La confirmación de que la Voyager 1 había dejado atrás la zona bajo influencia directa del viento solar y se encontraba ya surcando el espacio interplantario se convirtió rápidamente en una de las grandes noticias astronómicas del año, en especial por toda la carga simbólica que representa que, por primera vez, un vehículo construido por la Humanidad había traspasado por primera vez esa frontera invisible que nos separa y aisla del océano estelar. Pero para los científicos de la misión la llegada a este nuevo reino con una sonda aún operativa y capaz de seguir enviado datos al menos hasta 2020 es un regalo del que esperan grandes resultados. Y es que más allá del límite solar se extiende una región tan amplia como desconocida, y mucho más compleja de lo que podamos imaginar.
Y un buen ejemplo de ello lo tenemos en la conocida como Nube Interestelar Local (también conocida como Local Fluff, "Pelusa Local"), una amplia nube de gas extremadamente tenue, principalmente de Hidrógeno, y que presenta temperaturas de hasta 6.000 Cº, la misma que en la superficie del Sol, aunque su baja densidad, 0.3 átomos por centímetro Cúbico, hace que esta no sea relevante. En algún momento nuestra estrella penetró en este tenue bocanada de gas que parece fluir de la conocida asociación estelar Escorpio-Centauro, y de la que se espera salga en 10-20.000 años.
Desvelada a partir de los datos de IBEX (Interstellar Boundary Exporer satellite), que permite captar los átomos neutros energéticos que proceden de la frontera entre la Heliosfera y el medio interestelar generados por la interacción entre ambos, así como en observaciones de estrellas vecinas, ya que, aunque invisible, este nube absorbe algunas frecuencias de su espectro, pocos son los detalles que se conocen de ella con precisión, desde su extensión hasta su origen o efecto sobre el Sol y La Tierra, y reserva sorpresas como los cambios de dirección de este corriente de gas, que puede deducirse tanto de los datos de este observatorio como de misiones anteriores, como la sonda Ulysses.
La compejidad no se detiene aquí, ya que a su vez esta nube (y nosotros mismos) se encuentra dentro de lo que se conoce como Burbuja Local, un vacío en el medio interestelar con una densidad de solo 0.05 átomos por Centímetro Cúbico, y que podría ser el resultado de la explosión de diversas Supernovas hace millones de años, como Geminga. Fuera de ella la densidad aumenta hasta los 0.5 átomos, incluso por encima de la densidad de la Local Fluff, que destaca, precisamente, por navegar en un vacío aún mayor que ella misma.
La llegada de la Voyager 1 significa la posibilidad, aunque limitada, de estudiar este tenue bruma que nos rodea, aprender un poco más de ella ahora que tenemos la oportunidad, aunque sea durante unos pocos años, de navegar directamente en ella y no escucharla solo como el eco que, como las olas rompiendo en una costa lejana, produce en las fronteras del Sistema Solar.
El fluir de esta nube afecta a la Heliosfera (o Astrosfera) de las estrellas vecinas tal como lo hace en la nuestra.
IBEX, desde la órbita terrestre, permitió observar el efecto del medio interestelar en la frontera de la Heliosfera, condicionada por su movimiento a través de esta nube de gas.
The Local Fluff
IBEX - New Observations of Interstellar Matter - Briefing Materials
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