Imaginando la presencia humana en esta luna joviana.
Seguimos nuestro viaje hacia el exterior del Sistema Solar, buscando en los fríos, oscuros, pero, por extraño que parezca, con un potencial biológico más alto que no el de Marte, un posible lugar para instalarnos y convertirlo en nuestro nuevo hogar. Y ahora nos dirigimos hacia Júpiter. No hacia el propio planeta, ya que su superficie más exterior es una furiosa corriente de gases en constante movimiento. Quizás algún día podremos soñar con ciudades flotando entre sus inmensas nubes, pero de momento buscamos algo más sencillo y asequible. Por ello nos dirigimos a una de sus 60 lunas, concretamente a la más famosa de todas ellas: Europa.
La mejor ubicación para nuestra base es sin duda en el hemisferio que siempre apunta hacia Júpiter, ya que Europa, como La Luna (y en realidad como casi cualquier satélite conocido) tiene su rotación atrapada por las mareas gravitatorias de su planeta. Aunque la radiación en la superficie es un serio problema, ya que esta luna se encuentra muy en el interior de los colosales cinturones de radiación jovianos, es en la "cara oculta" donde esta alcanza su mayor intensidad. A pesar de ello debemos tener preparados unos trajes plenamente capaces de protegernos de ella, aunque a la larga parece complicado que no terminara, por muchas precauciones que tomáramos, por afectarnos, incluso con consecuencias fatales. Debajo de la superficie puede existir un cálido océano de agua líquida que sea el hogar de algún tipo de vida, pero lo que se extiende sobre ella es uno de los lugares más mortalmente hostiles que se conocen. Un mundo de extremos, como podemos ver.
Nuestra estancia, por tanto, será limitada, y nuevamente debemos hacer las maletas, no sin antes explorar un poco el lugar, bajo la atenta mirada de Júpiter, que brilla enorme, casi 24 veces más grande en el cielo de Europa que la Luna en el de La Tierra. A diferencia de otros lugares que hemos visitado, el firmamento de esta luna ofrecería por ello un maravilloso espectáculo celeste. Nos costaría no ir levantando nuestra mirada constantemente ante lo que se extiende sobre nuestras cabezas.
La radiación es abrasadora, pero también lo es el frío, con temperatura promedio de -160 Cº cerca del ecuador y -220 Cº cerca de los polos. No le podemos pedir mucho más al Sol, que apenas tiene aquí un 3% del resplandor que tiene en La Tierra. Es suficiente para iluminar el entorno (sigue brillando como miles de Lunas Llenas), pero poco más.
Aparte de la radiación y el frío, existen algunos otros peligros en Europa. Durante nuestra travesía quizás experimentaremos pequeños terremotos, causados por las mareas gravitatorias de Júpiter, y quién sabe si por los movimientos del océano que tenemos bajo nuestros pies. Quizás seamos testigos de la aparición de súbitos geísers, que emergen desde las profundidades rompiendo el hielo. Sería un espectáculo hermoso, aunque seguramente no diremos lo mismo si se desata justo allí donde estamos en ese momento. Igualmente tendremos que vigilar los impactos de pequeños meteoritos y partículas interplanetarias, aunque en realidad no merece el esfuerzo, ya que simplemente ni los veríamos llegar. Caminar por mundos sin atmósfera protectora tiene este factor de lotería meteórica. Como la lotería de La Tierra, es muy difícil que te toque, pero si lo hace de verdad, seguramente no lo olvidarás nunca. Si sobrevives, claro.
Al igual que la Luna de la Tierra, el cielo es eternamente negro y no veremos meteorología de ningún tipo, nada de los fenómenos que vivimos en nuestro azul planeta, en Venus o Marte. Con una gravedad de apenas el 13% de la terrestre, muy parecida a la lunar, Europa no puede retener una atmósfera digna de ese nombre, aunque si dispone de una tenue cobertura gaseosas compuesta de Oxígeno. Nada extraño si tenemos en cuenta de que estamos en un mundo compuesto principalmente de agua helada y donde la radiación solar puede alcanzarla y disociar sus moléculas. Pero es demasiado tenue para pensar ni tan solo en respirarla.
Aunque las mayores promesas de Europa están bajo la corteza, a varios Kilómetros por debajo de nosotros, siguen existiendo zonas dignas de ser visitadas, como "Chaos Terrain", donde el hielo normalmente plano ha sido fragmentada en bloques desordenadas producto, según se cree, del movimiento de las aguas subsuperficiales. Deben estar muy cerca, si su presencia se manifiesta tan claramente, en una forma que recuerda algunas zonas heladas del océano Ártico. Fue esta una de las primeras y más sólidas evidencias observadas por la sonda Galileo en este aspecto, y el que desató la locura astrobiológica por esta luna. Quizás si le dedicáramos tiempo y esfuerzo, podríamos encontrar, atrapado por antiguos flujos llegados desde en interior y ahora congelados, ese "algo más" con que tanto soñamos. Pero eso lo dejaremos para futuros exploradores.
Es hora de seguir el viaje. Europa podría convertirse algún día en un lugar escrito en letras de Oro en la historia de la Humanidad cuando, en un futuro aún lejano, exploradores robóticos logren alcanzar su océano de agua líquida, pero es tan hostil a la vida (al menos la que no sea la suya propia) en la superficie que lo debemos descartar como nuevo hogar, aunque seguramente muchos astrobiólogos sueñan con llegar hasta ella. Nuestra mirada está hora centrada en Saturno. En una semana llegaremos hasta el, tiempo suficiente para elegir una de sus lunas. ¿Quizás Titán, el mundo con ríos, lagos y océanos de Metano líquido?¿Puede que Encelado, con inmensos geísers de vapor de agua y, junto con la que dejamos ahora atrás, con enorme potencial biológico? ¿Alguna de las otras, puede que no tan espectaculares pero igualmente llenas de misterios? Pronto lo sabremos.
Viviendo en Europa.
Viviendo en otros mundos del Sistema Solar: Mercurio
Viviendo en otros mundos del Sistema Solar: Venus
Viviendo en otros mundos del Sistema Solar: La Luna
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Living on Other Planets: What Would It Be Like?
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