viernes, octubre 30, 2020
El último regalo de la pequeña Philae
jueves, octubre 29, 2020
Un billete para Utopia
martes, octubre 27, 2020
1004 lugares para espiar la Tierra
lunes, octubre 26, 2020
Nuestro pasado en Venus
Venera 9
domingo, octubre 25, 2020
Un éxito por encima de lo aconsejable
jueves, octubre 22, 2020
El triunfo de OSIRIS
No es la primera ocasión en que una sonda toca de forma directa a un asteroide, y ahí está la Hayabusa 2, actualmente de camino a la Tierra, para recordarlo. Pero el simple hecho de conseguirlo, de ser testigos como uno de nuestros exploradores no solo observa de cerca otro mundo, sino que literalmente se acerca tanto que puedo entrar en contacto para tomar muestras, es tan extraordinario y emocionante como si fuera la primera vez. Son tantos los factores en juego, tantas cosas que pueden ir mal, que seguir escuchando a la sonda después de semejante odisea, realizada de forma completamente autónoma, es un momento electrizante. Y los integrantes del equipo humano detrás de la misión OSIRIS-Rex vivieron el suyo recientemente.
Fue este pasado 21 de Octubre cuando la sonda recibió la orden de ejecutar una de las maniobras más complejas y delicadas imaginables, el descender lentamente hacia la superficie del asteroide Bennu hasta realizar contacto con ella mediante su brazo de recolección de muestras, y después de unos pocos segundos, ascender de nuevo antes de que la propia nave terminara cayendo de forma irremediable y fatal. Todo ello rodeada de una nube de escombros levanta por la expulsión de gas nitrógeno por parte de la propia OSIRIS, con el objetivo de capturar algunos de ellos. Solo se disponen de tres pequeños depósitos de este gas, y por tanto tres son los intentos que se tiene para lograr la captura.
Aunque los datos enviados por la sonda en un primer momento ya confirmaron el contacto, las imágenes llegaron hoy, mostrando hasta que punto la llegada de la sonda a este región de Bennu, conocido como Nigthingale, creo un verdadero caos, lo que es la mejor de las noticias, ya que implica que todo funcionó como debería y el terreno era lo suficientemente poco cohesionado para poder "reventarlo" con el disparo de gas Nitrógeno y generar una lluvia de partículas y pequeños fragmentos alrededor del colector de muestras, lo que aumenta mucho las posibilidades de que, efectivamente, se haya "pescado" material de Bennu.
Deberemos esperar un poco para saberlo. Fotografías directas del colector (TAGSAM) y mediciones de su masa actual, que puede revelar cuanta, si alguna, cantidad de material se encuentra en su interior, deberán darnos una respuesta, aunque en principio, viendo las imágenes, podemos ser optimistas. Si es el caso, la OSIRIS-Rex se unirá al selecto grupo de las sondas que lo han conseguido, de momento integrado solo por las japonesas Hayabusa y Hayabusa 2. Si no es el caso, aún quedarán dos oportunidades más.
Congratulations to the entire @OSIRISREx team and all of @NASA’s partners on this mission! We are on the way to returning the largest sample brought home from space since Apollo. If all goes well, this sample will be studied by scientists for generations to come! https://t.co/rdNtObIxht
— Jim Bridenstine (@JimBridenstine) October 20, 2020
martes, octubre 20, 2020
Encuentro con Venus
domingo, octubre 18, 2020
Dos años luchando contra Marte
La historia de la exploración del planeta rojo está lleno de éxitos y fracasos, pero también de episodios donde la balanza estuvo fluctuando de un lado a otro y cuyo destino lo marcó la capacidad de su equipo de tierra para superar obstáculos. Algo que saben muy bien los que trabajan en la misión InSight, que aterrizó en Marte en 2018, y que desde entonces afronta una batalla interminable para salvar el instrumento llamado oficialmente HP3, también conocido como "el topo" por su objetivo de adentrarse dentro del suelo marciano y así registrar el flujo de calor interno del planeta.
Esa era su meta, pero desde el inicio todo se torció. El topo fue diseñado para que la tierra suelta fluyera a su alrededor, proporcionando fricción para logar empuje y excavar más profundo. Sin ella simplemente rebotaría mientras golpea el suelo. Pero el suelo donde aterrizó InSight era de una textura diferente al que encontraron las misiones anteriores. Por esa causa durante el martilleo, el material se compactó en lugar de desprenderse y cubrir el agujero creado y dotarlo de dicha fricción vital.
Como resultado no solo pudo alcanzar la profundidad requerida (3 metros), sino que literalmente fue casi expulsado por completo hacia la superficie, lo que lo puso al borde de la pérdida total. Afortunadamente no del todo, lo que dejó un margen para la esperanza al que se aferraron su equipo técnico. Ahora, meses después, su lucha parece estar a punto de alcanzar un feliz desenlace, o al menos eso es lo que transmiten las imágenes que nos llegan y las declaraciones de sus responsables. El topo finalmente está bajo tierra.
