El observatorio espacial Herschel estudió 132 pequeños mundos situados más allá de Neptuno. Durante décadas Plutón marcó el límite último del Sistema Solar conocido, un mundo extremadamente pequeño, más que nuestra Luna, pero a pesar de ello y de su extraña órbita, tan elíptica que en algunos momentos se situaba más cerca del Sol que Neptuno y tan inclinada con respecto al plano de la elíptica que casi parecía un cuerpo extraño en la familia, se le consideró el 9º planeta. Hasta que la oscuridad que se extendía más allá se desvaneció ante los avances de la tecnología de observación y donde parecía no haber aparecieron decenas de nuevos mundos, con como mínimo uno de ellos, Eris, tan grande como el propio Plutón. Había nacido la familia de los transneptunianos o TNO, en la que este último fue incluido como uno más, perdiendo con ello su antigua y brillante categoría planetaria, al menos de momento. Los TNO, que habitan las tinieblas que se extienden más allá de Neptuno, son cuerpos especialmente gélidos, con temperaturas del orden de los
-230°C, pero esta característica es precisamente la que los hacia visibles para el observatorio Herschel, equipado con detectores en las
bandas del infrarrojo lejano y de las ondas submilimétricas, registrando la emisión térmica de 132 de estos objetos
transneptunianos durante sus casi 4 años de misión. Esto permitió determinar las dimensiones y los albedos (la
fracción de la luz solar que refleja su superficie) de todos ellos, siendo esto último especialmente importante a la hora de intentar deducir la naturaleza de sus respectivas superficies, un auténtico trabajo de detectives a distancia, muy dificil de conseguir de cualquier otra forma. El
gráfico superior presenta una comparativa de solo algunos de los objetos observados
por Herschel, organizados para poner de manifiesto estas dos
características, así como su gran diversidad en ambos aspectos, indicando un albedo bajo (marrón) una
superficie cubierta por materiales oscuros, posiblemente compuestos
orgánicos, mientras que uno albedo alto (blanco) apunta más hacia hacia el hielo puro, aunque en realidad ni unos ni otros son tan homogéneos, especialmente en el caso de Plutón, donde lo poco que hemos podido ver de el afinando al máximo la capacidad de nuestros telescopios indica que esta es extremadamente variada. A mediados de 2015, cuando la New Horizons lo visite, tendremos finalmente una visión próxima y precisa de este pequeño mundo, el antiguo planeta más pequeño del Sistema Solar ahora convertido en el mayor de los TNO, y el primero que exploraremos realmente. Plutón, Eris, Haumea, Makemake o Varuna son solo algunos ejemplos de la extensa población de cuerpos celestes que
habitan en esta remota región de nuestro Sistema Solar, más allá de Neptuno, allí donde hace apenas varias décadas no se creía que hubiera nada más, y que ahora llenan los 1.400 TNO conocidos, posiblemente solo una parte de los que aún deben esconderse en la oscuridad.
Los otros mundos del Sistema Solar.
El Observatorio Espacial Herschel de la ESA, que trabajo a pleno rendimiento hasta mediados de 2013, cuando se agotó el impresicindible refrigerante necesario para mantener sus sensores infrarrojos a una temperatura suficientemente baja para ser operativos.
