Es mayor que Mercurio. Tan grande que de encontrarse en órbita solar sería considerado un planeta por derecho propio y sin discusión, y geológicamente tan complejo que incluso tiene un campo magnético propio, algo de lo que carece cualquier otro satélite. Por esta y otras particularidades, como tener también un más que probable océano de agua bajo su helada superficie es el objetivo principal de la futura sonda europea JUICE, con la cual conoceremos de verdad los misterios de esta casi planeta.
Para eso queda más de una década. Hasta entonces debemos conformarnos con estudiar los datos reunidos por antiguas visitantes, como las Voyager, y especialmente de la Galileo, que a diferencia de las primeras permaneció ocho años en el sistema joviano. Su misión terminó en 2003, y podría parecer que ya aprendimos de ella todo lo que era posible aprender. Pero siempre puede quedar algo, datos olvidados o en su momentos descartados que, bajo el prima de lo que sabemos hoy día y aplicando nuevas técnicas de análisis, puedes revelarnos detalles que habían sido pasados por alto. Y ese es el caso del instrumento PLS (Plasma Subsystem), que midió la densidad, temperatura y dirección del plasma (gas cargado eléctricamente) que fluía a través del entorno alrededor de la Galileo.
"Volvimos 20 años después para echar un vistazo a algunos de los datos que nunca se publicaron y terminar esta historia", explica Glyn Collinson, del Goddard Space Flight Center de la NASA en Greenbelt, Maryland."Descubrimos que hay una pieza completa que nadie conocía". Los nuevos resultados mostraron una escena tormentosa durante su primer sobrevuelo: Partículas impactando contra la superficie helada de la luna y el desplazamiento de enormes flujos de plasma entre Júpiter y Ganímedes debido a un evento magnético explosivo que estaba ocurriendo entre los dos campos magnéticos. Los científicos piensan que estas observaciones podrían ser clave para descubrir algunos secretos de la luna, como por qué sus auroras son tan brillantes.
Provisto de su propio campo magnético (uno de los primeros descubrimientos de Galileo), Ganimedes es capaz de generar auroras, al igual que la Tierra. Sin embargo, a diferencia de nuestro planeta, las partículas que causan las causan provienen del plasma que rodea a Júpiter, no del viento solar. Al analizar los datos, los científicos notaron que durante su primer sobrevuelo cruzó fortuitamente sobre las zonas donde esta se hacía presente, como lo demuestran los iones que observó lloviendo sobre la superficie del casquete polar de la luna. Al comparar dicha ubicación con los datos del Hubble, los científicos pudieron precisar con mayor precisión donde estas auroras se manifiestan, lo que podría ayudar en descifrar el mecanismo que las provocan.
Durante su órbita alrededor de Júpiter, Galileo también cruzó justo a través de un evento explosivo, llamado reconexión magnética, que se produjo por la interacción de las dos magnetosferas. Se cree que estos fenómenos son los responsables de que las auroras de Ganímedes sean inusualmente brillantes.
No son estos las últimas gotas de conocimiento que se espera extraer de estos datos del PLS hasta ahora dejados de lado, ya que se espera que en el futuro se pueda extraer información interesante sobre el posible océano de agua que la propia Galileo, junto con el Hubble, descubrió durante su larga estancia en el sistema joviano. La historia de esta sonda, que pese a sus problemas, como el fallo en el despliegue de su antena principal y que obligó a depender de una secundaria para comunicarse con la Tierra, con la consecuente disminución en la cantidad de información que se pudo enviar, fue todo un triunfo. Uno que aún hoy, años después de su desaparición, no parece haber escrito sus últimas páginas.
El viaje de Galileo a través de la magnetosfera de Ganímedes.
Old Data, New Tricks: Fresh Results from NASA’s Galileo Spacecraft 20 Years On
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