Edoardo Amaldi, el tercer carguero ATV enviado a la ISS como parte del esfuerzo europeo en el mantenimiento de esta enorme estructura espacial y que se mantiene acoplado a ella desde el 29 de Marzo, enciende sus impulsores en una maniobra que hasta el día de hoy nunca habíamos podido observar con tanta claridad. Su objetivo, impulsarla hacia una órbita algo más elevada, nos recuerda una realidad que suele pasar desapercibida cuando la vemos flotar sobre nuestro planeta: La fricción atmosférica sigue presente incluso a esas alturas.
Oficialmente la atmósfera terrestre termina a los 100 Kilómetros de altura, lo que no deja de ser, como es fácil sospechar ante una cifra tan redonda, un límite artificial establecido como referencia. En realidad esta se difumina lentamente y sus últimos vestigios no desaparecen por completo hasta varios miles de Kilómetros de distancia, formando lo que conocemos como Exoesfera. En términos prácticos para la vida esta se extiende desde la superficie a los 8-16 Kilómetros de altura, formando la Troposfera, y donde se concentra cerca del 80% de su masa, pero esta sigue existiendo más allá de dicho límite..hasta abarcar a la propia ISS, a casi 400 Kilómetros de altura
Ciertamente su densidad es insignificante, tanto que las moléculas que la forman apenas tienen contacto entre ellas, pero para cualquier cuerpo en órbita durante largo tiempo la fricción que generan, y cuyo efecto es acumulativo, su presencia en muy real, haciendo que lentamente se pierda altura y se aproxime a las capas más densas de la atmósfera. Lo que tendría consecuencias fatales si no se corrigiera de alguna manera.
Y esto último es lo que hace la ISS cada cierto tiempo en una operación totalmente imprescindible para su supervivencia. Utilizando las Progress rusas para impulsarse la estación orbital se eleva de nuevo, compensando así su caída y recuperando su órbita nominal. Si no lo hiciera hace ya tiempo que se habría precipitado en la atmósfera convertido en una espectacular bola de fuego.
Y esto último es lo que hace la ISS cada cierto tiempo en una operación totalmente imprescindible para su supervivencia. Utilizando las Progress rusas para impulsarse la estación orbital se eleva de nuevo, compensando así su caída y recuperando su órbita nominal. Si no lo hiciera hace ya tiempo que se habría precipitado en la atmósfera convertido en una espectacular bola de fuego.
Las ATV europeas, al igual que las Progress, disponen de sus propios impulsores, y la llegada del Edoardo Amaldi fue aprovechada para realizar tan vital operación. Como vemos en este espectacular vídeo, que nos muestra que consistente no en un único y prolongado encendido de los motores sino en una serie de pequeños impulsos, que pueden parecer poca cosa pero cuyo efecto acumulativo es más que suficiente para elevarla de nuevo
A diferencia de las los caminatas espaciales o la llegada de nuevas tripulaciones esta operación es poco o nada conocida, pero resulta mucho más vital para la supervivencia de la ISS. Y es que, como ocurre en la mayoría de grandes proyectos, es el trabajo silencioso y que ocurre fuera del "escenario" mediático la auténtica razón que la hace posible.
Los cambios en la altura orbital de la ISS, desde finales de 1998 hasta 2009, y que abarca un máximo de 410 Kilómetros y un mínimo de poco más de 330.
La ISS y el transbordador Endeavour, juntos en el espacio. Aunque la atmósfera como tal puede considerase que apenas abarca 100 Kilómetros de altura, en realidad, aunque de forma extremadamente tenue, se extiende miles de Kilómetros en el espacio. A todos los efectos se puede considerar espacio propiamente dicho, y así queda plasmado en fotografías como esta, pero aún así representa un problema para cualquier objeto en órbita baja.
Una maniobra imprescindible
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