La exploración de la Luna no busca solo conocer como es actualmente, sino también, y quizás especialmente, como era en el pasado. Para ello, "jugando" a los detectives espaciales, buscamos pistas, indicios, pruebas, que permitan generar un mapa en el espacio y en el tiempo, retratar la evolución de nuestra querida compañera de viaje. Desde su origen mismos hasta señales de antigua actividad volcánica y tectónica, pasando por indicios de actividad sísmica que nos revelan detalles de su interior o y presencia de posible depósitos de hielo de agua, vitales si algún día queremos realmente tener una presencia humana permanente y que esta sea viable técnica y económicamente.
Pero más allá de su faceta práctica, como futuros suministradores de agua, aire y combustible (hidrógeno) a hipotéticas colonias lunares, estos depósitos de auténtico oro helado son también huellas del pasado. Y de ellos podemos arrancar información del pasado lunar que de otro forma permanecería para siempre en el olvido. Ese es el caso de los dos grandes depósitos de hielo de agua que se esconden bajo la superficie (pero detectable por las concentraciones de hidrógeno que generan) cerca de cada uno de los polos, y que, curiosamente, están cada uno a las antípodas del otro. Si trazáramos una línea recta perpendicular desde uno de ellos terminaríamos en el otro.
Una alienación que nos lleva rápidamente a una extraordinaria hipótesis: Ambos fueron, en tiempos pasados, los respectivos polos de la Luna, hasta que el eje de rotación se desplazó, en algún momento del pasado más remoto. Refuerza aún más está idea que la posición actual no es compatible con la posición donde se esperaría encontrar el hielo según el ambiente térmico lunar de hoy en día. Estaríamos, por tanto, ante lo que queda de lo que una vez fueron los auténticos polos lunares, de los que actualmente, al moverse y quedar más expuestos a la luz solar, solo quedan restos subterráneos.
¿Cual es el posible origen de este movimiento, estimado en unos 6º? La respuesta, según los mismos autores de este estudio, se encontraría en el Oceanus Procellarum, o como le llamamos más coloquialmente, el Océano de las Tormentas. Un nombre del que al parecer hizo honor cuando la Luna era mucho más joven y activa, cuando en un periodo situado entre 3 y 4.000 millones de años en el pasado, experimentó lo que los astrónomos llaman "una anomalía térmica de baja densidad", o lo que es lo mismo, una masiva concentración de magma bajo la superficie que modificó el momento de inercia de la Luna y desplazó su eje de rotación.
Este descubrimiento resulta especialmente importante a la hora de visualizar los primeros momentos de nuestro planeta, dado que este proceso ocurrió cuando nuestro satélite era extremadamente joven, eso significa que los depósitos de hielo lunares son mucho más antiguos de lo que se creía, lo que sugiera que el agua ya estaba presente durante la formación del Sistema Solar interior, en lugar de haber llegado posteriormente.
Así es la exploración de otro mundo. Un trabajo de detectives, que a partir de indicios, y en este caso descubriendo las "huellas del crimen", va construyendo lentamente pero de forma decidida, una imagen global de lo que un día, mucho, mucho antes de que ni siquiera hubiera nada que profetizara nuestra aparición como forma de vida, ocurrió.
Concentraciones de hidrógeno en las regiones polares de La Luna detectadas por la sonda Lunar Prospector, que delatan la presencia de hielo de agua. Se observa como, cerca de ambos polos y a distancias curiosamente equivalentes, se manifiestan dos grandes depósitos de este elementos. Ahora se cree que son los antiguos polos lunares.
La concentración de una enorme masa de magma bajo Procellarum, el Mar de las Tormentas, destabilizó el eje lunar y le hizo desplazarse alrededor de 6º. Las huellas, en forma de depósitos helados, aún permanece.
Oceanus Procellarum (Océano de las Tormentas) es la región más claramente visible a simple vista desde la Tierra, y tiene claras señales de haber tenido una vida agitada. Los científicos la asocian a una alta abundancia de radioelementos generadores de calor, flujos térmicos y una antigua actividad volcánica.
El hielo en la Luna es la prueba de que sus polos se han movido
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