"Estoy muy contento de que pudimos recuperarnos del inesperado evento de 'salida' que experimentamos y hacer que el topo esté mas más profundo que nunca", explica Troy Hudson, científico e ingeniero del JPL."Pero no hemos terminado del todo. Queremos asegurarnos de que haya suficiente tierra en la parte superior para que pueda excavar por sí solo sin la ayuda del brazo". Las cosas nunca son sencillas, y para la InSight parece que lo fueron aún menos, al menos en lo que se refiere a este instrumento en concreto, pero clave para su misión. Una gran noticia que las cosas, poco a poco, vayan recuperando el buen camino.
Esta secuencia del 19 de agosto de 2019 muestra una réplica de InSight raspando el suelo con la pala situada en el extremo del brazo robótico en un laboratorio de pruebas en el JPL. Una réplica del "topo" aparece a la vista cuando la pala se mueve hacia la izquierda. Con estas réplicas los ingenieros pudieron diseñare una estrategia para superar el punto muerto donde se encontraban.miércoles, octubre 14, 2020
Las mil caras de Plutón
Las nuevas simulaciones revelaron que la circulación atmosférica concentra gas metano a unos pocos kilómetros por encima las llanuras del planeta. Esto, a su vez, provoca que se condense en forma de escarcha en las cimas de las montañas. La delgada atmósfera de Plutón se calienta con el Sol y en realidad es más cálida a medida que aumenta la altitud, mientras que la temperatura de su superficie permanece uniformemente fría, justo al contrario que en la Tierra. "La atmósfera de Plutón tiene más metano gaseoso en sus altitudes más cálidas y más altas, lo que permite que ese gas se sature y se congele directamente en los picos de las montañas lo suficientemente altos como para alcanzar la zona enriquecidas. "En altitudes más bajas, la concentración es menor y no se puede condensar", explica Tanguy Bertrand, científico planetario de la NASA y responsable de este nuevo estudio.
"Este descubrimiento nos enseña que todavía hay muchos procesos físicos y dinámicos en el espacio que no conocemos, y que los climas pueden ser muy diferentes a los de la Tierra, a pesar de formar paisajes similares. Es importante estudiar Plutón y otros cuerpos planetarios porque son laboratorios naturales para explorar e investigar la diversidad de climas posibles, lo que nos da más perspectiva sobre el nuestro. Además, este trabajo también nos enseña qué es común y qué es único para los climas planetarios, y ayuda a comprender dónde encaja el clima de Plutón, un planeta enano, con los otros que conocemos en el Sistema Solar: la Tierra, Marte Venus, Titán, Tritón...".
sábado, octubre 10, 2020
Una sonda aún viva
viernes, octubre 09, 2020
Todo empezó en un lugar llamado Dimidio
Podemos tener la impresión de que conocemos la existencia de otros mundos entre las estrellas desde hace mucho, mucho tiempo, una sensación seguramente alimentada por la literatura de ciencia ficción, que bien pronto abrazó la idea de que el Sistema Solar no era un lugar único, sino que más allá existían innumerables sistemas planetarios de todo tipo y tamaño, escenarios ideales para todo tipo de fantasías alienígenas. Más tarde las series televisivas y el cine reforzó esa idea, y quien más quien menos todos hemos visto como algo normal la idea del océano de planetas existiéndose por toda la galaxia.
Y pese a ello, en realidad, solo han pasado 25 años desde que la astronomía confirmó que era una realidad, mucho después que Gorge Lucas imaginara un mundo con dos soles (que también hoy día conocemos) o que la Enterprise explorara mundos desconocidos en busca de nuevas civilizaciones. Fue un 6 de Octubre de 1995 cuando el desplazamiento radial de una estrella situada a unos 50 años-luz y conocida en aquel entonces como 51 Pegasi reveló que algo, un cuerpo de masa planetaria, estaba girando a su alrededor. Fue el principio de una nueva era, que nos ha llevado hoy día al descubrimiento de más de 4300 exoplanetas, cifra que promete ir creciendo a un ritmo acelerado a medida que nuevos medios tecnológicos en juego.
Y como es este primer planeta? No muy acogedor, ciertamente, ya que orbita a solo 7 millones de kilómetros de su estrella, por lo que se calcula que su temperatura diurna debe superar los 1.000 Cº. Es básicamente un gigante gaseoso ardiente, con un hemisferio siempre bajo la luz y otro siempre en la oscuridad, algo más frío, pero seguramente no mucho, ya que su atmósfera debe transportar el inmenso calor acumulado de un hemisferio a otro. Hoy día entraría dentro de la lista de los menos interesantes, otra piedra más en nuestro camino por encontrar otras Tierras, pero fue el primero, y por eso merece ser recordado. Su nombre actual, Dimidio, estará para siempre en los libros de historia estelar.
Puede parecernos extraño, pero no hace tanto tiempo en que, por ejemplo, aún se discutía sobre si la Vía Láctea era la única galaxia del Universo, una isla de luz rodeada de una infinita oscuridad. Y es que aunque a veces no lo parezca, estamos avanzando a una velocidad asombrosa, una carrera imparable que empezó en un lugar llamado Dimidio.
Una representación artística de la estrella de tipo solar 51 Pegasi (ahora conocida como Helvetios) y el gigante gaseoso 51 Pegasi b (ahora llamado Dimidio), de una masa estimada la mitad de Júpiter.