El 12 de Noviembre de 2014 la Humanidad aterrizó por primera vez en la superficie de un cometa. Nada fue como estaba planeado, y una serie de desafortunados acontecimientos que impidieron que pudiera permanecer estable en el punto elegido, al fallar todos los sistemas que debían asegurarla a la posición e impedir que saliera despedida de nuevo, fueron seguidos por un último golpe, esta vez de buena fortuna, dándole una oportunidad de cumplir su misión en unas circunstancias donde parecía inevitable su total fracaso. Y ahora sabemos hasta que punto fue colosal la suerte final que, como compensado toda la mala suerte inicial, tuvo Philae pese a todo. La más reciente reconstrucción de como ocurrió lo hace más que evidente.
"En retrospectiva, un año más tarde, y viendo esta película, me asombra lo afortunados que fuimos!", explica Jens Biele, el principal autor del primer artículo científico relacionado con los sucesivos impactos del lander."Pero hemos aprendido mucho sobre las propiedades mecánicas de la superficie con estos rebotes, y Philae finalmente aterrizó en un terreno interesante donde nunca hubiéramos atrevido a aterrizar en el primer lugar!".
Philae contaba con tres métodos para fijarse al cometa: tornillos, arpones y un pequeño motor para "empujarla" hacia abajo y compensar el retroceso de estos primeros al activarse. Pero nada de eso funcionó: Los tornillos habían sido diseñados pensando que la superficie de 67P sería relativamente blanda, pero el terreno en Agilkia resultó ser demasiado duro. Los arpones, que habrían sido capaces de anclar el módulo a un terreno duro no se dispararon ("pensamos que el problema fueron los cuatro ‘puentes explosivos’ responsables de detonar los arpones, o el explosivo en sí, que se podría haber deteriorado durante el viaje", explica Stephan Ulamec, del Centro Aeroespacial Alemán) y el motor no se pudo activar, algo que ya se sabía incluso antes de separarse de Rosetta.
Lo que vino después sería un caótico viaje de 2 horas de duración, con una Philae girando de forma descontrolada, impactando con la superficie y rebotando una vez más, antes de quedar encajada entre una fractura o pequeño valle rocoso a las 17:31:17 UTC en la región de Abydos. Un viaje que ahora podemos conocer en detalle después de haberse estudiado todos los datos que registraron sus instrumentos durante estas críticas horas. Especialmente valiosos son del experimento ROMAP, que midió en este tiempo el ténue campo magnético del cometa, y gracias a lo cual se pudo reconstruir la posición y orientación del módulo con respecto a este.
Ciertamente, viendo el resultado, observando como fue el viaje (especialmente en el 2º impacto, que la hizo girar de forma caótica), de haber sabido lo que estaba pasando, todos habríamos dando por perdida la misión. Hoy, más que nunca, entendemos hasta que punto, pese a todas las desgracias iniciales, al final Philae tuvo la fortuna de su lado. Su simple supervivencia,que pudiera trabajar y cumplir el 80% de los objetivos, parece casi un milagro.
Y con un segundo golpe de buena fortuna, ya que si bien su posición final impidió a se taladro llevar material a los analizadores Ptolemy y COSAC, encargados de estudiar la composición del cometa, parte del polvo levantado por el impacto inicial terminó llegando hasta COSAC, y con ello la posibilidad de analizarlo. El resultado, aunque lógicamente no tan profundo como se hubiera querido, permitió detectar hasta 16 sustancias orgánicas, mientras que Ptolemy pudo hacer lo mismo con la tenue atmósfera del cometa. Finalmente, aunque solo fuera durante unas frenéticas 57 horas de actividad, al encontrarse en un lugar donde llegaba muy poca luz solar que le hizo depender de las baterías de reserva que llevaba para afrontar posibles situaciones como esta, en lugar de semanas o meses, pudo cumplir su misión. Podría haber sido mucho más, pero perfectamente pudo haber quedado en nada. Y eso último hay que tenerlo siempre en cuenta.
Incluso si jamás tenemos la oportunidad de reiniciar el contacto de forma definitiva. Durante los fugaces contactos de junio y julio para intentar determinar el estado de Philae tras su hibernación en la superficie del cometa, se descubrió el posible motivo para su ulterior silencio: "Hemos descubierto que uno de sus dos receptores y uno de los dos transmisores podrían no estar funcionando", explica Koen Geurts, responsable técnico de Philae en el Centro de Control del Módulo de Aterrizaje en las instalaciones del DLR en Colonia, Alemania. "Ahora parece que el otro transmisor está teniendo problemas: a veces no se enciende como se esperaba, o se apaga demasiado pronto, lo que significa que probablemente nos hemos perdido alguna oportunidad de comunicarnos con el módulo".
Si lo que falla no es el vehículo propiamente dicho, sino su capacidad de comunicarse pese a estar activo y esperando, poco se podrá hacer para reiniciar el contacto, aunque el equipo Rosetta no se rinde y lo seguirá intentando, al menos hasta finales de Enero, cuando las temperaturas bajaran hasta el punto que Philae se dormirá de nuevo. Y esta vez para siempre.
Imagen del impacto de Philae vista por la cámara Osiris de Rosetta, y del módulo propiamente dicho, proyectando su sombra en la superficie poco después del rebote.
El viaje de Philae, 2 horas afrontando un destino potencialmente catastrófico.
El destino final, y posiblemente las únicas fotografías que jamás, en un futuro previsible, tendremos tomadas desde la superficie de un cometa. Encajonada entre las rocas la falta de luz solar la hizo entrar en hibernación, para despertar al mejorar estas meses después. Pero el fallo de sus sistemas de transmisión es posible que impida retomar las comunicaciones y actividad, aunque la esperanza es lo último que debemos perder.
Rosetta y Philae: Primer aniversario del aterrizaje en el cometa
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