El telescopio espacial Hubble observa por primera vez la desintegración de un asteroide. "Es una roca, y verla deshacerse ante nuestro ojos es asombroso", exclama David Jewitt, investigador de la Universidad de California en Los Ángeles (EE UU) y director de esta auténtica investigación "forense" interplanetaria. Y no hay para menos. Hemos sido testimonios en numerosas ocasiones de como un cometa literalmente deja de existir, algo no tan extraño si tenemos en cuenta, además de su composición y órbitas extremadamente elípticas, las fuertes tensiones a las que se ven sometidos cuando se aproximan al Sol, con grandes erupciones de gas que pueden terminar por ser demasiado para estos pequeños viajeros celestes. Pero que ocurra en un asteroide, que no tiene estos condicionantes, resulta mucho más dificil, hasta el punto de que nunca se observó nada parecido. Hasta ahora. P/2013 R3 era un asteroide que fue detectado por primera vez el 13 de Septiembre de 2013 por los sistemas de observación Catalina y Pan-STARRS, mostrando ya en ese momento un aspecto extrañamente difuso. Pocos días después el telescopio Keck en Mauna Kea, Hawaii, revelaba que estábamos antes al menos 3 cuerpos independientes envueltos en una nube de partículas de un tamaño parecido al de La Tierra, que se convirtieron en 10 a través de la superior resolución del Hubble, los 4 mayores de unos 200 metros de diámetro. Cada fragmento de lo que un día fue un pequeño mundo se está separando de sus "hermanos" muy lentamente, a 1.5 Kilómetros/Hora, en un proceso de destrucción que se inició a principios de 2013.
"Es algo muy extraño de observar, nunca habíamos visto nada como esto antes", explica Jessica Agarwal, del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar. "La ruptura podría tener muchas causas diferentes, pero las observaciones del Hubble son lo suficientemente detalladas que en realidad podemos identificar el proceso responsable". La opción del impacto con otro cuerpo se puede descartar por el constante descubrimiento de nuevos fragmentos y la lenta velocidad con la que se están separando, ya que un evento catastrófico de este tipo sería mucho más rápido en todos los sentidos. Igualmente una fractura fruto del calentamiento y vaporización de hielos interiores, que habrían provocado su colapso final, también se descarta, ya que se trata de un objeto extremadamente frío, que parece haber mantenido una distancia al Sol de alrededor de 480 Millones de Kilómetros durante la mayor parte de la larga historia del Sistema Solar. Esto deja un escenario donde el asteroide se está desintegrando debido al sutil efecto de la luz solar, que provocó que la velocidad de rotación fuera aumentando lentamente con el tiempo, hasta que finalmente la fuerza centrífuga pudo con su integridad, seguramente ya muy dañada por numerosas colisiones antiguas y no destructivos con otros asteroides, daños que se cree podemos encontrar en la mayoría de los asteroides pequeños. Esta aceleración es lo que se conoce como efecto YORP, donde la emisión de radiación infrarroja por parte de la superficie calentada por el Sol hace acelerar o frenar, según las circunstancias, la rotación de un objeto. P/2013 R3 se encontraba, fatalmente para el, en este primer grupo. Sus restos, de una masa aproximada de unas 20.000 Toneladas, terminarán en su mayor parte precipitándose sobre el Sol, aunque algunos de ellos es posible que un día iluminen nuestro firmamento, en fugaces destellos de luz que iluminen la noche. Serán los últimos ecos de un pequeño mundo que un día, después de haber soportado una larga y complicada vida llena de peligros, finalmente ya no pudo aguantar y se desvaneció en la oscuridad.
La secuencia de la ruptura y lenta dispersión de este asteroide, a partir de imágenes tomadas por el Hubble.
Descartadas las opciones de una colisión o una actividad interna parecida a la de un cometa, la ruptura por un aumento de la velocidad de rotación como consecuencia de la luz solar parece la respuesta más probable.
El telescopio Hubble, un veterano observador del firmamento con aún mucho camino que recorrer.
