Los asteroides han pasado de ser pequeños cuerpos celestes casi ignorados por la exploración interplanetaria robótica, cuerpos reservados a los observadores terrestres y cuyo único interés era la potencial amenaza que podrían representar para la Tierra, a un primer plano científico. Ahora se les ve como auténticos fósiles del Sistema Solar que podrían dar información de valor incalculable sobre el nacimiento y evolución de nuestro propio planeta (por ejemplo, con la posibilidad cada vez más reforzada de que fueran ellos los que trajeron el agua que hoy día lo cubre en gran medida), representar puntos de paso y reabastecimiento para futuras misiones al espacio profundo, y hasta estar ya en el punto de mira para una hipotética explotación minera. Y evidentemente, y es lo que se hereda de tiempos pasados, la preocupación por aquellos que se nos acercan más de lo deseable.
Esto último es el objetivo del proyecto AIDA (Asteroid Impact and Deflection Assessment), un programa de cooperación entre la NASA, la DLR (German Aerospace Center) y el OCA (Observatorio de la Costa Azul) que quiere estudiar los asteroides y, en el caso de los NEOs (objetos cercanos a la Tierra), obtener todos los datos posibles para poder diseñar técnicas de desvío de sus órbitas de los que presenten una amenaza real para nuestro planeta. Y esto tomará forma en un ambicioso proyecto, formado por dos vehículos principales: La sonda DART por parte la los EEUU, y la sonda AIM por parte de Europa.
Con el objetivo puesto en el asteroide Didymos y su luna Didymoon, DART (Double Asteroid Redirection Test) realizará un viaje suicida como una sonda de impacto, colisionado a una velocidad de 6 Kilómetros/segundo contra esta segunda. El objetivo es poner a prueba una técnica de desviación de trayectoria llamada impactador kinético. Dicho de forma sencilla, si una colisión de esta magnitud podría alterar lo suficiente la órbita de un asteroide de parecida masa que se encontrara en camino a un encuentro no deseado con nuestro planeta. Y cuando eso ocurra AIM se encontrará (si recibe luz verde por parte del Consejo de Ministros de la agencia, el próximo mes de diciembre) en posición para observar, en primera, fila todo lo que ocurra, tomados datos e imágenes del resultado. Será el testimonio que nos dirá si el sacrificio de DART sirvió para algo.
Pero AIM será mucho más que eso, como explica Ian Carnelli, su jefe de misión:"Representa una novedad en las misiones de la ESA porque está combinando tres conjuntos de objetivos (tecnología, desviación de asteroides y ciencia) al mismo tiempo que intenta demostrar que podemos hacer misiones más pequeñas en el espacio profundo a costes más bajos, si hacemos uso de las muchas tecnologías y cargas que están ya en desarrollo en Europa en diferentes programas".
Y es que estamos ante una sonda compleja, ya que la acompañarán diversos pasajeros. El módulo de aterrizaje Mascot-2 (el 1 vuela actualmente a bordo de Hayabusa 2), que buscará descender a la superficie de Didymos de manera similar a como Rosetta hizo con Philae, además de dos o más cubesats, que tendrán como meta demostrar la comunicación entre todos ellos y la comunicación óptica bidireccional con el control de misión en la Tierra. "Las capacidades en rápida evolución de los cubesats están abriendo la puerta a varios escenarios de exploración que, hasta ahora eran impensables, nuevos medios de explorar nuestro Sistema Solar. Esto incluye la Luna. La ESA está a punto de estudiar cómo un concepto de una nave nodriza y pequeños cubesats pueden usarse para afrontar difíciles objetivos de exploración lunar". Todos esto mientras, como hizo la Deep Impact, monitorizará la llegada e impacto de DART contra Didymoon, la luna de Didymos.
Es una misión de prueba tecnológica, pero evidentemente también hará mucha ciencia, ya que los astrónomos no quieren perder la oportunidad de estudiar a fondo un cuerpo celeste doble de este tipo. "Al visitar un asteroide binario y estudiar su estructura interna, AIM revelará , de una vez por todas, cómo se forman estos cuerpos, lo que está profundamente unido a las teorías que describen los procesos subyacentes de la formación del nuestro Sistema Solar y de anillos planetarios como los de Saturno", explica Carnelli, que añade que "hasta ahora, no se ha logrado ninguna medida para comprender esa formación de los asteroides o para desvelar su estructura profunda. Se han desarrollado varias teorías, cada una con diferentes resultados. AIM arrojará luz, por fin, sobre esos modelos y también permitirá predecir la población total de asteroides".
AIM afrontará su calendario apretado, ya que deberá lanzarse en Octubre de 2020 para alcanzar el sistema de Didymos en Junio de 2022 y acudir a su cita con DART. Si todo sigue el camino previsto dentro de 6 años seremos testigos de una misión interplanetaria espectacular.
AIM, una misión que vale como mínimo por 4: Sonda, módulo de aterizaje y dos (como mínimo) Cubesats.
Así es AIM, la misión de impacto en un asteroide
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