Los telescopios MEarth (agrupados en dos conjuntos de 8 situados cada uno en un hemisferio) están armados con un sofisticado algoritmo que les permite actuar de forma autónoma, saltado de estrella en estrella a un ritmo de decenas cada noche, buscando signos de debilitamiento en la luz de cualquiera de ellas que puede delatar que está teniendo lugar un tránsito planetario, cuando un exoplaneta en órbita alrededor de alguno de estos lejanos soles cruza por delante de el visto desde la Tierra. Todo de forma independiente de cualquier intervención humana. Cada uno de ellos decide por su cuenta que estrella analizar cada momento, analiza posibles señales y determina si alguna de ellas es lo suficientemente interesante para centrarse en ella en exclusiva. Su baile, visto en conjunto y de forma acelerada, es cuanto menos hipnótico.
El 11 de Marzo, al tercer telescopio de MEarth-Sur (situado en Cerro Tololo ,La Serena, Chile) le llamó la atenuación de la luz en una de estrellas objetivo. En tiempo real, el algoritmo analizó los datos, calculó que podría ser desde el tránsito de un exoplaneta, y decidió centrar su atención únicamente en ella. Sus observaciones continuas confirmaron el tránsito, y la cámara que monitoriza este complejo nos ofreció la oportunidad de ver el momento exacto en que descubrimos un nuevo mundo. Podemos ver en el vídeo como cada uno de estos telescopios autónomos seguían su propio camino, cada uno con su propio "baile" de estrella en estrella, hasta que repentinamente, en 0:15 el numero 3 se quedó estático. es el momento en que detectó algo extraño en la pequeña estrella Gliese 1132, situada a sólo 39 años luz de la Tierra. Y decidió quedarse con ella y seguirla a medida que se desplazaba por la bóveda Celeste.
Los datos reunidos gracias a ello han permitido sacar a la luz a GJ 1132b, un mundo rocoso de una masa estimada de alrededor de 1.6 veces la terrestre, de un tamaño parecido a ella, y que por tanto los astrónomos estiman que debe ser rocoso, con mucho el más cercano conocido. No es una Tierra como la nuestra, ya que por su proximidad a su Sol se estiman temperaturas en su hemisferio diurno de unos 226 Cº, demasiado caliente para albergar agua líquida en la superficie, y mucho menos vida tal y como la conocemos, pero lo suficientemente frío como para tener una atmósfera consistente. Es posible que estemos más ante un "gemelo" de Venus que no de nuestro planeta.
Pero está lo suficientemente cerca para que los telescopios actuales y futuros puedan observar la composición y dinámica de su atmósfera, incluido detalles como sus patrones de viento o el color de sus puestas de Sol. "Si encontramos que este planeta caliente ha conseguido aferrarse a su atmósfera durante miles de millones de años, es un buen augurio para el objetivo a largo plazo de estudiar planetas más fríos que podrían tener vida", dice Berta-Thompson, del Instituto Tecnológico de Massachusetts. "Por fin tenemos un objetivo para apuntar nuestros telescopios, y analizar mucho mejor el funcionamiento de un exoplaneta rocoso y lo que le hace funcionar".
Y todo comenzó en el instante que el Numero 3 decidió detenerse en Gliese 1132. Si uno tiene en cuenta todas las circunstancias antes comentadas, el observarlo en acción y ser testigos del momento del amanecer de un nuevo mundo resulta fascinante más allá de las palabras.
Los 8 telescopios robóticos de MEarth-South. Cada uno de ellos sigue su propia rutina, saltando de estrella en estrella, buscando señales en su luz que indique la presencia de un exoplaneta transitando por delante de alguna de ellas.
El planeta GJ 1132b orbita una estrella que apenas tiene 1/5 parte del tamaño del Sol, entrando en la categoría de Enana Roja, el tipo más común de estrella. El exoplaneta recibe 18 veces más radiación que la Tierra al situarse mucho más cerca que nosotros del Sol, y como consecuencia su rotación es más que probable que esté anclada, con un hemisferio siempre mirando a su estrella y otra siempre en la oscuridad.
Un planeta como la Tierra en una estrella cercana
The MEarth Project
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