
Tomada en 1999, esta espectacular panorámica nos muestra Io tal como lo vería un hipotético viajero que se encontrara en sus cercanías, con unos colores que se acercan mucho al los que captaría el ojo humano...un mundo donde el Azufre y silicatos fundidos tiñen su rostro de tonos amarillentos solo alterados por una serie de manchas oscuras, grandes calderas volcánicas que en algunos casos alcanzan los 200 Kilómetros de diámetro. La totalidad de la superficie está sometida a una actividad que la altera por completo, algo que no se puede ver en ningun otro mundo del Sistema Solar, incluida La Tierra.
Una dinámica que ocurre a tal velocidad que es apreciable en cortos priodos de tiempo...así, en los pocos meses que transcurrieron entre el paso de la Voyager 1 y 2 algunos volcanes habían cesado su actividad mientras otros se habían despertado y rugían con fuerza. Incluso el Hubble puede captar como el rostro de Io se modifica. No hace falta decir que para la Galileo esta luna se convirtió, junto con Europa, en uno de sus objetivos favoritos.
Como puede un cuerpo de apenas 3680 Kilómetros de diámetro (es decir, no mayor que nuestra Luna) ser tan activo? La respuesta está en su orbita elíptica, que genera fuertes tensiones gravitatorias en su interior, fruto tanto del cercano Júpiter como del resto de lunas, en especial Europa y Ganímedes...Io se ve deformada y la fricción interna genera calor, tanto que su corazón se mantiene fundido y alimenta una actividad volcánica de intensidad abrumadora. Y siguiendo un camino bién diferente a la terrestre, que va disminuyendo lentamente, parece destinada a mantenerse indefinidamente, pues su fuente de energía no es interna (y por tanto limitada) sino externa...el propio entorno la mantiene en un estado de permanente furia geológica, atrapada en una trampa de la que no puede escapar.
Bienvenidos a Io, la tierra de los volcanes.


Io in True Color
No hay comentarios:
Publicar un comentario