jueves, septiembre 01, 2016

Allí donde el cielo se desploma

La atmósfera de Ío se colapsa diariamente al entrar en la sombra de Júpiter.

Es una luna única, que destaca pese a formar parte de un Sistema Solar lleno de lunas únicas. No mayor que la nuestra, está sometida a unas mareas gravitatorias que ningún otro mundo conocido soporta, y por muestra una actividad volcánica desatada, espectacular. Sus volcanes son inmensos, con erupciones que pueden ser detectadas desde la Tierra. Es algo hermoso, pero al mismo tiempo aterrador, ya que es la manifestación de su "sufrimiento", de hasta que punta soporta tensiones internas terribles que se insuflan una vida geológica que en otras circunstancias ya debería haberse apagado. En eso la mayor parte de las grandes lunas de Júpiter y Saturno se parecen. Son eternamente jóvenes gracias a la fuerza vital que estos les entregan.

Aunque eso lo sabemos ahora. Antes de la llegada de las primeras sondas la idea dominante es que Ío, el protagonista de esta historia, sería algo parecido a La Luna, antiguo y lleno de cráteres. Y lo mismo para sus compañeros. Solo algunos visionarios defendían que la realidad podía ser muy diferente, y el tiempo les dio la razón. Las grandes lunas jovianas fueron una sorpresa, una maravillosa sorpresa. Y los volcanes aún lo serían más. No era para menos, ya que fueron los primeros descubiertos fuera de La Tierra.

Desde entonces, y sabiendo ya que tenemos que buscar, el estudio de Ío continúa. El resplandor de sus volcanes son un imán irresistible para los telescopios terrestres, especialmente en el espectro infrarrojo. Pero esta luna guarda aún muchas sorpresas. Y la última de ellas tiene que ver con su atmósfera. ¿Podemos imaginarnos un mundo donde cada día, durante dos horas, el cielo literalmente se cae sobre nosotros? O dicho de otra forma, ver como la atmósfera se congela y se precipita cuando llega la oscuridad, para "despertar" poco después al regresar la luz? Pues esto es precisamente lo que ahora sabemos que ocurre en la luna volcánica: La atmósfera de dióxido de azufre de Ío prácticamente desaparece cuando se oculta la luz del Sol para volver a reaparecer cuando sale de la sombra de Júpiter.

"La variabilidad de la tenue atmósfera de Ío ya era conocida, y no sabíamos si se debía a la actividad volcánica o a un equilibrio térmico con la superficie, es decir, a un intercambio de gas con la superficie", apunta Miguel Ángel López Valverde, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía que participó en este estudio. Los datos ofrecidos por el telescopio Gemini North de ocho metros de diámetro, que ha podido monitorizar un eclipse por primera vez, nos ofrece por fin la respuesta: Cada día, y durante dos horas, la sombra de Júpiter cubre la pequeña luna y su temperatura cae de los -148 Cº a los -168 Cº. Esto provoca que el dióxido de azufre que forma la atmósfera se congele y deposite sobre la superficie, para sublimar de nuevo cuando termina el eclipse y la luz calienta nuevamente la superficie.

"Hemos comprobado que se pierde el 80 % de la atmósfera hasta que Ío sale del eclipse. Esto ha sido toda una sorpresa, porque nunca habíamos observado un colapso atmosférico de estas características, que nos ha permitido además zanjar el viejo problema: La atmósfera no está directamente formada por gases volcánicos, sino por la sublimación de los hielos en superficie. El ciclo puede ser bastante repetitivo, alterado por aportes de los volcanes, que no son del todo despreciables". Io es ciertamente un lugar extraño, hostil hasta niveles inimaginables, y donde la famosa expresión acuñada en los cómics de Asterix, "lo único que teme es que el cielo caiga sobre nuestras cabezas" es más cierta que ningún otro lugar.
 
La explosiva Io, cuyo corazón se mantiene en eterna actividad por la vida que le inyecta las mareas gravitatorias jovianas, pero que esconde muchas otras sorpresas.

Los volcanes de Ío, los mayores conocidos y que dejan pequeños a los terrestres, son la característica más famosa de esta luna, y el primer cuerpo celeste fuera de la Tierra donde se descubrieron. 
 
No en Ío, jefe, no en Ío..

La sombra diaria de Júpiter colapsa la atmósfera de Ío

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