Su descubrimiento fue una de las mayores noticias astronómicas de la década, un grupo de hasta 7 planetas de un tamaño parecido al de la Tierra, con varios de ellos situados dentro de la zona habitable de su pequeña estrella. Más allá de lo transcendental del hallazgo, que refuerza la idea de mundos como el nuestro son comunes en la galaxia y que las enanas rojas, el tipo estelas más común con diferencia, también puede desarrollar sistemas planetarios complejos, también se generó un misterio. En realidad su misma supervivencia a lo largo del tiempo, suficiente para formarse como tal, es un desafío para la ciencia.
El motivo, la notable cercanía entre todos ellos. Concentrados en una zona mucho más pequeña que la órbita de Mercurio, las mareas gravitatorias entre ellos debería haber desestabilizado el sistema de TRAPPIST 1 rápidamente, quizá en menos de 1 millón de años después de su formación, llevándolo a un apocalíptico final. Pero es evidente que no es eso lo que está ocurriendo. Algo debe estar estabilizándolo, manteniendo al armonía entre ellos pese a su mutua proximidad. El "que" sigue siendo objeto de debate, pero un estudio realizado por científicos de la Universidad de Toronto y publicado en la revista Astrophysical Journal Letters, podría haber dado con la explicación: Una "cadena resonante".
Las órbitas resonantes entre dos cuerpos celeste forman relaciones de números enteros. Por ejemplo, Neptuno completa 3 viajes alrededor del Sol exactamente en el tiempo que tarda Plutón en completar 2. Evidentemente no es una coincidencia, sino fruto de la influencia gravitatoria del primero sobre el segundo, y que evita además cualquier riesgo de colisión, ya que las posiciones relativas de ambos se repiten en el tiempo, en lugar de ser aleatorias. Y eso eso mismo, llevado a un nuevo nivel, es lo parece estar ocurriendo en TRAPPSIT-1.
Sus respectivos tirones gravitacionales trabajando en concierto para mantener cada órbita estable y circular, asegurando que dos nunca se encuentran en el mismo lugar al mismo tiempo, lo que hace que, además de evitar su destrucción mutua, es que sus períodos orbitales forman relaciones de número entero. Todos y cada uno de los 7 mundos repitan posiciones rítmicamente, similar a cómo ocurre con Neptuno y Plutón."Por cada 2 órbitas del planeta más externo, el siguiente en hace 3 órbitas, el siguiente 4 ..., 6, 9, 15 y 24", explica el astrónomo Dan Tamayo."Esto se llama una cadena de resonancia, y ésta es la mayor que se haya descubierto jamás en un sistema planetario. Utilizando un símil para definirlo, mientras la mayor parte de los sistemas planetarios son como "bandas de músicos aficionados que interpretan sus partes a diferentes velocidades,TRAPPIST-1 es diferente, como una banda profesional, con los siete miembros sincronizando sus partes en un tiempo casi perfecto".
¿Como se llego a esta situación? Los responsables de este estudio creen que los planetas probablemente emigraron a sus posiciones actuales después de formarse a partir deun disco protoplanetario hace miles de millones de años. "A medida que los planetas crecen e interactúan con el disco circundante, se mueven uno con relación al otro", explica Tamayo. "Si este proceso es lo suficientemente suave, entonces los planetas pudieron ajustar naturalmente todos sus parámetros orbitales entre sí, al igual que la orquesta hace antes de una sinfonía". Eso explica que al convertir este equipo los movimientos planetarios en notas musicales (Una nota de piano cada vez que pasan delante de su estrella anfitriona, y un tambor golpea cada vez que un planeta se adelanta a su vecino más cercan), "produce una música tan hermosa", una secuencia rítmica que se repite sin variaciones ni cambios.
Si hiciéramos lo mismo con los movimientos de los planetas del Sistema Solar, por ejemplo, posiblemente el resultado final sería algo mucho más caótico. Seríamos banda de músicos aficionados. A diferencia de TRAPPIST-1, donde la música de las estrellas, interpretada por su pequeña y compacta orquesta, suene con todo su esplendor.
An Amazing Hypothesis for Why the Trappist-1 System Hasn't Destroyed Itself
Astrophysicists find that planetary harmonies around TRAPPIST-1 save it from destruction
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