OPALS envía un vídeo completo en alta definición desde la ISS a La Tierra. Imaginemos apuntar con un puntero láser el extremo de un cabello humano desde aproximadamente 10 metros de distancia, y todo eso sin dejar de caminar en ningún momento. Realmente complicado, pero precisamente es esto, trasladado a escala planetaria, lo que se consiguió recientemente en lo que es un nuevo paso adelante para lo que podría ser, en un futuro a medio y largo plazo, el sistema de comunicación que tome el lugar de las tradicionales señales de radio, utilizadas desde el inicio de la cerrera espacial. "La Estación Espacial Internacional es un banco de pruebas para una serie de tecnologías que nos están ayudando a aumentar nuestro conocimiento de cómo operamos en el espacio y nos permiten explorar aún más lejos en el sistema solar", explica Sam Scimemi, director de la división de la ISS en la NASA."El uso de la estación para investigar las formas en que podemos mejorar las tasas de comunicación con las naves espaciales más allá de la órbita baja de la Tierra es otro ejemplo de cómo el complejo orbital sirve como un trampolín para la exploración del espacio profundo". Y desde ahí, a casi 400 Kilómetros de altura con respecto a la superficie terrestre, el sistema OPALS (Optical Payload for Lasercomm Science) envió un saludo a todos los habitantes de nuestro planeta. "Hello, World!" fué el título del vídeo en alta definción de 175 Megas que desde la ISS se envió al able Mountain Observatory en Wrightwood, California, mediante un disparo láser que en solo 145 segundos, y con un pico máximo de 30 Megas por segundo, le permitió transmitir en ese corto periodo de tiempo cada copia de este vídeo-mensaje, que con los sistemas tradicionales habría necesitado más de 10 minutos, por lo que la mejora de rendimiento es más que notable."Es increíble ver este magnífico rayo de luz que llega desde nuestra pequeña carga en la estación espacial", explicó Matt Abrahamson, director de la misión OPALS. "Estamos ansiosos por experimentar con OPALS durante los próximos meses con la esperanza de que nuestros hallazgos conduzcan a capacidades de comunicaciones ópticas para futuras misiones de exploración del espacio profundo".
Los sistemas de transmisión por láser se consideran el futuro de las comunicaciones espaciales, ya que implican una capacidad de transmisión entre 10 y 1.000 veces superior a las señales de radio, que se dispersan rápidamente, reduciendo así su rendimiento y obligando a construir grandes antenas para captar las señales de las misiones interplanetarias en curso, tremendamente débiles. Utilizando haz lásers, cuyo ritmo de dispersión en mucho menor, estas mejoran de forma espectacular, pero en contrapartida necesitan una precisión a la hora de orientarse muy superior. La recientemente desaparecida LADEE tenía como objetivo tecnológico demostrar dicha capacidad desde la órbita lunar, algo que consiguió con total éxito, abriendo una primera puerta hacia un futuro que ahora la ISS nos pone aún más cerca.
"Hello, World!", el saludo de la ISS a los habitantes de La Tierra.
OPALS o Optical Payload for Lasercomm Science, el siguiente paso del que podría ser el futuro de las comunicaciones espaciales.
Mars Express Visual Monitoring Camera, una curiosa ventana a otro mundo.
Las sondas espaciales están equipadas, como no puede ser de otra forma, de los mejores equipos científicos posibles, con los que puedan cumplir los objetivos que su misión tiene marcados, un esfuerzo técnico que abarca todos los campos pero que es especialmente notable en el campo óptico, donde misiones como Cassini, Mars Reconnaissance Orbiter, MESSENGER o Curiosity, por nombrar las más recientes, nos siguen maravillando con las fotografías que no dejan de enviar a La Tierra. Sin embargo existe una excepción donde con muy poco se está consiguiendo resultados sorprendentes. La Mars Express, la veterana sonda europea en órbita marciana desde 2006, dispone de un espléndido equipo, en especial el radar MARSIS, aunque su cámara principal HRSC no se queda atrás y compite más que dígnamente con la de sus compañeras norteamericanas, como podemos comprobar por las panorámicas que cada cierto tiempo se hacen pública. Sin embargo, casi en el completo anonimato (hasta el punto que está ausente en las listas de muchas webs), encontramos a la desconocida Mars Express Visual Monitoring Camera, también conocida como la Mars Webcam.
Pequeña y con poca resolución (imágenes de 307.200 píxeles de 8 bits cada uno) esta cámara fue incluida en la Mars Express con el único objetivo de fotografíar a la Beagle 2 una vez se hubiera separado de la sonda e iniciado su camino hacia la superficie marciana. De hecho sería a través de ella que la veríamos por última vez, ya que posteriormente desaparecería para siempre después de entrar en la atmósfera marciana. Y la Mars Express Visual Monitoring Camera, una vez cumplida su misión, sería desconectada.
