lunes, agosto 29, 2011

Retrocediendo para avanzar

El movimiento retrógrado de los planetas en nuestro firmamento, quizás el fenómeno que con más fuerza determinó el final del modelo geocéntrico.

Fue la imagen que teníamos de nosotros mismos casi dos milenos, el de vivir en el centro de la creación, mientras todo lo demás, los astros del firmamento, giraban alrededor del mundo. Una idea que se sostenía tanto por conceptos religiosos como por argumentos científicos, siendo en este último caso el astrónomo egipcio Ptolomeo su más directo defensor, creando las bases que lo mantuvieron en pie durante 1400 años y que la Iglesia católica hizo suyos durante tanto tiempo.

El modelo Geocéntrico (que como bién dice el nombre, pone a La Tierra en el centro alrededor de la cual giran los planetas) explicaba bastante bien lo que se veía en el cielo, incluido la falta de movimiento aparente de las estrellas y que era la evidencia más sólida contra la idea de que nuestro mundo de desplazará de igual manera. ¿Si este se mueve y gira alrededor del Sol, porqué no vemos cambios en la posición de las estrellas (lo que hoy día se llama Paralaje) a lo largo del tiempo?

Hoy sabemos que si esto no ocurre es porque las estrellas están muchísimo más lejos de lo que pensaba entonces y se distribuyen hasta distancias inimaginables, haciendo falta instrumentos muy sensibles para captar los movimientos de las más cercanas causadas por el movimiento orbital terrestre. Pero en ese momento parecía un argumento sólido y sirvió para afianzar la idea de que La Tierra estática y todo girando a su alrededor.


Sin embargo no todo encajaba tan bien.Y es que los planetas, en su viaje a través de la Bóveda Celeste y en momentos concretos del año, presentaba un comportamiento extraño: Se detenían y movían hacia atrás, para finalmente recuperar la dirección "correcta" al cabo de unos dos meses. Realmente curioso y al mismo tiempo aberrante, pues contradecía la visión "elegante" del Cosmos como si fuera una máquina de relojería perfectamente engrasada.

Ptolomeo se enfrentó a esta situación planteando una solución que lo explicaba sin contradecir la teoría geocéntrica. En ella cada uno de los planetas, además de moverse alrededor de la Tierra, seguían un movimiento circular propio llamados epicycles, como si estuvieran ligadas a discos invisibles. La idea creaba un conjunto ciertamente complejo y hasta rebuscado, pero que funcionaba, por lo que el desafío del movimiento retrógrado pareció superado. Al menos durante un tiempo.

El principio del fin para el geocentrismo llegó en el Siglo XVI, cuando en 1540 Copernico presentó su módelo heliocéntrico del Cosmos, y que tenía en el movimiento retógrado puede que su mejor argumento. Y es que poniendo al Sol en el centro todo se simplificaba extraordinariamente, todo era coherente con aquello que se observaba en el firmamento y sin necesidad de complejos círculos sin motivo aparente, pués todo era, en realidad, una ilusión creada por nuestro propio desplazamiento planetario.

La Tierra había dejado de ser el centro de todo sino para convertirse en uno más de los mundos que giraban alrededor de lo que hoy sabemos que es una estrella más en el océano estelar.
El retroceso de los planetas habían servido, finalmente, para avanzar hacia una comprensión más cercana a la realidad de nuestra propia posición.

El movimiento retrógrado de Marte en 2003...los intentos de hacer encajar esto con una visión geocéntrica llevo a la curiosa idea de los epicycles, donde los planetas, por algún motivo, giraban en círculos al mismo tiempo que giraban alrededor de La Tierra. La visión heliocéntrica dio una solución mucho más simple y clara de este comportamiento.

Un ejemplo de porqué ocurre en movimiento retrógrado, en este caso con Venus, un mundo interior.
La visión Ptolemaica y Geocéntrica, llena de círculos, y la mucho más simple y clara Copernicana y Heliocéntrica.

The retrograde motion of planets

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