El tiempo pasa igual para todos, pero en algunos resulta menos evidente que en otros. Algo aplicable tanto a las personas como a los cuerpos planetarios. Y es que solo hay que comparar La Tierra con La Luna para tener un ejemplo extremo de esta situación, en que nuestro planeta vive en un estado de eterna juventud gracias a las fuerzas tectónicas y erosivas que lo moldean continuamente mientras que su acompañante, carente de ambas cosas, muestra con toda su crudeza el paso de las eras.
Ambas representan extremos de una situación que se manifiesta en diversos grados a lo largo y ancho del Sistema Solar, y entre los cuales encontramos Marte como ejemplo de un mundo a medio camino entre las dos situaciones. Zonas llenas de cráteres, tanto como La Luna, se suceden junto a otras donde estos brillan por su ausencia o están cubiertos por antiguos sedimentos y coladas volcánicas, mientras la tenue pero aún así activa atmósfera, en especial en forma de Dust Devils y grandes tormentas de polvo, representa un factor de erosión nada despreciable.
Por ello tener un amplio catálogo de los cráteres marcianos resulta extremadamente interesante, ya que, como si fuera como abrir las páginas de la historia del planeta, permite tener una imagen global más precisa de como evolucionó a lo largo del tiempo. Y el mayor de todos ellos, que aglutina los datos enviados por todas las sondas que han explorado o exploran actualmente Marte, se presenta ahora no solo con el objetivo de plasmar, con una amplitud nunca vista, las señales del tiempo sino para ofrecer una amplia base de datos que permita a futuras misiones tener mucho más claro sus objetivos..
Registrando hasta un total de 635.000 de cráteres con diámetros mayores de 1 Kilómetros (cada uno de los puntos rojos), el resultado permite apreciar las grandes diferencias entre las diferentes zonas del planeta, y como en la región de los grandes volcanes de Tharsis o la llanura norte (donde algunos indicios apuntan a la antigua existencia de un Océano), estos brillan por su ausencia, lo que delata los antiguos procesos erosivos, magmáticos y acuáticos, que estuvieron actuando allí hasta tiempos relativamente recientes.
En la búsqueda de vida, presente o pasada, este registro resulta igualmente interesante, tal como explica uno de los autores:"Muchos de los grandes cráteres de impacto generaron sistemas hidrotermales que podrían haber creado ambientes únicos, habitables a nivel locar y que se prolongaron durante miles o millones de años, suponiendo que no había agua en la corteza del planeta en el momento. Pero los grandes impactos también tienen la capacidad de acabar con las formas de vida, como se desprende del impacto de Chicxulub en la Tierra que acabó con los dinosaurios 65 millones de años".
Con este amplio registro, por tanto, los astrónomos disponen ahora de una excelente herramienta para estudiar no solo el pasado marciano sino, por extensión, el de La Tierra y los otros planetas internos, cuya historia forma un todo indisoluble.
El cráter Endeavour, actualmente visitado por Opportunity, es un ejemplo de un impacto que generó un ambiente adecuado para la vida, con fuentes termales cuyas huellas el rover descubrió recientemente.
Los cuatro planetas internos han afrontado la misma historia de grandes impactos pese a lo que pueda sugerir su aspecto actual.
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