Pero 4 años después, en 2007, sería nuevamente activada, después de comprobarse de que, aunque no se incluyó pensando en esta posibilidad, era capaz de tomar imágenes de Marte. Desde entonces el Mars Express Flight Control Team (y no el equipo científico, por lo que es el único instrumento que no está considerado como tal) la mantiene en activo, acumulando a día de hoy alrededor de 14.000 fotografías, la mayoría de ellas tomadas cuando la Mars Express se encuentra a unos 10.000 Kilómetros de distancia, lo que permite apreciar una vez se observan en conjunto, como si fuera una webcam, los cambios estacionales, climáticos y de iluminación del planeta.
Precisamente por ello recibe el nombre de Mars Webcam, y con justicia se puede considerar la más lejana de todas las que existen.
La pequeña Mars Webcam. Pensada simplemente para dar testimonio de la partida de la Beagle 2 hoy día ofrece un servicio inesperado.
La última vez que tuvimos la ocasión de observar a la Beagle 2, poco después de separarse de la Mars Express y dirigirse hacia el olvido. Con ello la Mars Express Visual Monitoring Camera había cumplido su cometido y sería desconectada hasta 4 años después, cuando inició una nueva vida como Marscam.
Nunca hay que olvidar que no estamos ante un instrumento diseñado para la función que hace actualmente, y por tanto no puede compararse con las imágenes que ofrecen la cámara principal. Además los 4 años de inactividad en un ambiente evidentemente hostil pasan factura con la presencia de 2 zonas defectuosas de forma permanente y otras que aparecen temporalmente.
En órbita marciana. La combinación de fotografías enviadas por la Mars Webcam permite reconstruir lo que sería moverse alrededor del planeta, algo que quizás algún día sea realidad para exploradores humanos.
Se le conoce como "The Beast" por su gran tamaño, lo que podría haber representado para La Tierra en caso de impactar directamente contra ella y porque, como esas criaturas monstruosas de las películas de terror, apareció ante nuestros ojos de forma totalmente inesperada, apena 6 semanas antes de que sobrevolara nuestro planeta, lo que significa que incluso de haber dispuesto de la tecnología para desviarlo habría sido demasiado tarde. Todo una lección de lo lejos que seguimos estando, a pesar de todos los avances realizados, de conocer y controlar en su totalidad la población de asteroides considerados potencialmente peligrosos para nuestro planeta. Descubierto en pasado 23 de Abril por el observatorio espacial NEOWISE, que observa el firmamento en el espectro infrarrojo, 2014 HQ124 tiene un diámetro entre los 250 y los 400 Metros, moviéndose a una velocidad de unos 50.000 Kilómetros/Hora con respecto a La Tierra, cuya gravedad, en caso de trayectoria de colisión, habría elevado incluso más, hasta los 64.000 en el momento mismo del impacto. Un auténtico proyectil de gran tamaño que habría generado una detonación (en caso de ser un cuerpo sólido, cosa que no sabemos) de unos 2.000 megatones, suficiente para abrir un cráter de unos 5 Kilómetros de diámetro y generar una onda expansiva que rompería ventanas a 100 Kilómetros de distancia. De ocurrir sobre cualquier gran metrópolis, simplemente sería borrada del mapa, con la pérdida de millones de vidas. No será este el caso, ya que en su momento de mínima distancia, que ocurrá este Domingo, se situará a 1.25 Millones de Kilómetros de La Tierra, pero el recuerdo de lo que ocurrió en Chelyabinsk sigue ahí, a la que ahora se añade un nuevo aviso, el de una bestia aparecida de la nada que nos recuerda que pese a todo ahí fuera, en la oscuridad, siguen viviendo "monstruos", escondidos, invisibles, pero que pueden aparecer ante nosotros cuando menos lo esperemos. Un motivo más, por si aún no teníamos suficientes, para no dudar ni un momento en invertir todo el tiempo y el esfuerzo necesario para encontrarlos, y en un futuro incluso ser capaces de hacerles frente. Las "bestias" no siempre pasarán de largo.
