El 14 de Febrero de 1990 nuestro pequeño planeta recibió el mejor regalo de San Valentín posible, una demostración de amor no ya hacia una persona, país o comunidad concreta, sino dirigida a la totalidad de la Humanidad, tanto en sus claras virtudes así como en sus más que evidentes defectos, un recordatorio de nuestra posición en el Universo, una lección que aún hoy día sigue sin ser entendida por muchos. Pero sin duda fue y sigue siendo, para todos aquellos capaces que apreciarlo, uno de los momentos más mágicos de la historia de la carrera espacial.
Sería la Voyager 1, en ruta hacia el espacio interestelar desde que su encuentro con Titán la lanzara fuera del plano de la elíptica donde orbitan los planetas principales, la que ese día, ya desde más allá de la órbita de Neptuno, giraba su cámara y miraba de nuevo hacia el lejano Sol, aún lo suficientemente brillante para haberla dejado de servicio en caso de haber apuntado directamente hacia el. Operación por ello con cierto riesgo, pero que las circunstancias hacia ahora asumible, ya que sin más objetivos que observar se había tomado la decisión de desconectarla de forma definitiva, permitiendo así utilizar los recursos informáticos de la nave, hasta ahora dedicados a esta función, a otras más necesarias. Por tanto, en el peor de los casos, simplemente quedaría inutilizada lo que ya estaba destinado de todos modos a la desconexión, y en el mejor se conseguirían unas imágenes históricas.
Y afortunadamente fue esto último precisamente lo que ocurrió. La Voyager 1 tomó una serie de fotografías que conformaron un auténtico "retrato en familia" del Sistema Solar. Solo Mercurio (oculto por el resplandor solar), Marte (en ese momento poco iluminado por el Sol desde su punto de vista) y Plutón (demasiado tenue) quedaron fuera. No así Venus, La Tierra, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, apenas puntos de luz diminutos perdidos en la oscuridad, pero aún asi brillando lo suficiente para que pudieran ser captados por la cámara de la sonda. Sería su espectacular "canto del cisne", el mejor imaginable antes de que la oscuridad cayera para siempre sobre ella.
Aunque fueron 6 los planetas captados ese día, la gran estrella, por razones evidentes, era La Tierra. La posibilidad de vernos en toda nuestra inmensa insignificancia resultó, y sigue resultando, tremendamente reveladora, al menos para aquellos que son capaces de levantar la mirada y expandir sus pensamiento, desgraciadamente no tan abundantes como este mundo necesitaría. Uno de ellos era el siempre añorado Carl Sagan, y es el quién nos ofreció la mayor y más maravillosa reflexión realizada a partir de ese "punto azul pálido":
"El más distante punto... así, tal vez no tenga particular interés, pero para nosotros es diferente.
Consideremos nuevamente este punto. Eso es aquí, Es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él están todos los que amamos, todo los que conoces, todos de quiénes haz oído hablar, y todos los seres humanos, quienes fueran que han vivido sus vidas. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de la civilizaciones, cada rey y cada campesino, cada joven pareja de enamorados, cada madre y padre, cada esperanzado niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí: en una mota de polvo suspendida en un rayo de Sol.
La Tierra es un muy pequeño escalón en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre derramados por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueles visitas que los habitantes de una esquina de ese pixel hicieron contra los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina; lo frecuencia de sus malentendidos, lo impaciencia por matarse unos a otros, la generación de fervientes odios. Nuestras posturas, nuestra imaginada auto-importancia, la falsa ilusión de tener una posición privilegiada en el Universo, son desafiadas por este pálido punto de luz.
Nuestro planeta es una mota solitaria en la inmensa oscuridad cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay ni un indicio de que la ayuda llegará desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro cercano, al cual nuestra especie pudiera migrar. ¿Visitar?, Sí. Establecerse, ¿aún no?. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos.
Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y construcción de carácter. Quizá no hay mejor demostración de la tontería de la soberbia humana que ésta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amablemente, y de preservar y cuidar el pálido punto azul, el único hogar que jamás hemos conocido"
Hoy, como hace 25 años, su mensaje sigue siendo igual de válido. ¿Es necesario añadir nada más?
El gran retrato en familia del Sistema Solar, dentro del cual se incluye el "punto azul pálido" que tanto inspiró a Sagan.
Los 6 protagonitas. De izquiera a derecha y de arriba a abajo: Venus, La Tierra, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno.
'Pale Blue Dot' Images Turn 25
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