Se las conoce como "runaway", cuerpos estelares que me desplazan mucho más rápido que el resto de las habitantes galácticas, tanto que en muchos casos está ya desligadas gravitatoriamente de la Vía Láctea, destinadas a perderse más allá de sus límites, y convertirse finalmente en un punto de luz rodeadas de la oscuridad más absoluta y profunda, la que se extiende entre las galaxias. Aceleradas por el campo gravitatorio de un cúmulo estelar con el que se cruzaron, o miembro de un antiguo sistema binario cuyo compañero desapareció en forma de supernova, impulsando a su desolada compañera a un viaje hacia la eternidad son las explicaciones más probables para lo que no deja de ser un drama celeste, el de una estrella que nos abandona para siempre.
Nuestro Sol de desplaza alrededor del núcleo de la Vía Láctea a un ritmo moderado, hasta el punto de que no está claro si crea un arco de choque a medida que cruza el espacio interestelar. En comparación, una runaway masiva es como un proyectil, que literalmente comprime y caliente el gas que se encuentra por delante de su trayectoria, generando ondas de choque claramente detectables. Este es el caso la enorme Zeta Ophiuchi (o Zeta Oph), 20 veces más masivas que el Sol y que se mueve a 24 kilómetros por segundo en relación con su entorno. Un ejemplo clásico
Spitzer y Wise, que observan el cosmos en infrarrojo, son ideales para detectarlas, ya que el gas interestelar, comprimido por los fuertes vientos solares de estrella fugitiva, se comprimen, calientan y brillan tenuemente en esta parte del espectro. En realidad son tantas las que aparecen en sus imágenes que muchas han permanecido sin descubrirse realmente , perdidas en los enormes archivos acumulados ya por ambos observatorios. Por ello un grupo de astrónomos se sumergió recientemente en ellos, sacando a la luz varios centenares de estrellas fugitivas, aunque también evidencias de que no todas los identificados como arcos de choque lo son en realidad. Algunos se pueden relacionar con simples nubes de polvo estelar o "guarderías estelares", nebulosas donde se están formando nuestras estrellas.
"Estamos utilizando los arcos de choque para encontrar estrellas masivas y / o fugitivas", explicó uno de los participantes en el proyecto, el astrónomo Henry "Chip" Kobulnicky, de la Universidad de Wyoming. "Estas son nuevos laboratorios para su estudio y responder preguntas sobre su destino y evolución".
Otro grupo de investigadores, dirigido por Cintia Peri, del Instituto Argentino de Radioastronomía, también está utilizando los datos de Spitzer y WISE para encontrar nuevos arcos de choque en el espacio, aunque siguiendo el camino opuesto: Primero buscan estrellas que se conoce que se están desplazando a gran velocidad, para luego buscarlos."WISE y Spitzer nos han dado las mejores imágenes de arcos de choque hasta ahora", dijo Peri. "En muchos casos se habían visto muy difuminados, pero ahora podemos verlos con más detalle, y distinguir algunos nuevos detalles de su estructuras".
Las "fugitivas" nos recuerdan dos realidades. La primera es que las estrellas distan de estar fijas y firmes en sus posiciones actuales, por mucho que solamos llamar "firmamento". Bien al contrario formamos parte de un colosal río estelar en constante fluir, del que nosotros solo vemos un instante a escala temporal cósmica, como los fotogramas aislados de una película, creando una ilusión de inmovilidad es que es solo eso, una ilusión. Y la segunda que es que algunas de ellas, víctimas de las enormes interacciones gravitatorias que tiene lugar en su interior, como gotas de agua expulsadas por una corriente de agua embravecida, son condenadas a un viaje sin retorno hacia la oscuridad y el aislamiento más absoluto.
Ondas de choque brillando en el infrarrojo, vistas por Spitzer y WISE. Muchas de ella son tan tenues que habían permanecido en sus archivos sin descubrirse hasta ahora.
La Estrella de Barnard es un ejemplo cercano, ya que se mueve tan rápido que su cambio de posición es visible en el plano de años y décadas. A diferencia de Zeta, una estrella muy pequeña, una enana roja mucho menos masiva que el Sol.
WISE y Spitzer, los dos observatorios de infrarrojos orbitales protagonistas de esta historia.
Runaway Stars Leave Infrared Waves in Space
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