Los primeros días de 2019 han sido escenario de una frenética actividad espacial, sucediéndose varios momentos históricos. Primero fue la New Horizons quien sobrevoló Ultima Thule, de cuyos hallazgos e imágenes apenas estamos empezando a llegar a la Tierra, y que tuvo un seguimiento mediático masivo, como es de esperar de la NASA. Y mientras todo esto ocurría y las noticias llegadas del Cinturón de Kuiper atraían toda nuestra atención, muchos cerca de cara, la historia se escribían en el polvo lunar. Y en ciento punto, por sorpresa.
Se sabía que podía ocurrir en cualquier momento, pero China mantuvo en momento en secreto. Fue a las 02.15 GMT de este pasado 3 de Diciembre cuando la Chang’e-4 recibió la orden de iniciar el alunizaje. Después de frenar y descender paulatinamente hacia la superficie, se detuvo a unos 100 metros de altura para examinar el terreno y buscar posibles obstáculos. Finalmente seleccionó una zona relativamente plana y procedió al descenso final. A las 02:26 UTC sus patas tocaban la superficie en algún punto del cráter Von Karman, en la Cuenca Aitken, un lugar donde el manto lunar quedó expuesto al exterior. China había hecho historia, y por primera vez un vez la Humanidad pisaba la cara oculta, ese hemisferio que nunca podemos ver desde nuestro planeta.
Poco después, en otro momento histórico, se confirmaba el despliegue del rover que acompañaba la Chang’e-4, trazando las primeras huellas de un vehículo moviéndose por esta tierra desconocida. Prácticamente idéntico al rover Yutu de la Chang’e-3, este Yutu 2 saca partido de la experiencia de su predecesor, el cual solo pudo avanzar algo más de 100 metros antes de que quedara inmovilizado, y cuyas lecciones han sido aplicadas para que esta vez tenga una vida mucho más larga y productiva.
Tanto el módulo como el rover tiene por delante toda una serie de objetivos científicos, incluido el análisis de la superficie lunar, determinar la composición del subsuelo, la evaluación del entorno de radiación, su interacción con el regolito, observaciones de radioastronomía de baja frecuencia, experimentos biológicos así como el retorno de imágenes de alta resolución. También representa una nueva etapa en los ambiciosos planes de exploración lunar chinos, que incluyen una misión para traer muestras a La Tierra, alunizajes en los polos y quizás una base habitada.
La Luna es de nuevo un objetivo deseado, y las nuevas potencias han sabido aprovechar el vacío creado por la falta de un verdadero interés por retornar a ella por parte de los EEUU y de la incapacidad, por toda una serie de problemas técnicos y financieros, de Rusia. Ahora incluso esas"viejas potencias" parecen hacer dirigido de nuevo la mirada hacia nuestro satélite en respuesta a este desafío inesperado, pero quizás demasiado tarde. El impulso chino parece hoy por hoy imparable, fruto de un programa solido, con ideas claras y sin desviaciones en sus planes. Su huella ya alcanza no solo los lugares visitado hace décadas por norteamericanos y soviéticos, sino que hoy podemos decir ya que han ido donde nadie había ido antes. Es un nuevo logro del gigante asiático. Podemos estar seguros que no será el último.
Ultimos momentos antes del alunizaje.
La primera imagen transmitida por la Chang’e-4 después del alunizaje.
Despliegue de Yutu 2.
La superficie vista por la cámara de descenso después de posarse en ella.
Una de las ruedas del rover Yutu 2, antes de su despliegue.
Los técnicos chinos celebran el histórico momento.
La compleja misión Chang´e 4, con el módulo, el rover y el satélite que les permite comunicarse con la Tierra desde la cara oculta.
China successfully lands Chang'e-4 on far side of Moon
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