Una Nova visible a simple vista en los cielos del Hemisferio Sur.
En tiempos antiguos se consideraba la Bóveda Celeste como un reino inmutable, de estrellas fijas, reflejo de la eternidad y perfección divina, que solo los planetas (cuyo significado original griego es "errante") alteraban, y donde la aparición de algo nuevo era siempre vista como una señal profética, y en algunos casos, como los cometas, con una carga totalmente negativa que anunciaba muertes y desastres. Por ello nada podría resultarles más desconcertante a nuestros antepasados que la aparición de una nueva estrella donde hasta ese momento no había existido ninguna. Eran, desde su punto de vista, estrellas "nuevas", y de ahí recibieron su nombre actual por parte Tycho Brahe, novas.
Término que inicialmente incluía a también a las Supernovas, ya que en ese momento no existía una diferencia evidente entre ellas, las actualmente llamadas Novas, mucho menos potentes que estas primeras, implican una explosión termonuclear, causada por la acumulación de Hidrógeno en la superficie de una Enana Blanca que forma parte de un sistema Binario, donde esta última, pequeña pero extremadamente compacta y con un intenso campo gravitatorio, atrae hacia ella material perteneciente a su compañera, habitualmente una estrella que se encuentra ya en la fase de Gigante Roja y por ello con sus capas externas muy expandidas. Este proceso continúa hasta que se supera un punto crítica y se desencadena una reacción de fusión nuclear descontrolada, con un aumento espectacular de su luminosidad durante unos días antes de apagarse.
A diferencia de una Supernova, que representa la espectacular muerte de la estrella, no es el caso de una Nova, ya que la Enana Blanca puede repetir este proceso en diversas ocasiones, incluso de forma recurrente, contribuyendo a la nucleosíntesis galáctica, la síntesis de nuevos elementos químicos. En resumen, un espectáculo estelar notable y en ocasiones visibles a simple vista desde La Tierra.
Y este es el caso de la última Nova descubierta, conocida como Nova Cen 2013, y que actualmente es visible a simple vista en la constelación del Centauro, en el Hemisferio Sur, aunque también puede verse en latitudes bajas del Hemisferio Norte. En todo caso es un espectáculo del que pueden disfrutar especialmente los habitantes de América del Sur, Australia (desde donde fue observada por primera vez) y el Sur de África, cuyo aumento de luminosidad está siendo meteórico y que podría hacerse aún más brillante los próximos días.
Aunque lejos de cataclismo que representa una Supernova, cuya última aparición en La Vía Láctea se remonta a 1604 (todas las posteriores han ocurrido en otras galaxias), las Novas son otro de esos espectaculares fenómenos que nos recuerdan que las estrellas, aunque nuestra limitada percepción temporal nos haga pensar que permanecen como algo eterno e inalterable, afrontan su propio ciclo vital, cambiando, evolucionando, interaccionando entre ellas o desencadenado en ocasiones explosiones de potencia casi inimaginable para la mente humana.
La Nova Cen 2013, con una comparación del antes y el después, que permite apreciar lo espectacular del fenómeno (Ernesto Guido, Nick Howes & Martino Nicolini/Remanzacco Observatory).
Posición de este nueva Nova en los cielos del Sur. Esta pertenece a nuestra galaxia, de ahí que se encuentre dentro de lo que conocemos como Vía Láctea.
A Naked Eye Nova Erupts in Centaurus
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