Formamos parte de un gran río de estrellas, la Vía Láctea, donde todas ellas, incluida el Sol, que lo hace a una velocidad aproximada de 251 Kilómetros/Hora, siguen su camino alrededor del centro galáctico. Sin embargo hay algunas que parecen completamente desligadas de sus hermanas de viaje, moviéndose a velocidades tan extremas que se las conoce como "estrellas fugitivas", ya que parecen estar desligadas de la gravedad común y destinadas a perderse en algún momento en el océano intergaláctico.
Kappa Cassiopeiae es una de estas "fugitivas", una estrella supergigante 420.000 veces más brillante que el Sol, con 40 veces su masa y una temperatura externa de unos 24.000 K. Un coloso que se desplaza a unos 1.100 kilómetros por segundo con respecto a sus vecinas, lo que la convierte en una auténtico proyectil cósmico. Y en su vertiginoso camino genera una espectacular onda de choque, que se forma allí donde los campos magnéticos y el viento de partículas (lo que aquí conocemos como viento solar) que fluye de ella colisionan con el gas y polvo que de forma difusa llena el espacio entre las estrellas. Aunque invisible a nuestros ojos, no escapa de la visión infrarroja del telescopio espacial Spitzer, que nos ofrece una espectacular visión de como esta estrella (y por extensión, de cualquiera) afecta a su vecindad.
Normalmente casi invisibles cuando se trata de estrellas de movimientos "lentos" (como el Sol), la enorme magnitud de Kappa Cassiopeiae y su no menos espectacular velocidad hace que esta resulte de visión clara, destacando por encima de todo su tamaño, ya que se forma a 4 años-luz de distancia, o lo que es lo mismo, aproximadamente la que separa al Sol de la estrella más cercana, Próxima Centauri. Aunque es evidente que estando implicadas magnitudes tan poderosas el resultado tenía que ser igualmente colosal lo cierto es que no por ello resulta menos impresionante.
Uno de los detalles destacables son los filamentos que parece cruzar la onda de choque. Algunos astrónomos han sugerido que estos pueden delatar las características del campo magnético que corre a lo largo de nuestra galaxia, completamente invisibles por sí mismos pero que encuentros como este permiten revelar un poco de su estructura, ya que interactúan con el polvo circundante y el gas.
El motivo último de la existencia de las estrellas fugitivas sigue siendo objeto de estudio, aunque los encuentros cercanos dentro de cúmulos estelares densos o la explosión en SuperNova de uno de los miembros de un sistema binario parecen estar detrás de muchas de ellas. Como ocurre con un avión supersónico o un gran barco navegando a toda velocidad por el mar, estos proyectiles cósmicos generan una espectacular onda por delante de ellas, mientras siguen avanzando hacia su destino final, en muchos casos más allá de los límites de la galaxia de la que un día formaron parte.
Spitzer, un telescopio espacial infrarrojo que ya superó su vida útil activa en 2009, con el agotamiento de su refrigerante, pero desde entonces sigue realizando una gran aportación a la astronomía con la conocida como Spitzer Warm Mission, en la que el telescopio se enfría pasivamente.
Un símil para entender mejor a este tipo de astros: Un barco que se mueve rápidamente generando una onda de choque en el agua por delante de el.
The Shocking Behavior of a Speedy Star
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