El asteroide Itokawa, visto por la sonda japonesa Hayabusa, apareció ante nuestros ojos como una agrupación de escombros, mostrando una dura y complicada vida llena de colisiones, no fatales pero si que dejaron su huella en el. Se cree que la mayor parte de los asteroides pequeños están estructuralmente muy dañados por millones de años de colisiones.
Blue Origin marca otro hito en la historia al reutilizar con éxito su cohete New Shepard.
Vivimos una nueva era de competencia, en que los adversarios buscan continuamente superarse, ir un paso más allá que el otro, reaccionando a los éxitos contrarios con otros que los superen. Una carrera emocionante, pero que al contrario que lo ocurrido décadas atrás, donde dos superpotencias luchaban por la supremacía espacial y el prestigio a ello añadido, ahora son empresas privadas las que lo protagonizan el enfrentamiento. Por un lado la más que famosa Space X. Y pisándole los talones Virgin Galactic, Sierra Nevada Corporation, Orbital Sciences Corporation o Blue Origin. Cada una con sus objetivos, algunos compitiendo entre ellos, otros complementándose unos a otros. Pero todas abriendo nuevos caminos hacia las estrellas.
Blue Origin es la protagonista más reciente. Y es que si bien sus objetivos son más modestos (turismo espacial) que los Space X, está siendo capaz de adelantarse a ella en uno de los pilares básicos, quizás el mayor de todos ellos, en cualquier plan de expansión espacial: La capacidad de reutilizar el mismo cohete lanzadera, que sea este capaz de regresar y aterrizar por si mismo, listo para un nuevo viaje. Un objetivo que permitirá reducir drásticamente los costes, haciendo que el acceso al espacio sea mucho más asequible y rentable. Y si es que Space X lo logró en una ocasión (seguida de otra donde técnicamente se logro de nuevo, aunque el fallo de una de sus patas terminó por hacerlo caer), hasta ahora no hemos visto un cohete lanzador despegar de nuevo después de haber viajado al espacio y regresado a tierra. Hasta ahora. Blue Origin se adelantó de nuevo a Space X el pasado 22 de Enero, cuando su cohete New Shepard, que ya había volado con anterioridad, despegó de nuevo desde su base en Van Horn, Texas. Se elevó hasta los 101,7 Kilómetros de altura (oficialmente ya en el espacio, cuya frontera esta establecida en los 100), transportando un prototipo de la cápsula que quiere utilizar en el futuro. Después de completar esta operación, regresó a tierra, aterrizando sin mayores problemas, y aparentemente listo para futuros viajes. Al igual que su cargamento, que lo hizo con unos más convencionales paracaídas. Un éxito a todo los niveles, que demuestra los notables avances realizados por la compañía de Jeff Bezos, que parecen haber superado todos los posibles problemas y dificultades que implica un aterrizaje de este tipo. Seguir realizando lanzamiento y aterrizajes para refinar los sistemas, y desarrollar un nuevo motor criogénico, el BE4, que ofrecerá un 500% más de impulso que el actual BE-3, así como una cápsula orbital, son los siguientes objetivos de Blue Origin, que está en una dura lucha con Virgin Galactic, ya que ambas compiten en el mismo terreno, el del turismo espacial. Space X mira hacia horizontes mucho más amplios y ambiciosos, pero de momento debe ver como otro compañía, mucho más modesta que ella, le lleva la delantera a la hora de reutilizar cohetes, pieza central de todo su proyecto. Aunque nadie duda que también lo conseguirán. Es lo maravilloso de la competitividad bien entendida, ya que nada hay que llene de ardor los corazones humanos que el deseo de ser los primeros.
Lanzar. Aterrizar. Repetir. Esta es la clave del futuro para las compañías privadas que buscan abrirse camino hacia el espacio. Una realidad cada vez más cercana.