La órbita del recién descubierto 2014 HQ124, cuyos parámetros exactos serán ajustados aprovechando su aproximación a La Tierra, lo que permitirá saber si representa un peligro en un futuro a medio y largo plazo.
Las órbitas de los 1.400 asteroides conocidos que pueden representar un peligro potencial para La Tierra en algún momento. Aunque la sensación de saturación es sin duda exagerada, ya que los espacios son inmensos, no deja de ser un recordatorio de que debemos mantenernos alerta.
Los primeros pasos en el mundo real de la futura exploradora de asteroides.
El ligro pero resistente esqueleto de una exploradora interplanetaria. Así es la primera "manifiestación" física de una sonda que dejará nuestro planeta en 2016 con el objetivo de encontrarse con el asteroide 101955 Bennu, extraer muestras y llevarlas a La Tierra para su posterior análisis en laboratorio, algo que ocurrirá, si todo sigue el plan previsto, en 2023. Y es que una vez completado y aprobada su diseño, y con la luz verde de la Agencia Espacial Norteamericana, en las instalaciones de la Lockheed Martin’s Space Systems Company se inció ya la construcción deOSIRIS-REx, donde poco a poco y aún solo en su estructura básica, está tomando forma.
Las estructuras de los vehículos espaciales, lejos de ser algo sencillo (nada en una sonda lo es realmente) tienen que satisfacer una gran cantidad de requisitos. Como afrontarán un rango de temperaturas extremas, deben estar construidas por materiales con una muy baja expansión térmica, ademas de ser estable incluso cuando se exponen a altas dosis de radiación. Otro requisito es una rigidez lo suficientemente baja para evitar la ruptura durante el lanzamiento, donde debe hacer frente a unas tensiones brutales y una aceleración de hasta 6 G. Finalmente, el material debe combinar dos elementos aparentemente opuestos, por un lado ser muy ligero, para así reducir al mínimo el combustible necesario para el cohete lanzadera, y al mismo tiempo ser lo suficientemente resistente para soportar todos los sistemas de vuelo. La estructura de OSIRIS-RExen concreto está construida con paneles compuestos capas de aluminio intercalado entre hojas de grafito. Este material es de baja densidad, tiene una alta resistencia, y es estable frente a la degradación en el medio ambiente espacial, proporcionando rigidez y baja masa, hasta el punto que una vez completamente ensamblado pesará solo 160 Kilogramos, y a su alrededor se irán añadiendo todos los componentes que, poco a poco, irán dando foma a la sonda, como el depósito de combustible (con una capacidad de 1.700 Kg), que se situará en su corazón, los instrumentos científicos, los componentes de navegación, impulsión y telecomunicaciones, ect.. OSIRIS-REx entrá así en la definitiva fase final, unos meses frenéticos en que, con la vista puesta para mediados de 2016, fecha prevista de su lanzamiento, irá rápidamente adquiriendo su forma definitiva, un tiempo realmente corto si se tiene en cuenta los años transcurridos entre el momento en que fue propuesta y se dibujaron los primeros conceptos. Las cosas, a partir de ahora, irán poniéndose cada vez más emocionantes.
Alrededor del corazón, la estructura de la nave, formada por el cilindro central y las 2 plataformas situadas en ambos extremos, se situarán todos los elementos de la nave, incluido el sistema de extracción de muestras y envío a La Tierra (la cápsula que vemos en la parte superior) o las famosas y en ocasiones problemáticas ruedas de reacción, que permiten maniobrar una sonda sin necesidad de gasto de combustible, y que vemos como 2 elementos circulares en la parte inferior.
