En 1989 una de nuestras enviadas interplanetarias, la venerable Voyager 2, visitó este gigante azul. Fue un momento de gran emoción, propia de cuando nos adentramos en territorios nunca antes explorados. Y ciertamente no decepcionó. Un mundo azulado, azotado por los vientos más potentes del Sistema Solar, con delicadas formaciones nubosas flotando sobre oscuros vórtices de colores de color turquesa, se abrió ante nuestros ojos. Pero con la misma rapidez se cerró de nuevo, a medida que la sonda se sumergió en la oscuridad, en un viaje sin retorno hacia las estrellas. Desde entonces nadie más ha regresado al planeta más lejano conocido, a pesar de su evidente atractivo.
Y no hay planes serios para intentar regresar, al menos de momento, y son observatorios como el Hubble los que han seguido con su exploración, luchando contra el muro que representa observar detalles claros de un mundo situado a más de 4.000 millones de Kilómetros de distancia. Pero el veterano telescopio espacial, hoy más potente de lo que fue en sus primeros años gracias a las misiones de mantenimiento y mejora realizadas por los ya retirados transbordadores, es capaz de lograrlo, y conseguir presenciar la agonía de uno de las grandes y oscuras tormentas que recorren su nuboso rostro. Si hizo visible se vio por primera vez en 2015, pero ahora, en apenas 3 años, se está reduciendo rápidamente.Se dirige hacia su extinción.
Al igual que la Gran Mancha Roja de Júpiter, estos vórtices son formaciones anticiclónicas y extraen material de las profundidades de la atmósfera, lo que ofrece a los astrónomos una oportunidad única para estudiar los vientos profundos, que no se pueden medir directamente. Pero a diferencia de la rojiza tormenta joviana, que ha sido visible durante al menos 200 años, los oscuros vórtices de Neptuno duran solo unos pocos años. Aparecen y desparecen rápidamente, motivo por el cual hasta ahora no se había logrado captar a una de ellas en sus últimos momentos. Esta es el primera que realmente ha sido fotografiada mientras se está muriendo.
Y lo hace rodeado de misterio, ya que se está comportando de manera diferente a lo que los observadores planetarios predijeron."Parece que estamos capturando la desaparición de este vórtice oscuro, y es diferente de lo que los estudios conocidos nos llevaron a esperar", explica Michael H. Wong de la Universidad de California en Berkeley."Las simulaciones dinámicas dijeron que probablemente derivarían hacia el ecuador. Pensamos que una vez que el vórtice se acercara demasiado al ecuador, se rompería y tal vez crearía un espectacular estallido de actividad nubosa". Pero la mancha oscura, que se vio por primera vez en las latitudes medias del hemisferio sur, fue derivando hacia el polo, en lugar de hacia el norte, hacia el ecuador. Lo poco que sabemos realmente de este mundo azul es evidente y inevitable. Con una sola sonda en un sobrevuelo fugaz no se podía pedir mucho más.
Quizás algún día regresemos, volemos sobre sus blancas nubes y oscuros vórtices, y visitemos a la extraordinaria luna Tritón y sus volcanes. Pero de momento debemos conformarnos con esta vigilancia desde la Tierra, y observar, o sería mejor decir intentar entrever, su frenética actividad, como nacen sus tormentas, azotadas por vientos supersónicos. Y también como mueren, desvaneciéndose en la nada.
La agonía de la oscura tormenta de Neptuno, visto por el Hubble.
La Voyager 2 observó un gran vórtice oscuro cuando sobrevoló Neptuno, en 1992, con un aspecto que recordaba a la Gran Mancha Roja, aunque con el típico aspecto azulado del planeta. Sin embargo incluso esta terminó desvaneciéndose pocos años después.
Hubble Sees Neptune's Mysterious Shrinking Storm
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