Un día de sensaciones encontradas en Space X, en que toca poner en la balanza los logros y los fallos para ofrecer una evaluación tan correcta como sea posible. Y en este caso esta es evidente: Un éxito en casi todos los aspectos, incluido el más importante, que es el lanzamiento propiamente dicho (y más con la sombra del reciente fracaso del Antares, que generó no pocas críticas sobre la apuesta de la NASA por el sector privado), pero con un final agridulce al no completarse de forma satisfactoria la desafiante prueba tecnológica de hacer aterrizar la primera etapa del Falcón 9 en una barcaza en pleno Atlántico, aunque desde el principio las posibilidades, según la misma compañía, estaban al 50%.
A las 09:47 UTC despegaba, después de varios aplazamientos, un nuevo Falcon 9R (v1.1) de Space X desde la rampa SLC-40 de la Base Aérea de Cabo Cañaveral de Florida, transportando tanto a la Dragón como los pequeños cubesats Flock-1d’1, Flock-1d’2, AESP-14 y SERPENS. Pocos minutos después, y con la ya habitual fiabilidad demostrada por este cohete lanzadera, todos ellos habían sido desplegados en órbita, mientras la nave de transporte desplegaba sus paneles solares e inciaba así su viaje hacia la ISS, transportando algo más de 2 toneladas de provisiones, repuestos y experimientos científicos, incluidos algunos que se encontraban en la Cygnus destruida por el accidente del Antares.
Sin embargo la atención mediática, de forma compresible, estaba fijada en el intento por parte de Space X de conseguir que la primera fase de impulsión del Flacon 9 aterrizara suavemente en una barcaza especialmente preparada para ello situada en pleno Atlántico. Se trataba básicamente de una prueba tecnológica, un paso más allá el el objetivo final de conseguir que estos aterrizen suavemente en tierra una vez completada su tarea, ya que se considera que así se reducirá enormente los costes de lanzamiento, y por ello con grandes posibilidades de que algo saliera mal, especialmente si se tiene en cuenta la precisión requerida (la plataforma era apenas más grande que la extensión de las patas de aterrizaje del cohete).
Y efectivamente, algo salió mal, ya que el cohete alcanzó la plataforma sin haber frenado lo suficiente, provocando su pérdida total, aunque la barcaza (sin tripulación y controlada de forma autónoma) parece no haber sufrido daños irreparables y podrá estar lista para futuros intentos. Ahora queda investigar las causas para aprender de cara al futuro. Un fallo en las rejillas aerodinámicas de control de la parte superior de la etapa, que parece que se quedaron sin fluido hidráulico justo antes del aterrizaje, parece estar detrás del accidente, aunque deberemos esperar para conocer las conclusiones finales.
Pero lejos queda de poder ser considerado un fracaso. El Falcon 9 superó con éxito la mayor parte del proceso, pasando de un vuelo supersónico a una navegación controlada y dirigiéndose finalmente hacia una pequeña plataforma situada en la oscuridad del Atlántico y envuelta por nubes bajas. Finalmente no pudo completar un viaje perfecto, pero estuvo lo suficientemente cerca como para ver con optimismo el futuro de esta tecnología y de Space X en general. Un refrán dice que en casi cualquier situación se puede ver el vaso medio lleno o medio vacío, que depende de nosotros si valoramos más lo conseguido o lo perdido. La respuesta, en este caso, parece clara.
La plataforma marítima de Space X, conocida como "autonomous drone spaceport ship". Por evidentes razones de seguridad es un barco no tripulado.
Las "alas" del Falcon 9, encargadas de controlar el vuelo durante la fase final del descnso.
Infografía: El vuelo de Dragón y el intento de aterrizaje en una plataforma marítima.
Daring SpaceX Rocket Landing Test Crashes After Successful Cargo Launch for NASA
Despite botched landing, a lot went right with SpaceX’s booster flyback
Lanzamiento de la Dragon SpX-5 y fallo de la recuperación de la primera etapa
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