La nueva Cosmos sigue su viaje televisivo generando sentimientos encontrados entre sus televidentes, divididos entre los que encuentran que está muy por debajo de la serie original de Carl Sagan y aquellos que ofrecen una valoración más positiva de ella. Pero lo que si es cierto, sea cual sea la posición de cada uno, es que sigue ofreciendo pequeñas joyas que por si sola elevan necesariamente su valoración final. Y una de ellas es esta pequeña animación, donde asistimos a la conversación ficticia (o quizás no) entre el astrónomo William Herschel con su hijo John, que seguiría los pasos de su padre en este y otros campos, quizás inspirado en palabras no muy alejadas de las imaginadas aquí.
- Papá, ¿tú crees en fantasmas?
- Oh, sí, hijo mío. - ¿De verdad? No lo habría imaginado. - Oh, no… No en los fantasmas de tipo humano, no, en absoluto. Mira hacia arriba, hijo mío y observa el cielo lleno de ellos. - ¿Las estrellas, papá? No te sigo. - Cada estrella es un sol tan grande y tan brillante como el nuestro. Solo imagínate lo lejos que te tienes que ir para que el Sol parezca tan pequeño y tan apagado como una estrella. La luz de las estrellas viaja muy rápido, más rápido que cualquier otra cosa, pero no infinitamente rápido. A la luz le lleva tiempo llegar hasta nosotros. En el caso de las estrellas más cercanas, su luz tarda años en llegar, la luz de otras tarda siglos. Algunas estrellas están tan lejos que su luz tarda eones en llegar hasta nosotros. Para cuando la luz de algunas estrellas llega hasta aquí, ya están muertas. De esas estrellas, solo vemos sus fantasmas.
Una historia hermosa, en que nos recuerda que mirar hacia las profundidades del espacio es hacerlo hacia las profundidades del tiempo, fruto de la limitada velocidad de la luz y la inmensidad de un Universo que escapa a nuestra total compresión. Y por encima de todo un ejemplo de como aproximar la astronomía a las nuevas generaciones de una forma atractiva, capaz de despertar un interés que pesados libros llenos de conceptos técnicos difícilmente nunca lograrán. Y es que pocas cosas pueden despertar más el interés de un ñiño que las historias de fantasmas.
Las estrellas más próximas, nuestras vecinas estelares. Pero incluso en su caso vemos fantasmas, imágenes de como eran hace varios años y décadas, no como son actualmente. Incluso nuestro Sol es una imagen del pasado, aunque solo sean 8 minutos.
El escudo de la futura Solar Orbiter supera su mayor prueba. Cualquier explorador interplanetario que en su viaje se aproxime a nuestra furiosa estrella debe estar preparado para soportar temperaturas extremas, con un diseño que le permite afrontar la colosal corriente de luz y radiación que se precipita contra el con una intensidad muy superior a lo que debería soportar en caso de encontrarse en órbita terrestre o adentrándose en las profundidades del Sistema Solar. MESSENGER, actualmente en órbita alrededor de Mercurio, es todo un ejemplo de nave preparada para soportar estas duras condiciones durante largo periodos de tiempo. Solar Orbiter es la nueva y ambiciosa misión de la Agencia Espacial Europea en el terreno del estudio del Sol, un observatorio que se lanzará en 2017 y que se convertirá en el objeto humana que más cerca haya estado nunca de el, a solo 0.284 Unidades Astronómicas de su ardiente Fotosfera, moviéndose por dentro incluso de la órbita de Mercurio. Desde esa posición única y privilegiada, convertido en el primer objeto conocido (dejando de lado ocasionales cometas) en orden de distancia, realizará un seguimiento exaustivo del nacimiento del Viento Solar, aunque para ello deberá afrontar, como es previsible, las condiciones más extremas que una sonda haya afrontado nunca, con temperaturas que, en las partes expuestas a la luz solar, podrían superar los 520º. Diseñar un sistema de protección eficaz es por tanto un elemento central y crítico para hacerla realidad. Y con ese objetivo, a lo largo de este pasado Mayo, una versión del futuro escudo de la Solar Orbiter fue puesto a prueba en las instalaciones de la ESA en Noordwijk, Holanda, donde durante varias semanas estuvo instalado en lo que se conoce como Large Space Simulator, y que como su nombre indica permite simular las condiciones espaciales para tomar datos claves sobre la reacción de los elementos o sondas allí colocados. Durante este tiempo un haz de luz, simulando la intensidad que afrontará la nave una vez en su órbita definitiva (13 veces la que existe en La Tierra), elevó la temperatura hasta los 400 Cº durante todo ese periodo de tiempo, mientras que las partes no expuestas soportaban exactamente lo opuesto, un frío intenso, alimentado por Hidrógeno líquido, que llegó hasta los -170Cº. En el espacio, y sin una atmósfera que transporte y distribuya el calor, las temperaturas entre zonas iluminadas y zonas oscuras experimentan diferencias brutales, más cuanto más cerca uno este del Sol, y que en el caso del escudo de la Solar Orbiter llegará a los cientos de grados Centígrados. Las tensiones que esto genera y la forma de soportarlas es un desafío tan grande o incluso más que el propio calor abrasador a lo largo de los años.
