Existe la equivocada sensación entre una buena parte de la población de La Tierra que el espacio, lo que se extiende más allá de las nubes y el azulado firmamento, poco o nada tiene que ver con nosotros, como si fueramos una isla completamente aislada del resto de Universo, interesante únicamente para los astrónomos y apasionados de la exploración espacial. Solo la puntual noticia del avistamiento de un meteoro parece hacernos recordar de forma fugaz que nada está más lejos de la realidad que esta ilusión de aislamiento.
Y que mejor manera de mostrar que vivimos en un planeta que forma parte de un sistema estelar, tan sometido como el resto de sus compañeros planetarios a la en ocasiones destructiva visita de los miembros más pequeños de esta familia, inumerablemente más numerosas, en muchas ocasiones aún no conocidos, y que puede llegar por donde menos uno de lo espera, que recopilando las principales colisiones detectadas en la atmósfera terrestre en los últimos 20 años, aquellas que generaron, afortunamente a gran altura, detonaciones cuya potencia se puede medir en su equivalente a millones de toneladas de TNT, suficiente para haber generado daños considerables en caso de alcanzar zonas habitadas, como ocurrió con el que cruzó los cielos de Chelyabinsk.
Publicado por el Programa de Objetos Cercanos a La Tierra (NEO, Near Earth Object) de la NASA, esta mapa abarca los principales eventos de meteoros entre 1994 y 2013, un total de 556, tanto diurnos como nocturno, clasificándolos según la energía liberada estimada en gigajulios, equivalente a 0.24 Toneladas de TNT. Los más potentes están dentro de la categoría del millón de Gigajulios, aunque algunos, como es caso del ocurrido en esa ciudad rusa, superan de largo esas cifras. Es claramente visible una distribución uniforme, tanto en el tiempo como en el espacio, un recordatorio de que vivimos en un planeta minúsulo en comparación al espacio que recorre, y que no existe por ello un lugar más seguro que otro en su superficie.
Aunque normalmente no nos damos cuenta de ello, excepto cuando observamos una lluvia de estrellas o un meteoro aislado, La Tierra afronta la llegada de unas 100 Toneladas de material interplanetario cada día, ecos lejanos de su época de formación, la mayoría como minúsculas partículas las cuales desaparecen en las capas altas de la atmósfera sin que tengamos ni tan solo constancia de su existencia, aunque muchas terminan en nustro entorno como motas de polvo. Algunas, pero, son de mayor tamaño, y en ocasiones, como ocurrió en Chelyabinsk, con el tamaño y velocidad suficientes para generar detonaciones superiores a las armas nucleares de Hiroshima y Nagasaki.
Si alguien aún cree que el espacio es algo lejano y que poco o nada tiene que ver con el que mire de nuevo este mapa. Explorar nuestro entorno, monitorizar cualquier objeto cuya órbita lo lleve cerca de La Tierra, y en un futuro desarrollar tecnologías capaces de actuar sobre ellos son una prioridad, no un capricho de los astrónomos. A no ser que, como temían los galos de Asterix, un día se nos caiga el cielo sobre la cabeza.
La Tierra recibe una constente lluvia de material interplanetario, normalmente motas de polvo que se mezclan con la atmósfera superior sin ejar señal alguna. En ocasiones son de mayor tamaño y velocidad, generando brillantes meteoros, y en ocasiones aisladas, pero más habituales de lo que nos imaginamos, detonaciones de gran potencia, alcanzando parte de ellos la superficie.
Chelyabinsk fue el más potente de todos los que lleva registrado el Programa de Objetos Cercanos a La Tierra de la NASA, y el mayor del siglo. Daño edificios y gente herida, aunque por fortuna detonó a gran altura, evitando lo peor. El más claro aviso recibido los últimos años.
Las señales de cosas mucho peores que Chelyabinsk existen en todo el planeta. Y algún día volvera a pasar.
New Map Shows Frequency of Small Asteroid Impacts, Provides Clues on Larger Asteroid Population
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