No fue una explosión devastadora, como demuestra la ausencia de una onda sónica, lo que ocurrio sobre los cielos de Florida a las 16:38 UTC del 28 de Enero de 1986, sino algo mucho más silencioso pero igual de mortífero...en ese momento, y apenas 73 segundos después de despegar, el trasnbordador Challenger practicamente se vaporizaba en el aire por la ignición catastrófica del combustible del deposito principal. Y con el se llevó las vidas de sus siete tripulantes.
Eso ocurrió hace 25 años, en una de los mayores desastres de la historia de la carrera espacial, que condicionó para siempre el futuro de los transbordadores espaciales y dejó al descubierto las terribles deficiencias y imperdonables presiones a las que se sometía a los técnicos de la NASA para mantener un ritmo suficiente en sus vuelos como para hacerlos rentables. El Challenger fue, y quizás eso es lo peor, la crónica de un desastre anunciado, que habría sucedido tarde o temprano, es este vuelo o en los siguientes.
La causa última del fatal accidente fue el fallo de una de las juntas tóricas que sirven para fijar las diversas secciones que componen cada uno de los dos cohetes auxiliares, sellarlas y asegurar su estanqueidad, de forma que los gases ardientes no se escapen...algo que no ocurrió ese día, con una noche anterior al accidente especialmente fria que no permitió que se cerraran bien y se produjo un fatal escape de gas en la parte inferior del impulsor derecho. Este perforó la parte inferior del deposito principal a los 64 segundos del lanzamiento y dio lugar a una fuga de Hidrógeno y los acontecimientos se precipitaron hacia su inevitable conclusión:
1- La sujeción inferior del acelerador derecho se rompe y queda fijado sólo por su parte superior.
2- A los 73 segundos se detecta una masiva fuga de hidrógeno del depósito, señal de que éste se está rompiendo.
3- Por el principio de acción-reacción la fuga de Hidrógeno produce un impulso hacia adelante en el depósito.
4- El depósito de Hidrógeno choca contra el de Oxígeno. Además, el acelerador derecho choca contra la zona existente entre los dos tanques. Como resultado de estas dos acciones, se produce una fuga masiva de Oxígeno.
5- El Hidrógeno y el Oxígeno del depósito principal entran en ignición.
6- El sistema de control de reacción del transbordador se rompe y el combustible (Hidracina) se mezcla con el carburante (Peróxido de Nitrógeno), produciéndose una explosión del sistema.
7- El transbordador empieza a moverse sin control, lo que volando a velocidades supersónicas (Mach 1,92) implica una desaceleración brutal de hasta 30 Gs. El Challenger se desintegra a 16 km de altura.
8- A los 110 Segundos se activa desde tierra la orden de autodestrucción de los dos aceleradores laterales, que habían sobrevivido, incluido, paradojicamente, el causante del desastre.
9- La cabina del Challenger, que había sido expulsada intacta, colisiona a más de 300 Kilómetros/Hora contra el Océano Atlántico, unos 165 segundos despues de la desintegración del Challenger. Aunque es probable que alguno de los tripulantes sobreviviera a la destrucción inmediata(lo que parece probable pues se detectó la activación de al menos tres de las máscaras de aire disponibles), no tenian posibilidad alguna de sobrevivir a la colisión final.
La investigación posterior, encargada por el presidente Reagan, sacó a la luz todo el cúmulo de despropósitos que prepararon el camino del desastre...las famosas juntas tóricas, que se reutilizaban tras cada lanzamiento junto con los propios cohetes impulsores, ya habían dado problemas en vuelos anteriores, en especial durante el del Discovery el 24 de Enero de 1985, cuando los gases calientes erosionaron una de ellas y se quedaron a solo un milímetro de perforarla por completo. Un milímetro separó en esa ocasion de vivir una tragedia. El Challenger no tendría tanta suerte.
La ausencia de decisiones firmes sobre el problema, las presiones para seguir adelante, la decisión de la NASA de autorizar el lanzamiento a pesar de las advertencias del peligro ante las condiciones climáticas de frío extremo y la negativa de la contratista Morton Thiokol, constructora de los cohetes impulsores, a escuchar las advertencias de sus propios ingenieros ante lo que consideraban un defecto potencialmente catastrófico en las juntas tóricas hacia inevitable el desastre...fue el Challenger como prodría haber sido cualquiera de los otros. Un cúmulo de desaciertos y decisiones irresponsables llevaron a un desenlace inevitable.
El accidente, claro está, implicó fuertes cambios internos en la NASA, se afronto la solución de los problemas técnicos causantes últimos de la tragedia, que dejaría a los transbordadores en tierra durante 32 meses, se volvieron a utilizar los sistemas alternativos de lanzamiento de satélites, y se construyó un sustituto al desaparecido Challenger, el Endeavour. Una limpiza y restructuración a gran escala que no fue, sin embargo, capaz de arrancar del todo los malos vicios instaurados y que llevaría al desastre del Columbia, 17 años después...
La vida de los astronautas Francis "Dick" Scobee, Michael J. Smith, Ronald McNair, Ellison Onizuka, Gregory Jarvis, Judith Resnik y Christa Corrigan McAuliffe se apagaron ese 28 de Enero de 1986, en un doloroso recordatorio de que alcanzar las estrellas encierra siempre el riesgo de un viaje sin retorno...pero el ser conscientes de ello y a pesar de todo seguir adelante sin vacilar es lo que hace grandes a todos esos Hombres y Mujeres que, a lo largo de los últimos 50 años, han convertido en una realidad ese viejo sueño de la Humanidad. Seguir adelante y no abandonarlo nunca es la mejor manera que tenemos de honrar su memoria.













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