Esta prueba sirvió para confirmar el diseño y que los modelos informáticos térmicos podrán predecir con precisión las temperaturas que experimentará la sonda durante el vuelo, superando así esta prueba crítica y permitiendo que el proyecto avance ahora ya hacia su fase final. La cuenta atrás para la sonda que "tocará" en Sol sigue adelante.
El modelo estructural del futuro escudo de la Solar Orbiter en su viaje simulado al calor y frío extremo. La visión en infrarrojos permite observar las temperaturas a las que tuvo que hacer frente durante esta larga prueba.
El Sol visto desde La Tierra (izquierda) y desde la Solar Orbiter una vez se encuentre en su posición defintiva.
MESSENGER con su escudo térmico, necesario para afrontar una estancia permanente tan cerca del Sol.
Solar Orbiter irá incluso más allá en su aproximación al Sol, y tener un escudo capaz de manejar este ambiente extremo resulta algo vital.
Kepler-10c, una "mega-Tierra" en un sistema estelar de 11.000 millones de años de edad. ¿Que masa puede alcanzar como máximo un planeta rocoso antes de que su gravedad capture tanto gas del entorno que se convierte en un gigante de como Júpiter? Y hasta que punto puede ser antiguo en un Universo que inicialmente era muy pobre de elementos pesados más allá del Hidrógeno y el Helio? Ambas preguntas son claves para comprender en toda su amplitud las opciones de que la vida puede haberse desarrollado en otros lugares del Cosmos, ambas parecían tener respuestas más o menos clara, y ambas han vuelto a ser puestas en cuestión por un nuevo descubrimiento. Y es que se acaba de anunciar el hallazgo de un nuevo exoplaneta, algo de por si que hace tiempo que dejo de ser noticia, pero que tiene algo que lo hace único: Es un mundo rocoso con una masa 17 veces la de La Tierra, algo que los científicos teóricos pensaban que no podría existir, debido a que si fuera tan pesado, su intenso campo gravitatorio capturaría inmensas cantidades de Hidrógeno gaseoso hasta convertirse en un gigante como Júpiter. Sin embargo, este planeta, ahora conocido como Kepler-10c, parece ser sólido y es mucho mayor que las "súper-Tierras" descubiertas anteriormente, lo que lo convierte en una nueva clase de cuerpo planetario que podríamos llamar con toda justicia "mega-Tierra". Kepler-10c se encuentra a unos 560 años-luz del Sol, en una estrella muy parecida a la nuestra, a la que órbita una vez cada 45 días, y fue descubierta por el telescopio Kepler mediante el método de tránsito, lo que permitió calcular el diámetro del planeta, estimado en unos 30.000 km.¿Rocoso o gaseoso? La primera opción manejada es que se trataba de lo que se conoce como un "mini-Neptuno". Sin embargo el instrumento HARPS-North del Telescopio italiano Nazionale Galileo (TNG), en las
Islas Canarias, desveló una inesperada sorpresa, al señalar que Kepler-10c tenía
17 veces la masa de La Tierra, mucho más de lo esperado, por lo que debe tener una composición densa, ser un cuerpo rocoso en lugar de ser gaseoso. Pero más importante que su tamaño colosal está en su edad, igualmente extensa, ya que el sistema Kepler-10 tiene alrededor de 11.000 millones de años de edad, lo
que significa que este planeta se formó menos de 3.000 millones de años después del
Big Bang, lo que significa que el Universo ya era capaz de formar planetas rocosos como La Tierra mucho antes de lo que se estimaba posible, a pesar de que entonces debía ser mucho más pobre en elementos pesados. Repentinamente la línea que marca el límite de antiguedad de mundos como el nuestro parece retroceder aún más en la noche de los tiempos. "El descubrimiento de Kepler-10c nos dice que los planetas rocosos pudieron formarse mucho antes de lo que pensábamos", explica Sasselov, director de la Origins of Life Initiative."Y si puedes hacer rocas, puedes hacer vida".
