Han sido días de espera desde el centro de control de la misión, ya que con la sonda en conjunción solar (es decir, al otro lado de nuestra estrella vista desde La Tierra) las comunicaciones estaba muy limitadas y eran poco fiables, impidiendo el envío de nuevos comandos, ya que las señales de radio se pueden ver afectadas por el Sol, y eso podría generar errores potencialmente críticos. Pero recientemente salió de esta situación, normalizándose las comunicaciones y permitiendo a los controladores en tierra afrontar la fase final de su viaje y programar las maniobras necesarias para la siguiente etapa, conocida como de aproximación, en su viaje hacia Ceres, ahora ya a solo 640.000 Kilómetros de distancia, y que se está reduciendo a un ritmo de unos 725 Kilómetros por hora.
"Ceres es casi un completo misterio para nosotros", explica Christopher Russell, investigador principal de la misión Dawn, con sede en la Universidad de California, Los Angeles."A diferencia de Vesta, no tenemos meteoritos vinculados a el para ayudar a revelar sus secretos. Todo lo que podemos predecir con confianza es que nos sorprenderemos". Se cree que los dos cuerpos planetarios son diferentes en algunos aspectos importantes. Ceres se podría haber formado más tarde que Vesta, y con un interior más frío. Las evidencia actuales sugieren que este último sólo conserva una pequeña cantidad de agua, ya que formó antes, cuando el material radiactivo era más abundante, lo que habría producido más calor. Ceres, por el contrario, tiene un espeso manto de hielo y puede incluso tener un océano debajo de su corteza helada.
La inminente llegada a Ceres significa también un éxito espectacular para la propulsión iónica, que se muestra mucho más eficiente que la química, gracias a su capacidad de generar un empuje extremadamente tenue pero que, a diferencia de esta última, puede mantenerse durante largos periodos de tiempo. Una sonda iónica es como un corredor de fondo, que mantiene un ritmo constante que se va acumulando lentamente, acelerando poco a poco (ya que no existe fricción que la frene), terminando por dejar atrás a las sondas convencionales, que dependen de un empuje inicial espectacular y algún posible encuentro planetaria para acelerar. No solo eso, sino que la primera dispone de una capacidad de maniobra imposible para las segundas.
Dawn es el mejor ejemplo de esta tecnología, ya que lleva acumulados nada menos que 5 años de impulsión, afrontando una misión única en la historia: "Orbitar tanto Vesta y Ceres sería verdaderamente imposible con propulsión convencional. Gracias a la propulsión iónica, estamos a punto de hacer historia como la primera nave espacial en orbitar dos mundos inexplorados", explica Marc Rayman, jefe ingeniero y director de la misión. Su azulado impulso está abriendo ahora, como ya hizo anteriormente, las puertas a un nuevo mundo.
Posición actual de la sonda Dawn, ya a menos de 1 millón de Kilómetros de Ceres.
A las puertas de un nuevo mundo.
Dawn Spacecraft Begins Approach to Dwarf Planet Ceres
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