Es el futuro gran coloso de la astronomía orbital, que en 2018 tiene previsto tomar el trono como el mayor y más potente observatorio jamás puesto en el espacio, y aunque en ocasiones se le denomina el sucesor del Hubble, su rango de frecuencia, más centrada en el infrarrojo, posiblemente lo acerca más al veterano Spitzer que no a este primero, que tendrá en los gigantes en superficie, como el ya en construcción E-ELT (European Extremely Large Telescope) a sus auténticos sucesores. De el se esperan, por tamaño y capacidad, grandes logros, por no decir una auténtica revolución, abarcando con su mirada una amplia gama de objetivos a través de muchos sub-campos de la astronomía. Desde los primeros pasos del Universo hasta la formación estelar y planetaria, pasando por imágenes directas de exoplanetas, mucho es lo que el James Webb nos promete.
Aún quedan 2 años, o quizás sería mejor decir que "solo" quedan, teniendo en cuenta que sus primeros pasos teóricos se dieron en 1996 y que afrontó hasta planes claros y aparentemente ya decidida de cancelación en 2011 a causa de los sobrecostes que sufría el proyecto, finalmente revocada por el Congreso de los EEUU. Un largo camino que hace que estos 2 años hasta el lanzamiento a cargo de un Ariane-5 ECA de la ESA.
Y pare recordarnos lo cerca de que estamos ya de la fecha señala, recientemente hemos tenidos la oportunidad de ver el dorado espejo principal del telescopio ya montado (se compone de 18 segmentos que fueron ensamblados con total precisión a lo largo de un lento y extenso periodo de tiempo). Hasta ese momento todos ellos estaban protegidos por unas tapas negras individuales, y así han permanecido hasta ahora, cuando por primera vez, y dentro del proceso de integración y puesta a prueba del telescopio, dichas protecciones fueron retiradas. El resultado es una escena de belleza singular, especialmente si uno tiene en cuenta todo el largo camino realizado para convertirlo en realidad y su tremenda importancia para la astronomía del futuro.
Para garantizar que fueran a su vez fuertes y ligeros, los espejos se construyeron con berilio, recubiertos de una película muy fina de oro vaporizado para mejorar el reflejo del espejo de la luz infrarroja. El espejo, ya totalmente montado, es más grande que cualquier cosa que pueda cargar un cohete lanzadera, de manera para ser instalado en el Ariane, este se plegará por los dos lados, para posteriormente desplegarse una vez en el espacio. Cada espejo individual cuanta con diversos motores, lo que dará a su equipo de vuelo una flexibilidad extraordinaria a la hora de ajustar la orientación y precisión de sus observaciones.
El Hubble, como otros ilustres veteranos telescopios espaciales, es una maravillosa gloria del pasado y aún de un presente que se resiste a cerrar sus puertas. James Webb representa un futuro ya a las puertas, destinado no tanto a remplazarlo como a convivir, al menos durante un tiempo, y finalmente llegar mucho más allá de lo que podíamos soñar hace solo unos años. Futuro dorado, en más de un sentido.
El gran "ojo" de Oro del James Webb en todo su esplendor.
Los 18 segmentos dorados que conforman el espejo principal, cada uno de ellos son su propio sistema de orientación.
James Webb se situará en el punto de Lagrange 2, a 1.5 millones de Kilómetros de la Tierra en dirección opuesta al Sol.
James Webb Space Telescope's Golden Mirror Unveiled
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