"Justo cuando crees que lo tienes todo resuelto, la naturaleza te da una gran sorpresa, en este caso, literalmente", explica Natalie Batalha, científica de la misión Kepler."¿No es la ciencia maravillosa?".Y ciertamente, cuando eres testigo del descubrimiento de cientos de mundos, cada uno de ellos desafiando todo lo que creías saber, y un gigante de otros tiempos aparece ante ti para romper los límites que tu mismo, de forma imprudente, habías dibujado, no puedes más que darle la razón.
El Telescopio italiano Nazionale Galileo (TNG) y su instrumento HARPS-North (Buscador de Planetas por Velocidad Radial de Alta
Precisión Norte) es un espectrógrafo de alta resolución diseñado
para detectar y estudiar planetas extrasolares. Es un
gemelo casi exacto del instrumento HARPS instalado en el Observatorio
Europeo del Sur, en el telescopio de 3,6 metros en La Silla, Chile.
Los 13 vuelos de Saturno V, el mayor cohete de la historia hasta la fecha. La NASA está actualmente inmersa en el diseño y la construcción del SLS (Space Launch System), un colosal cohete lanzadera de 100 Metros de altura y con una capacidad de carga estimada inicialmente de 70 Toneladas en órbita baja y que podría alcanzar las 130 Toneladas en versiones posteriores aún más potentes. Muchas sombras rodean al proyecto, especialmente su elevado coste, un ritmo de lanzamiento que sería bastante bajo y unos objetivos que no están nada claros, pero de hacerse realidad asistiremos al despegue de un coloso cuyo tamaño superará a cualquiera de los actuales, rivalizando con otro gigante que hace ya más 4 décadas protagonizó uno de los momentos cumbre de la exploración espacial: Los Saturno V.
Con más de 110 metros de altura y un masa total de casi 3.000 toneladas, podía enviar 118 toneladas a la órbita baja, dejando pequeño cualquier otro cohete construido hasta la fecha y los que vendrían después, protagonizando 13 vuelos en total, todos ellos completados con éxito. Puestos todos juntos, como vemos aquí, permite asistir a su inimaginable fuerza desplegada en todo su esplendor. Ordenados cronológicamente, los 12 primeros fueron lanzamientos del programa Apolo: Los 4 y 6 fueron pruebas sin tripulación, el 9 realizó un viaje a la órbita terrestre para probar el módulo lunar, mientras que el 8 y 10 protagonizaron vuelos alrededor de La Luna, sin alunizar.
A partir de aquí llegan los Apolo 11, 12, 14, 15, 16 y 17, que lograron alunizar y regresar a La Tierra de forma segura, mientras que el 13, como es ampliamente conocido, sufrió un grave accidente durante su viaje, aunque pudo regresar, en uno de los momentos más dramáticos de la historia de la carrera espacial, aunque con uno de los finales más felices.
Finalmente el último viaje del Saturno V se encargó de transportar a la estación espacial Skylab, un vuelo complicado en que esta sufrió graves daños que las tripulaciones que llegaron a ella posteriormente tuvieron que reparar.
