Siguiendo una eyección de masa coronal a través del Sistema Solar.
Como las olas del mar, que avanzan y retroceden, también la exploración espacial avanza por impulsos, con momentos de expansión y otros donde esta entre en una fase más pausada, muchas veces siguiendo los vientos que soplan en cada momento. Actualmente estamos viviendo en la cima de la ola, un momento donde tenemos presencia de sondas tanto en Venus y Marte, como en Júpiter y Saturno, además de las lejanas Voyager y la más reciente y famosa New Horizons. Pronto llegará la hora de que las aguas retrocedan de nuevo, con el final de Cassini, el inevitable de Juno y la reciente despedida de Rosetta. Deberemos esperar hasta ver otra vez nada igual.
Este momento de esplendor, además de aumentar de forma exponencial nuestro conocimiento sobre los habitantes del Sistema Solar, también han ofrecido, en ocasiones de forma inesperada, la posibilidad de estudiar el Sol, no tanto directamente sino a partir de las tormentas que esta desata de forma periódica. Como olas en el océano, las partículas cargadas que estar proyectan hacia el espacio profundo se extienden hasta más allá de Plutón, en lo que conocemos como Viento Solar. Y las diferentes sondas en activo se convierten en observatorios meteorológicos improvisados, completando con sus datos los que se obtienen en la propia Tierra. Nada de estos sería posible sin una presencia tan numerosa, como es sencillo deducir.
Y eso el lo que ocurrió un 14 de Octubre de 2014, cuando una potente erupción solar desató un temporal que alcanzó a nada menos que 10 sondas, desde la Venus Express a la Voyager 2, pasando por la New Horizons, Cassini, Mars Express, Maven y Mars Odyssey, además de Curiosity. La Tierra estaba fuera de la "línea de fuego", pero mientras varios observatorios orbitales (Proba-2 de la ESA, SOHO de la ESA/NASA y el Observatorio de Dinámica Solar de la NASA) se limitaron a ver como esta estallaba con toda su fuerza, la presencia de nuestras enviadas en otros mundos permitió obtener datos únicos, extremadamente valiosos para los estudiosos del Sol, cuyo comportamiento esta lejos de ser comprendido en toda su extensión. "Las velocidades de estas eyecciones a distancia del Sol no es algo que
se entienda demasiado bien, especialmente en el Sistema Solar exterior",
reconoce Olivier Witasse de la ESA, que ha dirigido el estudio."Gracias a la sincronización precisa de numerosas mediciones in situ
podemos comprender mejor el proceso e incorporar nuestros resultados a
los modelos".
Esta combinación ofreció notables resultados. Así, a partir de una velocidad máxima inicial de unos 1.000 km/s calculados
en el Sol, tres días después Mars Express midió una fuerte caída, hasta
los 647 km/s, y al cabo de cinco días esta había descendido hasta los 550 km/s en los datos de Rosetta. A partir de entonces, fue más gradual, registrándose por Cassini una velocidad a 450–500 km/s, un mes después de la eyección.
Tanto Curiosity, como Mars Odyssey, Rosetta y Cassini mostraron una reducción repentina en el número de rayos cósmicos
galácticos, un efecto ya conocido, fruto que cuando pasa una eyección, genera una especie de burbuja
protectora, desviándolos temporalmente. En Marte se observó un descenso de alrededor del 20 % durante un periodo de 35 horas terrestres, mientras que Rosetta captó algo semejante, en este caso con una reducción del 17 % y una duración de 60 horas, y en Cassini fue mucho menor, aunque también más prolongado en el tiempo. Todo esto muestra su ralentización y
dispersión por una región más amplia.
"La comparación del descenso en los efectos de los rayos cósmicos
galácticos debido a la misma eyección en tres lugares con una gran
separación entre sí es toda una novedad. Aunque en el
pasado ya se habían observado estos fenómenos desde distintas
astronaves, no es común que las circunstancias permitan incluir una
región tan amplia tanto dentro como fuera del Sistema Solar, como sucede
en esta ocasión"."Por último, volviendo a la observación prevista inicialmente del paso
del cometa Siding Spring por Marte, los resultados muestran la
importancia de tener en cuenta el contexto de la meteorología espacial
para comprender cómo estos fenómenos solares pueden influir e incluso
enmascarar los signos del cometa en la atmósfera de un planeta".
Vivimos tiempos extraordinarios, una etapa de esplendor que permitió algo que hasta hace unos años habría sido imposible. Pero también es un recordatorio de que estamos llegamos lentamente a su final, como ejemplifica que varias de esas sondas ya no estén entre nosotros, y otras estén a un paso de decirnos adiós. Disfrutemos del momento.
La zona afectada por la tormenta y las diversas sondas afectadas, que permitieron tomar datos únicos.
Uno de los efectos de la tormenta, una disminución de los rayos cósmico galácticos, algo detectado por diversas sondas, más extenso en el tiempo y menos pronunciado a medida que esta se alejaba y dispersaba.
El inicio de la tormenta visto por el observatorio SOHO.
Seguimiento de una eyección de masa coronal a través del Sistema Solar
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