Hubo un tiempo en que los primeros que soñaron con la idea de otros mundos como el nuestro, quizás habitados, quizás habitados, imaginaron que las oscuras manchas que se veía en la superficie de nuestro compañera celeste eran océanos en el más terrestre sentido de la palabra. De ahí que actualmente se les llame "mares", como un recordatorio del tiempo en que literalmente se creía que lo eran. Eran parte de una Luna de fantasía, llena de agua, bosques, vientos y, por supuesto, habitantes. Una idea, esta última, que sobrevivió hacia tiempos más cercanos de lo que podemos imaginar.
Sin embargo, aunque fantasiosa en su concepción, quizás tenía cierto fondo de verdad. Y es que aunque ahora lo veamos como un mundo yermo y sin aire, tuvo una época de activa juventud, con un vulcanismo a gran escala cuyas huellas hoy día podemos ver a simple vista. Esas manchas que vemos dibujados en su rostro son antiguos mares de magma, grandes erupciones que en forma de ciclos de actividad cambiaron el resto lunar para siempre. Y en el proceso quizas dejaron a La Luna envuelta de una atmósfera, tenue, pero quizás más densa que la actual de Marte, y que el sonido del viento una vez se oyó en sus llanuras y valles, hoy día sumidas en el silencio.
Esto, que implica un cambio radical en la visión de pasado lunar, son al menos las conclusiones de un estudio liderado por Debra H. Needham, del Centro de Vuelo Espacial Marshall de la NASA, y David A. Kring, del Instituto Lunar y Planetario (LPI), que recalculando las cantidades de gases liberados por estas erupciones (monóxido de carbono, agua, azufre y otros compuestos volátiles) y cuyas trazas pueden observarse en las muestras traídas por los Apolo 15 y 17, que trajeron muestras de los mares Serenitatis e Imbrium, han estimado que durante el pico máximo de vulcanismo lunar, ocurrido hace 3.500 millones de años, se emitieron los suficientes para generar una atmósfera transitoria, del 1% de la densidad de la terrestre, y que sobrevivió unos 70 millones de años antes de que se fuera perdiendo en el espacio.
"La cantidad total de H2O liberada durante el emplazamiento de los mares de basalto es casi el doble del volumen de agua en el Lago Tahoe. Aunque gran parte de este vapor se habría perdido en el espacio, una fracción significativa podría haber llegado a los polos lunares, lo que significa que algunos de los volátiles que vemos en los polos pueden haberse originado dentro de la Luna", teoriza Debra H. Needham. Ciertamente, de ser cierto, explicaría mejor la presencia de agua en los polos, sin necesidad de colisiones externas que la transportaran. Al menos no en su totalidad.
En todo caso se abre ante nosotros una imagen inédita de la Luna, quizás más parecida a lo que es hoy Marte, con la fuerza del viento levantando grandes tormentas de polvo, y tenues nubes tiñendo su fieramente. Desde la joven Tierra el espectáculo habría sido impresionante, aún más si se tiene en cuenta que entonces nuestra compañera celeste estaba mucho más cerca. Durante unos millones de años la fantasía que una vez tuvimos de ella como un mundo como el nuestro quizás no estuvo tan lejos de ser realidad.
La superficie selenita está llena de señales de antiguo vulcanismo, algunos extraordinariamente jóvenes, quizás con menos de 100 millones de años. Mucho antes, una actividad mucho más masiva pudo inyectar suficientes gases como para generar una atmósfera transitoria.
Marte tiene actualmente una atmósfera con una densidad del 1% de la terrestre, tenue pero suficiente para generar fuertes vientos, tormentas de polvo y formación de nubes.
Volcanic Eruptions Gave the Ancient Moon a Temporary Atmosphere
La Luna tuvo atmósfera
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