Su aventura marciana comenzó un 6 de Agosto de 2012, cuando las grandes ruedas se posaron suavemente sobre la superficie de Gale y la fase de descenso, que lo había depositado en ella mediante la técnica de la grúa aérea se alejaba, disipando el peligro de que se precipitara sobre el rover y lo destruyera, sin dudas la mayor de las preocupaciones de la NASA. Sin embargo, desde el punto de vista científico, la misión de descubrimiento de Curiosity empezó casi desde el momento de salir de La Tierra, ya que uno de sus instrumentos, el RAD (Radiation Assessment Detector) permaneció activo y no dejó de tomar datos en los 8 meses de travesía.
Su temprana actividad tenía como objetivo preparar el camino para futuras misiones tripuladas, tomando datos sobre los niveles de radiación presentes durante el viaje, tanto procedente de los rayos cósmicos galácticos (GCRs) como de partículas cargadas procedentes del Sol (SEPs), una información vital para saber si un grupo de astronautas podría afrontar un viaje de meses (sin contar el viaje de regreso) sin verse ante un riesgo excesivamente alto de desarrollar algún tipo de cancer, fruto de esa misma radiación. La respuesta es que será necesario afrontar nuevas tecnologías de protección, ya que la exposición que detectó RAD a lo largo de los meses está por encima de los límites que la NASA considera seguros.
Actualmente la Agencia Espacial Norteamericana marca en un 3% el aumento de las posibilidades de contraer un cáncer fatal como el límite máximo aceptable para los astronautas en órbita. Curiosity registró unos niveles de radiación de 1.8 Milisieverts (1 centésima parte de un Sievert), la mayor parte de procedencia galáctica, suficientes para situar, ya que hablamos de una exposición prolongada y cuyos efectos serían acumulativos, las posibilidades por encima de dicho límite. Aunque la radiación en la superficie de Marte resultó ser bastante inferior de lo esperado, del orden de los 0.7 Milisieverts, parecida a la que afrontan los ocupantes de la ISS, está claro que el viaje hasta el, con la tecnología actual de propulsión y protección, podría representar un riesgo real para su salud.
Los actuales sistemas de protección son relativamente eficientes contra los SEPs, pero no tanto con los muchos más energéticos GCRs, capaces de atravesarlos facilmente, e incluso generar partículas secundarias con sus colisiones.
Aunque los datos del RAD seguirán siendo analizados, aplicando y validando modelos sobre como esta radiación se extiende por el espacio profundo, como afecta a los seres humanos y que incidencia tiene en los propios vehículos espaciales, lo que si parece evidente que tanto la tecnología de protección como las de impulsión, que deberían permitir algún día reducir el tiempo necesario para saltar de La Tierra a Marte, deberán avanzar si se quiere hacer realidad el objetivo de pisar la superficie marciana en la década de 2030, como apunta actualmente la NASA. Y es que nadie dijo que dar el salto a un nuevo mundo sería fácil.
Comparación de las dosis de radiación, desde la natural a nivel del mar y la producida por la tecnología de todo tipo hasta en el espacio, tanto en la ISS como en un viaje de 6 meses a Marte.
Las mediciones del RAD, con picos de radiación relacionados con eventos solares.
Las partículas cargadas pueden generar daños en el ADN, las "instrucciones" que permiten a las células desarrollar sus diversas funciones.
Los niveles de radiación en Marte son relativamente aceptables a pesar de la ausencia de un campo magnético global, y son aún menores conforme nos situamos en terrenos más bajos, a diferencia de las tierras altas y los volcanes de Tharsis.
Data From NASA Rover's Voyage to Mars Aids Planning
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