Los años 1980 y 1981 marcaron nuestra llegada al reino de los anillos. La Pioneer 11 había pasando antes, pero sus instrumentos eran demasiado limitados como para ofrecer resultados relevantes, por lo que la aproximación de las sondas gemelas Voyager 1 y 2, con sus superiores sistemas ópticos y la misma oportunidad de sobrevolar el planeta en dos ocasiones, permitiendo que su trabajo se complementase, llegando una donde no podía hacerlo la otra, marcó un momento clave en la historia de la exploración interplanetaria. Y no decepcionó en absoluto. Sus descubrimientos fueron numerosas, Saturno y sus lunas se convirtieron en lugares que podiamos observar de cerca, y dejó para la posteriodad un inmenso caudal de datos de todo tipo que siguieron ofreciendo novedades mucho después de que ambas se alejaran hacia las profundidades del espacio.
Perom también dejó muchas preguntas sin respuesta, nuevos interrogantes y la sensación de que a pesar de todo apenas habíamos desvelado una muy pequeña parte del total Teníamos que volver, y finalmente, después de una larga espera, Cassini se convirtió en una realidad. Una sonda mucho más ambiciosa que sus predecesoras, superior en todos los aspectos, con una mayor capacidad científica y, lo que es más importante, no sobrevolaría el planeta y seguiría su camino, sino que entraría en órbita alrededor de Saturno, lo que permitirá una campaña de observación que se extendería durante años. Un sueño convertido en realidad para los astrónomos.
A mediados de 2004 llegaba a su destino, y desde entonces, en una actividad sin fin que ya se extiende una década, no deja de enviar nuevas imágenes de sus lunas, lo que está permitiendo levantar mapas globales de sus superficies, algo imposible para las venerables Voyager, que apenas pudieron generar una visión parcial, en ocasiones desde distancias que solo permitían tomar fotografías de baja resolución. En su momento fueron extraodinarias por ser las primeras, pero ahora ya han quedado desfasadas ante el colosar trabajo de Cassini. Una comparación entre los mapas globales generados de Encelado por las Voyager y los ahora publicados de la Cassini, los más extensos y detallados de toda su misión, permite apreciar el gigantesco salto adelante.
Combinando luz visible, tal como lo vería el ojo humano, además de extenderse hacia el ultravioleta e infrarrojo, Encelado muestra en el mapa de Cassini una gran variedad de características geológicas con colores distintivos. Parte del gas y el polvo que se expulsa hacia el espacio por las grandes fracturas situadas cerca del polo Sur regresa a la superficie y la cubre de material fresco. Los tonos amarillo y magenta se cree que se debe a las diferencias en el espesor de estos depósitos. Muchas de las fracturas más recientemente formadas tienen un fuerte brillo en el ultravioleta, y aparecen azulada en estos mapas. Su color podría ser debido a la exposición de hielo granulado, no muy diferente del hielo azul visto en algunos lugares en el Ártico de La Tierra.
En comparación el mapa global logrado por las Voyager es muy limitado, dejando una parte de la luna sin desvelarse, precisamente la más interesante, allí donde surgen los geisers que hacen famosa a Encelado y que no fueron descubiertos por ninguna de las 2 sondas. Fue suficiente, eso si, para revelar a los científicos planetarios que en ella existía algún tipo de actividad geológica, ya que algunas partes de la superficie parecían mucho más jóvenes que las zonas más antiguas, llenas de cráteres, pero al no descubrirse en ese momento que grandes cantidades de partículas de vapor de agua y polvo estaban siendo emitidas desde el Polo Sur, el mecanismo detras de este proceso de renovación parcial quedó como uno de los misterios por resolver.
Cassini, tanto aquí, como en el caso de las otras lunas, especialmente Titán, recogió el legado de las Voyager y lo llevó a un nivel superior y jamás soñados por lo que, en su momento, formaron parte del equipo científico de esas venerables sondas.
El mapa global de Encelado, son las famosas "Rayas de Tigre" en todo su esplendor. Las Voyager no pudieron abarcar la totalidad de la superficie, y entre las zonas "oscuras" se encontraban esas formaciones, claves para entender lo que ocurre en ella. Aunque no está claro que los instrumentos ópticos de estas sondas pudieran haber captado los geísers de haber podido observar el Polo Sur, sin duda habrían ofrecido una pista mucho más clara a los científicos sobre su naturaleza.
Dione, tal como la vieron las Voyager y como nos la presenta ahora Cassini.Los colores más oscuros se cree que se debe a la alteración que las partículas de la magnetosfera de Saturno generan en ella. El hemisferio de avance presenta un colo más claro, ya que está recubierta con polvo helado de anillo E, formado a partir de pequeñas partículas expulsadas desde Encelado.
Jápeto, la luna del Ying y el Yang.
Rea, donde la diferencia entre hemisferios debido a su desplazamiento a través del campo megnético de Saturno es aún más clara.
Tetis. Como en caso anteriores existe una clara diferencia entre el hemisferio de avance, más oscuro, y el resto de la superficie. Nuevamente el efecto de la radiación parece estar detrás de ello.
Saturn's Moons: What a Difference a Decade Makes
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