La misión IBEX desvela la presencia y forma de la heliotail, la cola de partículas que el Sol deja tras de sí en su movimiento alrededor del centro galáctico.
Las fronteras finales de nuestro Sistema Solar y el espacio interestelar, allí donde termina la influencia directa de nuestra estrella y comienzan las oscuras calles de nuestra ciudad galáctica, siguen siendo un lugar desconocido, del las que posiblemente sabemos menos que de las galaxias más cercanas a pesar de encontrase a pocas horas-luz de nosotros. De ahí que el viaje de la Voyager 1, que se encuentra cruzando esta última frontera, y al que seguirá la Voyager, es tan importante y está siendo seguida con tanto expectación.
Pero la Voyager 1 no es la única exploradora de la frontera final. Y es que si esta veterana está desvelando nuevas regiones hasta ahora desconocidas ofreciendo mediciones directas de su entorno más inmediato, muy lejos de allí, en las cercanías de La Tierra, el observatorio IBEX está haciendo exactamente lo mismo, pero a un nivel global, profundizando en lo que ocurre en esas oscuras y alejadas regiones de forma indirecta pero igualmente efectiva, hasta el punto de poder considerar a ambas, IBEX y Voyager 1, una misión conjunta, en que cada una ofrecen visiones opuestas pero complementarias.
La capacidad de IBEX de detectar átomos neutros interestelares, que han perdido su carga al colisionar con las partículas que llegan del Sol, por lo que dejan de estar influenciadas por el campo magnético solar y les permite seguir avanzando hacia el interior del Sistema Solar, hasta la misma Tierra, donde algunos son capados por este pequeño observatorio. Esto permite leventar un mapa de lo que ocurre en la frontera final, de como el viento solar interactua con el medio interestelar y la composición química de este último (Hidrógeno, Helio, Neón y Oxígeno), además de permitir delimitar la velocidad de viento interestelar, que sus datos situan en unos 84.000 Kilómetros por hora, ya que la gravedad solar afecta más la trayectoria los átomos más lentos de forma más evidente que a los átomos rápidos.
Una de las hipótesis sobre la auténtica forma de la frontera solar que no era posible provar era la existencia de la Heliotrail. Básicamente que el Sol, como si fuera un cometa, genera su propia cola de partículas en su movimiento orbital alrededor del centro de la Vía lactea.
Y es precisamente esto último lo que los datos reunidos por IBEX los últimos años han permitido demostrar de una forma bastante sólida, desvelando que vivimos en el interior de un auténtico cometa estelar, con una cola no solo extensa sino inesperadamente extraña, girando sobre si misma bajo la influencia del campo magnético galáctico y con 4 lóbulos principales que recuerdan a un trebol de 4 hojas, 2 de ellos formados por partículas rápidas y los otros 2 por partículas de movimiento mucho más lento. Aunque se esperaba descubrir tarde o temprando la Heliotail su complejidad resulta toda una sorpresa para los astrónomos.
Estamos viviendo momentos trascendentales en nuestro viaje hacia la frontera final del Sol, preparando el momento en que nos asomemos por primera vez al océano interestelar. Desde la distancia como hace IBEX y desde la orilla misma de la eternidad, como las Voyager, los últimos velos que esconden el auténtico rostro de nuestro hogar entre las estrellas están empezando a caer.
"IBEX y Voyager son misiones muy complementarios" explica Eric Christian, científico de la misión. "A menudo he dicho que IBEX es como una resonancia magnética, que puede tomar una imagen de entender el panorama general de lo que está pasando, mientras que las Voyager son como biopsias, donde podemos ver lo que está pasando en el área local"
Our Solar System Has a Tail Shaped Like a Four-Leaf Clover: New Findings from IBEX
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