Lanzada en octubre de 1989, la nave espacial Galileo llegó a Júpiter en Diciembre de 1995. A través de las misiones primarias y extendidas exploró el planeta gigante y su familia de lunas hasta sumergirse en la atmósfera de planeta el 21 de septiembre 2003, representando para este mundo lo mismo que Cassini para Saturno. Existió un antes y un después de su llegada, su inmenso caudal científico enviado a La Tierra a pesar de sus problemas con el sistema de comunicación (la antena principal no se desplegó adecuadamente, por lo que pasó a depender de una de reserva, significativamente menos eficiente) cambió para siempre nuestra visión del reino joviano, así como de los asombrosos mundos que lo acompañaban en su viaje, desde la volcánica Io hasta las gélidas Ganímedes, Calixto y Europa.
Fue esta última, sin embargo, la que se convirtió en el gran protagonista de la misión, cuando las imágenes y datos científicos enviados por la sonda fueron estableciendo, cada vez con mayor claridad, que por debajo de la superficie se extendían grandes masas, quizás océanos, de agua líquida. Sus dos compañeras de hielo posiblemente también tienen capas líquidas subterráneas, pero es en esta luna, algo más pequeña que la nuestra, donde las evidencias eran más claras, donde este debía estar más cerca de la superficie y donde su presencia más estaba moldeando la superficie. La Europa convertida en un objetivo prioritario en la búsqueda de vida fuera de nuestro planeta nació en la Galileo. Y desde entonces no hemos vuelto a ella.
Hasta 2030 no veremos una nueva sonda explorando las lunas de Júpiter (Juno, actualmente en camino, se centrará en la atmósfera del planeta) de la mano de la sonda JUICE (Jupiter Icy Moon Explorer), aunque se centrará en Ganímedes y en segundo lugar Calixto por encontrarse en un medio menos hostil para su electrónica que Europa, que se encuentra en la parte más profunda e intensa de los cinturones de radiación jovianos, pero la sobrevalorará en varias ocasiones. La Europa Clipper, de la NASA, sigue en el limbo, con los problemas presupuestarios que implica una administración con poco a ningún interés en ella. Por tanto, durante como mínimo casi 2 décadas más las imágenes de la Galileo son y seguirán siendo nuestra principal fuente de información , y por ello cada imagen sigue siendo examinada con detalle, aplicando todas las técnicas posibles para extraer de ellas visiones inéditas de este mítico lugar.
Así es el caso de esta imagen coloreada de la superficie de Europa, ahora publicada por primera vez, producto del filtrado de datos en escala de grises tomados durante uno de las sobrevuelos de la Galileo (1997), junto con los datos de color de baja resolución tomadas desde una órbita diferente (1998). Los terrenos de azul blanco indican hielo de agua relativamente puro, mientras que las zonas rojizas contienen hielo de agua mezclada con sales hidratadas, quizás sulfato de magnesio o ácido sulfúrico. Se considera probable que estas características rojizas de la superficie pueden haber estado en comunicación con una océano de agua líquida bajo durante o después de su formación, y es, junto con otro tipo de formaciones que recuerdan a las que se observan en los océanos polares terrestres durante el Invierno, uno de los pilares que sostienen su existencia, aunque no seamos capaces de detectarlo directamente.
En un futuro a medio y largo plazo quizás, finalmente, Europa reciba la atención que se merece, más allá de lo que JUICE pueda aportar a nuestra comprensión de este extraño mundo, que sin duda será muy importante pero que no deja de ser un objetivo secundario en lo que respecta a su misión, centrada en sus "hermanas mayores". Hasta ese día siempre nos quedarán las imágenes de la Galileo, buscando en ellas, como detectives planetarios, nuevos detalles que nos permitan estar, aunque solo sea un poco, más cerca de aquellos que se esconde en su interior.
Las extrañas características superficiales de Europa sugieren una capa de hielo activa por encima de un océano de agua líquida salada.
Lo que debía haber sido (imagen superior) y lo que finalmente acabó siendo, con la antena principal incapaz de desplegarse por el fallo de uno de las varillas, posiblemente por los retrasos en lanzamiento que acabaron pasado factura. A pesar de ello y de depender de la antena secundaria mucho menos eficiente, pudo completar el 70% de los objetivos científicos de la misión y desvelar la asombrosa cara de Europa y el resto de lunas jovianas.
La Galileo en las intalaciones de la NASA, con la antena desplegada.
Reddish Bands on Europa
A New Image of Europa Emerges
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