El Sistema Solar interior, aquel en que habitamos y donde compartimos nuestro espacio con los otros mundos terrestres (Mercurio, Venus y Marte) es la región mejor conocida por razones evidentes. Pero incluso así sigue escondiendo sorpresas, que se van manifestando a medida que nuevas campañas de observación y nuevas tecnologías se unen al esfuerzo global por conocer lo que nos rodea. Y una de ellas es los anillos de polvo dentro de los cuales La Tierra y Venus se mueven, y al que ahora se añade el inesperado descubrimiento de algo parecido en la órbita de Mercurio, un camino de polvo cósmico, de unos 14 millones de Kilómetros de anchura, tan cerca del Sol que no se creía posible. Pero ahí está.
Para tener una imagen con contexto, y aunque no seamos conscientes de ello, vivimos rodeados de partículas de polvo. La Luz Zodiacal, que vemos en el atardecer, es fruto de la luz solar reflejado por ellas. En realidad no existe zona del Sistema Solar que esté totalmente libre de su presencia, y en el Sistema Solar interior esta situación es especialmente notoria, ya que vive bajo la lluvia de partículas que van cayendo en espiral hacia el Sol. Su fuente principal, las colisiones que se producen en el Cinturón de Asteroides, aunque también deben existir de origen cometario. Y la influencia gravitatoria de los planetas influye en ellas, haciendo que nuestro planeta viva dentro de un inmenso anillo de polvo, atrapado temporalmente por el abrazo terrestre. Lo mismo vale para Venus.
Ahora se le añade Mercurio, lo que es una sorpresa, ya que durante décadas se creía que, a esa distancia del Sol, el polvo interplanetario debería haber sido vaporizado, generando así una región limpia. "Los científicos nunca consideraron que pudiera existir un anillo a lo largo de la órbita de Mercurio, tal vez por eso no se haya detectado hasta ahora", explica Guillermo Stenborg, del Naval Research Laboratory, uno de los responsables de este hallazgo. "La gente pensaba que, a diferencia de la Tierra o Venus, era demasiado pequeño y está demasiado cerca del Sol para capturar un anillo de polvo. Esperaban que el viento solar y las fuerzas magnéticas eliminaran cualquier exceso de polvo presente".
No es el caso, lo que puede dar nueva información sobre su composición, lo que a su puede ofrecer pistas sobre el origen. Y pueden haber más sorpresas, ya que el cinturón de Venus no termina de encajar con los modelos de formación que si lo hacen con el terrestre, lo que podría indicar un origen algo diferente, puede que la presencia de una familia de asteroides hasta ahora desconocidos que comparten órbita con nuestro vecino planetario."No todos los días se puede descubrir algo nuevo en el sistema solar interior",afirma Marc Kuchner, autor del estudio que revela esta discrepancia. Y no le falta razón. Pero así es la exploración del espacio, hay que estar listo para lo inesperado, incluso allí donde podemos pensar que está todo descubierto.
Los asteroides representan bloques de construcción de los planetas terrestres. Cuando chocan, arrojan polvo que se dispersa, ofreciendo la oportunidad de los astrónomos de estudiarlos para encontrar pistas sobre el nacimiento de la Tierra y el resto de los planetas. Que sobrevivan a la luz solar más allá de lo establecido hasta ahora ofrece una información valiosa.
What Scientists Found After Sifting Through Dust in the Solar System
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