La Tierra es, en comparación a lugares como Marte (por no hablar de los mundos del Sistema Solar exterior) un lugar extremadamente cálido y acogedor, protegido del gélido abrazo de un Universo igualmente gélido por el calor de nuestra estrella. Pero incluso en ella podemos llegar a experimentar el frío más mortífero, temperaturas tan bajas que están más allá de lo que nuestro cuerpo es capaz de analizar y medir, y donde la llama de la vida puede apagarse en pocos minutos de no estar convenientemente protegidos. Los -90 Cº que se llegaron a registrar en los pueblos de Verkhoyansk y Oimekon, en Siberia, o los -89.2 Cº medidos en la base rusa Vostok, en la Antártida, han permecido durante mucho tiempo como los récords negativos conocidos en nuestro planeta. Hasta ahora.
El análisis de los datos acumulados por 32 años de observaciones enviados por diversos satélites de observación terrestre, así como nuevas mediciones, han permitido desvelar que dichos récords fueron superados en decenas de ocasiones cerca de una alta cordillera que se extiende entre Dome Argus y Dome Fuji, dos cumbres que se elevan por encima de la conocida como la meseta antártica del este, y que tuvo su punto más bajo en los -93.2 Cº, detectada el 10 de Agosto de 2010. El recientemente lanzado Landsat 8 también participó en esta investigación, mostrando que la temperatura más baja de 2013 se alcanzó el 31 de Julio, con -90 Cº. Nuevamente por encima, aunque en esta ocasión por poco, del record de la base Vostok, relativamente cerca de la región, e igualando los registros siberianos.
La búsqueda para averiguar qué tan frío que puede registrarse en la Tierra (y por qué) comenzó cuando los investigadores estaban estudiando las grandes dunas de nieve, esculpidas y pulidas por el viento, en la meseta antártica del este. Cuando las examinaron más de cerca, se dieron cuenta de las grietas en la superficie de la nieve entre las dunas, posiblemente creados cuando las temperaturas invernales cayeron hasta tal punto que la capa de nieve superior se fracturó. Esto llevó a los científicos a preguntarse cuál era el rango de temperatura de esa región, y por ello a la caza de los lugares más fríos utilizando datos de dos tipos de sensores de satélites.
El Moderate Resolution Imaging Spectroradiometer (MODIS) y el Advanced Very High Resolution Radiometer (AVHRR) de los satélites Terra y Aqua, así como de otros satélites de la National Oceanic and Atmospheric Administration, pueden medir la radiación termal emitida por la superficie del planeta, incluida aquellas zonas realmente gélidas. Así, el escaneo de esta región antártica, además del análisis de datos anteriores, revelaron pronto que en las noches serenas del Invierno antártico, sobretodo si estas condiciones de tranquilidad se extienden varios días, las temperaturas se desplomaban en un tramo de 620 kilómetros de la cordillera que se extiende entre Argos y Fuji. El Thermal Infrared Sensor (TIRS) del Landsat 8 permitió delimitar los puntos donde se producen las temperaturas más bajas del planeta.
"A causa de que el aire puede estar estancado durante largos períodos, sin dejar de emitir calor hacia el espacio, se obtiene las temperaturas absolutas más bajas que somos capaces de encontrar", explica Ted Scambos, que lideró esta investigación."Sospechamos que estaríamos buscando un sitio mágico que tiene mucho frío, pero lo que encontramos fue una gran franja de la Antártida a gran altitud que alcanza regularmente estas bajas temperaturas récord".
Este estudio no solo revela estas hasta ahora desconocidas condiciones en la Antártida, sino demustra la capacidad de los satélites de observación terrestre, especialmente el nuevo Landsat 8 y su sensible instrumento TIRS."Lo que tenemos en órbita alrededor de La Tierra en este momento es un sensor muy preciso y consistente que nos puede decir todo tipo de cosas sobre cómo la superficie terrestre de nuestro planeta está cambiando, cómo el cambio climático está afectando a la superficie, los océanos y las zonas heladas del planeta" explica Scambos."La búsqueda de las zonas más frías en la Tierra es sólo el comienzo de los descubrimientos que vamos a ser capaces de hacer con Landsat 8".
En un mundo con temperaturas medias de +15 Cº el continente blanco parece casi como un pedazo de otro mundo, gélido, hostil y extraño, puesto en nuestro cálido planeta, una extensión de hielos interminables sumergidos en noches eternas, días donde el Sol no se pone durante varios meses, con la vida aferrándose en sus bordes mientras la más extrema soledad domina sus llanuras y montañas, que tiempo atrás, hace millones de años y como consecuencia de la deriva continental, que situaba este continente en latitudes más bajas y tropicales, disfrutaron de climas mucho mas cálidos y acogedores. El eco de aquella epoca duerme hoy bajo un manto de hielo de varios Kilómetros de espesor. Todo un gélido recordatorio de que nada es para siempre.
La flota de satélites de observación terrestre de la NASA y otras agencias permite un amplio seguimiento de las cambiantes condiciones de nuestro planeta.
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