que está ahí pasarían inadvertidas, y nunca seríamos conscientes de lo que allí ocurrio. Solo quedarían las imágenes para recordar. La impacable mano del tiempo se habría cobrado su tributo definitivo.
Alguna de las imágenes más incónicas de la misión Mars Phoenix: Hielo al descubierto por los impulsores de la sonda, hielo descubierto por su pala excabadora y que se sublima al quedar al descubierto y la intrigante posibilidad de que exista agua líquida.
Nearly a Decade After Mars Phoenix Landed, Another Look
No hay comentarios:
Publicar un comentario