Un pequeño asteroide provoca una explosión en la alta atmósfera 10 veces más potente que la bomba de Hiroshima.
Vivimos rodeados de peligros, no tanto para el propia planeta en si mismo, como para aquellos que habitan la superficie, que cuando menos se lo esperan pueden ver como el cielo arde en llamas. Las colisiones con pequeñas rocas espaciales o asteroides de cierto tamaño se suceden con más frecuencia de lo que pensamos, aunque existen varios factores que nos protegen. Por un lado la atmósfera, que incinera la mayoría de ellos, o generan tanta presión que termina explotando a gran altura, y por otro que más de 3/4 del planeta están deshabitados. Podemos tener la sensación de un mundo superpoblado, pero en realidad esto se produce en zonas concretas. La mayor parte de nuestro mundo es un lugar solitario.
Y por eso, el pasado 18 de Diciembre, nadie, aparte de los estaciones de detección de infrasonidos de los EEUU, y el satélite meteorológico japonés Himawari, se dio cuenta de lo que ocurrió ese día sobre Mar de Bering, cuando un pequño asteroide, de un tamaño de unos 10 metros, se precipitó en la atmósfera y explotó a unos 25 kilómetros de altura, generando una detonación de 173 kilotones, el equivalente a 10 veces la bomba de Hiroshima. Es el segundo evento más potente registrado en los últimos 30 años, solo por detrás del que cayó sobre Cheliábinsk, aunque esta vez, al ocurrir sobre el océano, no generó daños de ningún tipo. Afortunadamente.
Aunque se calcula que objetos de tal tamaño solo impactan contra la Tierra dos o tres veces por siglo, resulta un más que potente recordatorio de la amenaza que nos rodea, que había quedado algo olvidada una vez extinguidos los ecos del meteoro ruso. La atmósfera y que la mayor parte del planeta sean océanos, desiertos, zonas polares y altas montañas, donde la población en mínimo o directamente inexistente, nos protege de lo peor. De momento. Si alguien pregunta si es necesario que se estén haciendo tantos esfuerzos por monitorizar y enfrentar estas amenazas, la respuestas está en una bola de fuego terrorífica a 25 kilómetros de altura. La próxima quizás no se quede solo ahí.
En las imágenes de Himawari podemos ver el trazo de la detonación, en forma de una pequeña mancha rojiza. El satélite Terra también fue capaz de verlo, de forma incluso más espectacular.
Las "bolas de fuego", provocadas por la entrada de grandes rocas espaciales en la atmósfera, registrada por los sensores de vigilacia de los EEUU. La detonación de Cheliábinks sigue siendo la mayor de los ultimos 30 años, pero ahora el segundo lugar está ocupada por la ocurrida este pasado 18 de Diciembre.
Un asteroide explotó sobre el mar con la energía de diez bombas de Hiroshima, y no lo vimos
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