Hubo un tiempo, a partir de su descubrimiento en 1930 hasta entrada la década de los 90, que era un simple punto en la distancia, del cual, ampliando la imágen hasta los limites de lo posible, fuimos capaces de extraer alguna información, como era la existencia de Caronte, o los enigmáticos cambios de luminosidad que revelaban una superficie compleja y variada, aunque sin saber exactamente de que forma. Después llegó el Hubble. Las cosas mejoraron, pero no demasiado. No dejaba de ser un cuerpo más pequeño que nuestra luna a 6.000 millones de Kilómetros de distancia, por lo que el avance en nuestro conocimiento de su misteriosa naturaleza fue limitado, aunque suficiente para desvelar la existencia de una atmósfera, y que viajaba acompañado por un sistema de satélites múltiples. Pero básicamente seguía siendo poco más que un lienzo en blanco.
Uno donde todos, en mayor o menor medida, dibujamos nuestro propio Plutón. Su fascinante lejanía y la equivocada creencia arraigada durante tanto tiempo de que era el último habitante del Sistema Solar (cometas a un lado), casi como un guardián de la frontera final, lo hacía inevitable. Y por eso mismo que existiera no pocos astrónomos, que seguro en su infancia soñaron con ese lejano mundo, que lucharon una y otra vez para hacer realidad a la New Horizons.
Esta sonda significó el principio de una era, pero también el final de un largo camino. El que todos recorrimos, en un momento u otro, a lo largo de nuestra vida. Sus cámaras, como el pincel de un artista cósmico, llenaron ese lienzo vacío con imágenes para la historia, al mismo tiempo que lanzaba al baúl de los recuerdos el Plutón que cada uno de nosotros construimos en nuestros sueños. En parte triste, porque significaba decir adiós a una especie de "amigo imaginario" que nos acompañó tanto tiempo. En parte feliz porque habíamos encontrado uno nuevo, esta vez real y aún más maravilloso.
Con la publicación del mosaico más amplio y con mayor resolución que quizás nunca más veremos de nuevo, resultado de la continua descarga de información desde la New Horizons que aún continúa, hemos llegado al final de lo que comenzó una fría noche de un 18 de febrero de 1930 el astrónomo Clyde William Tombaugh, cuando estudiando placas fotográficas tomadas el 23 y 29 de enero de ese mismo año, detecto un diminuto punto que se movía sobre el fondo de estrellas. Y comenzamos otro, donde sumergiéndonos una y otra vez en las imágenes tomadas ese 14 de Julio de 2015, buscando nuevos detalles e imaginado como sería caminar por esa extraña superficie, soñaremos con el día que podamos regresar. El futuro justo acaba de comenzar.
El Plutón de pasado. El final de una viaje y el principio de otro.
New Horizons' Best Close-Up of Pluto's Surface
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