La vida de los Saturno V estuvo ligada a la de los Apolo, y con el final de ese programa lunar también llegó el de esos colosos, cuyas mismas dimensiones y su alto coste, especialmente sin tener ya unas metas dignas de tal potencia, hicieron poco sostenibles, por lo que terminaron siendo finalmente cancelados. Toda una lección que esperemos que no se olvide de cara al futuro SLS.
Los 13 lanzamientos del Saturno V desde otro punto de vista.
El despegue del Apolo 11 a cámara superlenta, que permite apreciar la potencia de los Saturno V en todo su esplendor.
SLS, por su tamaño y potencia, es un heredero directo de los Saturno V, recuperando los cohete lanzadera colosales, pero mientras que estos últimos tenían una meta clara estos nuevos colosos no parecen tenerlo tan claro, compartiendo ambos el problema de unos costes de construcción y lanzamiento especialmente elevados.
El 28 de Agosto de 1993 la sonda Galileo se encontraba cruzando la amplia zona que se extiende entre las órbitas de Marte y Júpiter, el conocido como Cinturón de Asteroides por el gran número de cuerpos que se desplazan en su interior y que hasta el viaje de la Pionner 10 se temía que pudiera representar un muro insuperable, no tanto por los de mayor tamaño, que ya se conocían, sino por la posible población de otros muchos más pequeños. Disipado este temor, entrar en el, aunque solo fuera de paso (y siempre sería así hasta le llegada de Dawn), era una magnífica oportunidad de estudiar restos casi inalterados de la formación de nuestro Sistema Solar. Y no la desperdició. Ese día, en su camino hacia Júpiter, Galileo se aproximó a solo 2.400 Kilómetros del gran asteroide Ida, que con sus 31.4 Kilómetros de diámetro es una de los mayores miembros del Cinturón y conocido desde el 29 de septiembre de 1884, cuando fue descubierto por Johann Palisa y recibió el nombre de una ninfa de la mitología griega. Lo suficientemente cerca como para estudiar su compleja geología en profundidad, desvelando detalles hasta ese momento desconocidos, como la correlación entre la caída de meteoritos en la Tierra y su origen en el cinturón de asteroides. Los datos señalaron a los asteroides de tipo S como Ida como la fuente de los meteoritos de condritas ordinaria, el tipo más común que se encuentra en la superficie de la Tierra. Pero el descubrimiento más inesperado sería que Ida disponía de su propio satélite, Dactyl, el primero observado en un asteroide, una pequeña luna de unos 1.6 Kilómetros de diámetro y que se movía a unos 90 Kilómetros de distancia. Los datos recogidos por Galileo mostraron que era espectralmente diferente. Una de las hipótesis es que cada uno de ellos procedía de una parte diferente del cuerpo original de la llamada familia Koronis. Aunque no fue otra cosa que una misión secundaria, una breve etapa en su viaje hacia Júpiter, el encuentro de la Galileo con Ida y Dactyl representó un hito en la exploración interplanetaria al visitar uno de los miembros importantes del Cinturón de asteroides, desvelando que incluso estos pequeños cuerpos celestes puden compañeras de viaje, sus propias lunas brillando en sus oscuros firmamentos. Se abría un camino que después seguirían otras sondas, como NEAR Shoemaker y Hayabusa, y que tendría su conclusión lógica con Dawn, la primera enviada específicamente a explorar los 2 mayores integrantes, Vesta y Ceres.
La capacidad de enviar información de la Galileo era limitada a causa del fallo de su antena principal por lo que el total de imágenes recibidas fue limitado. Las columnas verticales reunen aquellas tomadas en un muy corto plazo de tiempo con diferentes filtros de color. NASA / JPL / Emily Lakdawalla.
Un magnífico trabajo compuesto de 36 imágenes, tomadas a lo largo de 5 horas y desde distancias entre 240.000 y 24.000 Kilómetros, y que permite apreciar como se descubrió Dactyl. Esta apenas parece desplazarse a lo largo del tiempo, lo que se explica por el pequeño tamaño y la baja gravedad de Ida. NASA / JPL / Emily Lakdawalla.