El 16 de Julio de 1994 es una fecha marcada en letras de Oro en la historia de la astronomía, el inicio de uno de los acontecimientos más memorables jamás observados en el Sistema Solar por la Humanidad. Ese día, y a lo largo de los 6 siguientes, hasta el 22 de Julio, hasta un total de 20 fragmentos cometarios se precipitaron contra el Hemisferio Sur de Júpiter, en unas espectaculares colisiones cuyo resplandor sería registrado tanto por el Hubble como por todos los telescopios terrestres, en inmensas bolas de fuego mayores que la propia Tierra cuyas señales, en forma enormes cicatrices oscuras, fueron claramente visibles en el rostro del planeta durante bastante tiempo.
Sería este el final del cometa Shoemaker-Levy 9, atrapado en órbita por la gravedad joviana, posteriormente despedazado por las mareas gravitatorias y finalmente, siguiendo la trayectoria de su cuerpo "madre" y en rápida sucesión, desintegrados en las capas altas de la atmósfera de Júpiter, en una muerta tan rápida (la colisión se produjo a velocidades estimadas de 60 kilómetros/Segundo) como espectacular, al mismo tiempo que terrorífica al pensar lo que podría haber ocurrido si hubiera sido La Tierra y no Júpiter el blanco de esta lluvia de destrucción llegada desde las profundidades del espacio.
Hoy, 21 años después, las señales visibles hace tiempo que se desvanecieron, pero las invisibles posiblemente aún permanecen, en especial el agua que formaba buena parte de estos helados viajeros planetarios, y que según se pudo extraer gracias a las observaciones del ya fuera de servicio telescopio espacial Herschel, que mapeo la distribución del vapor de agua en las capas altas de la atmósfera joviana.
Dichos datos indican que su concentración es entre 2 y 3 veces mayor en el Hemisferio Sur, que fue precisamente donde se precipitó Shoemaker-Levy 9, y parece concentrarse en los lugares donde se produjeron los impactos:"La asimetría entre los dos hemisferios sugiere que el agua fue entregada durante un solo evento y se descartan los anillos o lunas heladas como posibles candidatos. De acuerdo con nuestros modelos, el 95 por ciento del agua en la Estratosfera se debe al impacto de un cometa", explica Thibault Cavalié, del Laboratoire d’Astrophysique de Bordeaux.
Una posible explicación alternativa, que el vapor de agua procede de las capas interiores, queda también descartada ya que existe un bloqueo, una "trampa fría" que separa la Estratosfera de Júpiter de las nubes en la Troposfera inferior. Otra, que proceda de la continua caída de polvo interplanetario, también se descartó ya que su distribución, de ser este el caso, sería homogénea."Los cuatro planetas gigantes del sistema solar exterior tienen agua en sus atmósferas, pero puede haber cuatro escenarios diferentes de cómo lo consiguieron. Para Júpiter parece claro que Shoemaker-Levy 9 es, con mucho, la principal fuente, aunque otra externas pueden contribuir también", concluye Cavalié.
Shoemaker-Levy 9 generó un cataclismo en Júpiter, una lluvia de destrucción de proporciones colosales, pero también le entregó una gran cantidad de agua, que aún hoy podemos detectar en las capas altas de la atmósfera joviana. Algo que, debido a su potente campo gravitatorio, debe haber ocurrido muchas veces en el pasado, tanto en su caso como en el de La Tierra.¿Estábamos observando, al seguir los últimos momentos de este cometa condenado, una imagen de lo que ocurrió en nuestro mundo, del origen último de la gran cantidad de agua que llena nuestros océanos?
Los fragmentos de Shoemaker-Levy 9, vistos por el Hubble el 17 de Mayo de 1994, en su camino hacia la destrucción.
Una "lluvia de fuego" se precipitó sobre Júpiter entre el 16 y el 22 de Julio de 1994, y por lo que parecen indicar los datos de Herschel también de agua.
Las huellas de los diversos impactos en las capas altas de la atmósfera joviana, que permiten apreciar su magnitud.
Cometas, mensajeros de muerte y vida.
Jupiter Still Has Water from 1994 Comet Crash
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