Seguimos con la serie dedicada a los grandes momentos de Opportunity, y entre estos, como no puede ser de otra manera, no puede faltar su arriesgada aventura al interior de Endeavour. Llegó a la zona a los 84 días marcianos su llegada a Marte, y después de haber abandonado (no sin algunos problemas) el pequeño cráter Eagle, en lo que inicialmente parecía un objetivo muy lejano, y la visión desde sus bordes nos ofreció una imagen del planeta rojo inédita. Hasta ahora todas las misiones de superficie habían mostrado llanuras sin fin, pero ahora lo que teníamos ante nuestros ojos era algo completamente diferente. Marte ya no era ese lugar plano y aburrido de misiones anteriores.
¿Tenía que arriesgarse y entrar? Existía una "puerta" que invitaba a ello, pero el peligro de que se quedara atrapado en el interior de forma definitiva era una posibilidad real. Después de muchas discusiones, y pruebas en tierra para comprobar la capacidad del rover para superar las pendientes del terreno, finalmente se asumió el riesgo, y tras una primera, exitosa y fugaz entrada y salida para ponerlo a prueba (y que, por el retraso en las comunicaciones, se siguió con notable ansiedad), Opportunity se adentró en Endeavour, afrontado una aventura increíble nunca antes realizada. Ya no avanzábamos con llanuras eternas, sino por empinadas laderas. En su momento fue una experiencia increíble.
Permanecería en su interior desde el 15 de Junio al 14 de Diciembre de 2014, y en su viaje encontró nuevas evidencias de la acción del agua, especialmente en unos estratos conocidos con el nombre de "Karatepe" donde estaba registrada la compleja histórica de esa región, con señales de que esta había fluido sobre la superficie en diversas ocasiones, mostrando así que hubo etapas húmedas y otras más secas, en lugar de una única presencia. Además, durante su avance, el rover se encontró una roca, llamada "Wopmay", que confirmó que alteró la zona antes de la formación del cráter, y que por tanto su presencia no era consecuencia de un acontecimiento temporal. Finalmente, y no menos importante, la composición química encontraba sugería una alta acidez del agua, lo que era una mala noticia para las posibilidades de vida antigua. Posteriormente se encontraría pruebas de ambientes mucho más amigables, pero eso quedaba para el futuro.
Opportunity terminaría saliendo por el mismo lugar por el que entró, literalmente sobre sus propias huellas, una vez se descartara enviarlo al fondo del cráter para que explorara el mar de dunas que lo cubría. Se habían tomado altos riesgos, pero intentar que se moviera sobre ellas ya era demasiado. Y con razón, como se demostró tiempo después, cuando se quedaría atrapado en una duna mucho más pequeña y hicieron falta semanas de esfuerzos desesperado para liberarlo. Ciertamente era una trampa demasiado evidente.
Se terminaba así su primera gran aventura, y como se convertiría en una rutina, con la sensación de que se todo terminaba ahí, la misión habría sido un completo éxito igualmente. Pero ya sabemos que no sería así. Por delante le esperaban aún muchos, muchos grandes momentos.
Endeavour en la distancia, visto desde Eagle. Un horizonte lejano en ese momento.
Una vez abandonado Eagle, Opportunity se adentró en la llanura, dirigiéndose hacia lo que parecía el objetivo definitivo de la misión.
El pequeño Fram, de unos 8 metros de diámetro, fue el primer cráter, una vez iniciado el viaje por Meridiani Planum, que exploró Opportunity.
Endeavour, con sus 130 metros de diámetro, se abría ante los ojos de Opportunity, como una inmensa cueva del tesoro. No desperdiciaría la ocasión.
Afrontado las pendientes de Burns Clif, dentro de Endeavour. No fue sencillo alcanzar esta zona y moverse con ella, y los técnicos de misión debieron afrontar un alto grado de deslizamiento.
Las diversas capas de Karatepe, que indican diferentes etapas en el fluir del agua en la zona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario