domingo, noviembre 02, 2014

Post Vintage (114): Periodismo selenita

1835, el año en que La Luna se llenó de seres imaginarios.

Vivimos en una época contradictoria. La información viaja más rapidamente que nunca y es más accesible al gran público de lo que ha sido jamás, gracias a los medios audiovisuales y, en última instancia, por la aparición de Internet, sin duda el elemento que cambió para siempre nuestra sociedad y la forma en que esta se interconecta a escala planetaria.

Pero al mismo tiempo la calidad de dicha información no deja de descender, en parte porque ese libertad que ofrece la red se convierte en un arma de doble filo, en especial porque los grandes medios de comunicación, presionados por los grandes grupos o empresas de los que ahora dependen, buscan las ventas por encima de todo. Y eso implica publicar rápido y sin perder tiempo en la casi desaparecida práctica de contrastrar la noticia, cuando no directamente manipularla en busca del titular sensacionalista que llame la atención.


Sin embargo, aunque es ahora donde esta perdida de la ética periodistica resulta más abrumadora y evidente, no es un invento reciente. Más al contrario es facil encontrar ejemplos que se remontan a varios siglos atrás, practicamente naciendo con los propios medios impresos. Y las noticias astronómicas no han sido una excepción, como el terrible ejemplo de 1910, cuando el paso del cometa Halley fue anunciado con tonos apocalípticos, con el consiguiente pánico y no pocos suicidios. Hay otros ejemplos, menos famosos y mucho más inofensivos, pero igualmente reveladores de ciertas practicas, y entre ellas encontramos el "gran fraude lunar" de 1835.

Todo empezó el 25 de Agosto de ese año, cuando el New York Sun publicació de una serie de artículos donde se anunciaba al mundo algo histórico: "Acabamos de saber que Sir John Herschel ha realizado unos descubrimientos astronómicos maravillosos en el cabo de Buena Esperanza, gracias a un inmenso telescopio equipado con una lente de 7 metros de diámetro y que funciona mediante un principio totalmente nuevo". La noticia del Sun citaba como fuente al Edinburgh Journal of Science, y el artículo estaba firmado por un tal "doctor Andrew Grant", un supuesto colega de Herschel, que se encargaba de explicar los avances técnicos que incorporaba el nuevo telescopio, igualmente perteneciente al mundo de la fantasía, pero geográficamente demasiado lejos, y más en 1835, como para que alguien viajara realmente para comprobar su existencia. Sobre decir que Herschel no sabía nada del tema, y que se enteró meses después de que había sido protagonista de algo así.

¿Y que se supone que se vió en la Luna? Prácticamente de todo, desde bosques, lagos mares y playas hasta formas de vida de todo tipo, algunas parecidas a las terrestres, mucho más imaginativas. Pero sin duda eran los supuestos seres humanoides peludos y alados lo más extraodinario de este relato:

"Hemos contado con tres grupos de estas criaturas, de doce, nueve y quince en cada uno, caminando erectos hacia un pequeño bosque…ciertamente eran como seres humanos, y su actitud al caminar era tanto erecta como digna…Casi la mitad del primer grupo había pasado más allá de nuestro entorno; pero de todos los otros tuvimos una vista perfectamente distinguida. Promediaban los cuatro pies de altura, estaban cubiertos -a excepción del rostro- con cabello corto y sedoso de color de cobre, y tenían alas compuestas de una membrana delgada, sin cabello, que descansaban sobre sus espaldas por encima de los hombros hasta sus tobillos". Sin duda un telescopio extraodinario, que deja al Hubble y hasta los colosos que los próximos años se deben construir, como insignificanetes. Es la ventaja de los mundos imaginarios, que no tienen límites, a diferencia del mundo real.

La historia, vista con la prespectiva del tiempo, suena ridícula, pero muchos se lo creyeron. Al fin y al cabo se tenía al New York Sun, el más conservador de los periódicos publicados en esta metrópolis, como un medio serio, y si insistían tanto en la noticia, dando fuentes y nombres, es que debía ser verdad. Además la inmensa mayoría de la población tenía unos conocimientos de astronomia y observación poco menos que nulo, por lo que cualquier explicación difusa aparentemente técnica y científica era dada por válida. No muy lejos de la situación actual.

Nunca se supo realmente las intenciones de New York Sun, que jamás admitió públicamente que todo había sido un engaño, publicando meses después una columna en la que se analizaba la posibilidad que la historia fuese falsa, pero sin llegar a ninguna conclusión. Considerada con el tiempo una broma o un intento de ridiculizar según que teorías astronómicas, fueron sus rivales los que realmente sufrieron un golpe a su prestigio, al demostrarse que habían copiado directamente lo que el Sun decía, sin comprobar fuente alguna, algo que podría extenderse por tanto a otras noticias. Al final fueron ellos quienes vieron como sus ventas sufrían un descenso.

Algo que hoy día vemos constantemente, con noticias copiadas tal cual de las agencias de noticias, sin filtro alguno que ponga a prueba su veracidad, y que en ocasiones lleva a la publicación de artículos no demasiado lejos del absurdo de 1835. Una lección que, desgraciadamente, nadie aprendió. En ese aspecto bién puede decirse que seguimos en La Luna.

El primero de los artículos donde se narraban los supuestos descubrimientos lunares de Herschel. Después de el llegarían otros aún más extraños.

The Great Moon Hoax of 1835

El gran fraude de la Luna (1835)

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