Sería faltar a la verdad decir que se tenía confianza en ella, de que cuando la compañía fundada por por Elon Musk hizo acto de presencia y anunció sus ambiciosos planes futuros todos consideramos que era una apuesta seguro, o al menos con grandes posibilidades de ser una realidad. Bien al contrario, casi todos, y el que aquí escribe se incluye, recibimos la noticia con un compresible escepticismos.¿Una compañía privada que buscaba tener sus propios cohetes lanzadera, sus propios vehículos orbitales, de ser capaz no solo de poner en órbita todo tipo de satélites, sino de ofrecer un servicio de transporte de suministros a la ISS? Y todo ello abaratando costes, con la mirada puesta en la idea de desarrollar cohetes capaces de regresar de una pieza y aterrizar por si mismos, listos para ser reutilizados de nuevo? No es que no existieran previamente en el sector espacial, pero eso era ir mucho más allá. Casi recordaba a aquellos escenarios de ciencia-ficción donde son compañías y no agencias espaciales públicas, las que navegaban, con sus propias naves, por el océano interestelar.
Era inevitable pensar que era más marketing que realidad, promesas espectaculares que eran solo eso, y que difícilmente irían mucho más allá de simples proyectos, algunas ilustraciones planos y más de un vídeo promocional, tan bonito como vacío. Cuan equivocados estábamos.
El pasado 27 de Marzo Space X lanzaba un nuevo Falcon 9. Esta vez la misión principal consistía en poner en órbita de transferencia geoestacionaria el Thaicom 8, un satélite de comunicaciones de 3,1 toneladas de la operadora Thaicom, y con el cual podrá ampliar sus servicios en el Sudeste Asiático. Una vez dado el impulso inicial, la primera etapa del cohete inició su descenso controlado hacia el Atlántico. No hacia sus aguas, sino hacia un punto en la inmensidad oceánica, la barcaza robótica Of course I still love you. Y nuevamente, y ya van 3 veces, aterrizó en ella de una pieza. Más importante aún, las dos últimas en circunstancias, a causa de la trayectoria e impulso necesario para lanzar su carga, que ponían las opciones de lograrlo justo en el límite. Y lo lograron. Han convertido algo espectacular en algo rutinario, y eso es maravilloso.
Space X apunta más alto: Su nuevo lanzador Falcon Heavy y la futura y tripulada Dragon V2 son los más próximos. Pero aún más increíble son sus planes para lanzar misiones a Marte, la primera tan pronto como en 2018, como parte de un proyecto más grande y aún envuelto en el secretismo conocido como Mars Colonial Transporter. Hace unos años, muy pocos en realidad, tales anuncios solo habrían producido incredulidad y hasta burlas. Ahora, después de tantas "bofetadas" a los críticos, haciendo realidad una tras otra sus proyectos, solo nos queda esperar expectantes lo que nos tienen reservados. Siempre razonablemente y saludablemente escépticos, pero ahora con un "aunque quizás sea verdad..." por delante. Por si acaso.
Así funciona el Falcon 9 y su sistema de recuperación.
¿El futuro? Quien sabe. En 2018 quizá tengamos la respuesta.
Tres de tres: el Falcon 9 vuelve a aterrizar en el mar (y ésta era de las difíciles)
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