Imaginando la presencia humana en nuestra compañera celeste.
Hemos dejado atrás Venus, demasiado duro en todos los aspectos como para ser de nuestro agrado, y seguimos adelante en busca de un nuevo hogar. Y esta vez nos dirigimos al lado mismo de nuestro planeta de origen, a su enorme satélite conocido como Luna, tan familiar que en cierta forma, aunque sea otro mundo, es como si en parte siguiéramos en casa, teniendo como tendremos a La Tierra a la vista. Pero vivir cerca de los tuyos tampoco parece una tan mala opción, y sin duda hará que la nostalgia sea más llevadera. Quizá ser un selenita no esté tan mal.
El lugar para instalar nuestra base parece evidente con solo conocer un poco la naturaleza de este cuerpo celeste desvelada por las diversas misiones exploradoras que lo han visitado, y ese es cerca de las zonas polares, donde se sabe que existen reservas más o menos amplias de hielo de agua, protegidos de la luz solar en las sombras eternas de los grandes cráteres, que con la tecnología existente podremos extraer. Y es realmente valioso, un auténtico 3 al precio de 1: Agua para beber, Oxígeno para respirar e Hidrógeno como combustible. Es decir, la casi completa independencia de La Tierra. Si quisieramos podríamos crear una república lunar y decirles a los pesados terrestres que se olviden de nosotros, pero en el fondo somos unos sentimentales y no queremos cortar lazos. No por ahora.
Otra ventaja de esta localización es que nos libraríamos de los cambios de temperatura extrema que vive en el resto de la Luna, con temperaturas que pasan de los +127 C durante el día a los -233 C en plena noche. Si colocamos nuestro base en el lugar justo viviremos en un eterno atardecer, con temperaturas moderadas. No es que importe demasiado en un mundo sin atmósfera, y por tanto donde este calor no se puede transmitir, pero tanto a nuestro hogar, así como de nuestros trajes espaciales, siempre les irá mejor si evitamos contrastes tan extremos. A no ser que queramos una base enterrada, y por tanto mejor aislada. No sería una mala elección, y nos protegería de posibles meteoritos, pero quizás duraríamos: No hemos viajado tanto para terminar viviendo bajo tierra.
Eso si, más nos vale hacerla resistente a la actividad sísmica. Lejos de ser un astro muerto en este aspecto, los sismógrafos dejados por los Apolo han dejado constancia de que existen terremotos lunares, sobretodo generados de las mareas gravitatorias generadas por La Tierra. Y no son poca cosa: Hasta 5,5 en la escala de Richter y con duraciones de hasta 1 hora son suficientes para que nos podamos llevar un buen susto de no tomar precauciones.
Una vez instalados llega la hora de dar un paseo. Y ciertamente hay lugares que merece la pena que visitemos, ya que son totalmente diferentes a cualquier cosa que hayamos visto en La Tierra. Vastas llanuras de lava se extenderían ante nuestros ojos, decoradas con grandes montañas, la más alta de las cuales llega a los 5.5 Kilómetros. En realidad estamos ante el fruto de grandes impactos, ya que en La Luna no existen placas tectónicas que pueden generar elevaciones del terreno como ocurre en nuestro planeta. También puede que nos encontremos con alguna de las cuevas descubiertas por las sondas orbitales, en realidad entradas a antiguos túneles de lava que se han colapsado en parte. Los espeleólogos sueñan con poder bajar algún día por alguno de ellos. Pero estamos de turismo, así que algunas fotos de recuerdo, una curiosa mirada al interior por si vemos algo "extraño" (quizás hemos visto demasiadas películas de ciencia ficción) y seguimos adelante.
Y si lo que queremos son grandes vistas, pues nos aproximamos al gran cráter Aristarco, que ofrecería desde sus bordes una visión que dejaría en mal lugar al Gran Cañón del Colorado y como un punto insignificante al famoso cráter de Arizona.
Toda esta actividad sería relativamente sencilla de afrontar con la baja gravedad lunar, apenas 1/6 de la terrestre: Seríamos capaces de dar saltos 6 veces más altos y 6 veces más largos que los que dábamos en La Tierra, lo que sería muy útil para superar obstáculos y mover rocas. Pero cuidado con esto último. Como ya descubrimos en Mercurio, que pese menos no significa que tenga menos masa y menos inercia. Con la ilusión de la ligereza nos podríamos hacer daño. Una roca, como se suele decir, es una roca, aquí y en Plutón.
Sin atmósfera digna de mención no tendremos que preocuparnos del clima, que simplemente no existe como lo entendemos, y estaremos acompañados de un cielo siempre negro, incluso con el Sol presente. Las largas noches de 14 días terrestres de duración, en cambio, serían una promesa cumplida de cielos estrellados más allá de cualquier sueño, aunque nuevamente no las veríamos "parpadear" con en los cielos terrestres. Con inmensidad del Universo ante nuestros ojos entenderíamos porque hay astrónomos que sueñan con telescopios lunares. Y por encima de todo veríamos la azul, hermosa y cálida Tierra, ocupando en el cielo lunar un espacio 4 veces mayor que la Luna en los suyos, y inmensamente más resplandeciente gracias a sus océanos, nubes y hielos.
Eso, claro está, que nos quedemos en la cara visible. Como La Luna tarda lo mismo en girar sobre si misma que en completar una órbita, La Tierra se mantiene siempre en el mismo lugar del firmamento según la zona en que nos encontremos, como un elemento fijo, incrustado en la Bóveda Celeste. Y con un poco de suerte, si nos quedamos el tiempo suficiente, asistiríamos a un eclipse de Sol, aunque sería nuestro antiguo planeta el que cubriría a nuestra estrella, convirtiéndose en un espectacular anillos de fuego celeste, que cubriría todo el escenario lunar de todos anaranjados, lo que los terrestres verían en ese momento como una "Luna de sangre". Lo que se llama ver la otra cara de la moneda.
¿Y que tal tomar unas fotografías de semejante espectáculo y enviarlas a casa? Una de las ventajas de vivir en la Luna es que las comunicaciones con ella serían rápidas, apenas algo más de 2 segundos de retraso entre enviar un mensaje y recibir respuesta. No está nada mal, cosas peores hemos visto cuando vivíamos en ella, y eso que estábamos en el mismo planeta. Así que no solo las podremos enviar, sino comentarlas con nuestros conocidos casi en directo.
Ciertamente el gran satélite terrestre tiene evidentes ventajas para ser nuestro nuevo hogar, Hay recursos en forma de agua helada que permiten ser autónomos en casi todos los aspectos, y la cercanía con La Tierra permite comunicaciones casi en directo, además de la posibilidad del envío rápido de suministros o ayuda en caso de que hubieran problemas de cualquier tipo. Pero aún es pronto para decidirse, y en el fondo queremos explorar mucho más allá, atraídos por la lejanía y lo desconocido, como les ocurría a los antiguos exploradores.
Nuestra siguiente parada, con la llegada prevista para dentro de una semana, es el planeta de los sueños, donde la Humanidad siempre proyectó sus deseos de exploración interplanetaria, y donde no pocos colocaron sus fantasías de antiguas civilizaciones alienígena. Marte, el planeta rojo, ya nos espera.
Infografía: Viviendo en La Luna
What Would It Be Like to Live on the Moon?
Viviendo en otros mundos del Sistema Solar: Mercurio
Viviendo en otros mundos del Sistema Solar: Venus
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