Space X logró también el lanzamiento y aterrizaje de su Falcon 9, con el añadido de que este fue un vuelo destinado a poner en órbita un satélite, no un salto al espacio para regresar rápidamente. Pero este no volará de nuevo, destinada a ser un banco de pruebas para los técnicos de Space X.
Observando el paso del día desde la órbita geoestacionaria. Los satélites meteorológicos son, junto con los de comunicaciones y los de posicionamiento, uno de las piedras angulares de nuestra civilización. En realidad forman tanto parte de nuestra vida diaria, principalmente a través de uno de sus frutos finales, los partes meteorológicos que nos acompañan a diario, que nos solemos olvidar de ellos. Damos por hecho el siguiente mapa del tiempo, la siguiente imagen de una borrasca aproximándose con la promesa de una lluvia necesaria o de un anticiclón que se prepara asentarse en nuestra región y asegurarnos una buena temporada de estabilidad, del anuncio de la llegada de una ola de frío o calor, o del avance y retroceso de los hielos invernales o de la formación de los temidos huracanes, siguiendo su ruta para saber si nos encontramos o no en su camino. Pero nada de ello sería posible sin su existencia. Una de ellos, lanzado en Julio de 2015, es Himawari 8, de la agencia meteorológica Japonesa. Y es de esta reciente incorporación a la flota climática de la Tierra, de donde nos llega esta demostración de su enorme capacidad visual, lógica por otra parte teniendo en cuenta lo reciente de su construcción. Una visión espectacular del paso del tiempo en nuestro planeta desde su privilegiada posición, en la órbita geoestacionaria, la distancia donde el tiempo que se tarda en completarla es el mismo que el que tarda nuestro planeta en girar sobre si mismo. El resultado es una visión aparentemente estática del mundo, ideal para poder monitorizar un hemisferio concreto y de forma permanente, siguiendo así la evolución de sus patrones climáticos. Pero mientras otros están "anclados" al Atlántico (como es el caso de los conocidos MeteoSat), este centra su atención sobre el Pacífico y las costas del lejano oriente, lógico teniendo en cuenta su procedencia. Para los "hombres y mujeres del tiempo" del país del Sol Naciente, la serie de satélites Himawari es tan importante para hacer sus predicciones como lo pueden ser los mencionados MeteoSat para nosotros. Y para muchos otros campos, ya que es un auténtico sistema de vigilancia climática, no poco importante para unas islas tan acostumbrada a los azotes llegados en forma de ciclones. El día y la noche se suceden ante Himawari 8, y con ellos toda la turbulencia de nuestra atmósfera, con innumerables patrones que se suceden sin descanso. De aquí deben los meteorólogos sacar las pautas, sumar todos los datos disponibles, y realizar una proyección de su futura evolución. No resulta extraño que en ocasiones se equivoquen. En realidad que las predicciones a corto plazo suelan tener un nivel de acierto tan elevado (a pesar de las malas lenguas), y las de medio y largo plazo sean razonablemente certeras resulta extraordinario, mostrando el maravilloso trabajo realizado por todos ellos.
Es, en resumen, una visión fascinante de nuestro hogar planetario, una demostración de como lo observan los vigilantes del clima que tan olvidados tenemos, una prueba de la enorme capacidad de este recién llegado (especialmente si observamos sus imágenes a máxima resolución) y, por encima de todo, un recordatorio tanto de su existencia como de la belleza del azulado mundo que habitamos. El mundo de Himawari.
2MASS J2126, un mundo a un billón de kilómetros de su Sol. ¿Cual es el límite en el abrazo gravitatorio de una estrella? Cuan lejos pueden llegar a encontrarse realmente los principales miembros de un sistema planetario sin que se rompan las tenues ataduras que los retienen? Es una pregunta que recientemente, con el anuncia de nuevas evidencias que apoyan la posibilidad (y siempre recordar que es solo eso) de que exista un 9º planeta mucho más allá de Neptuno, nuevamente muchos se hacen. ¿Es posible que un planeta, un gran planeta gaseoso, pueda existir tan lejos de sus compañeros planetarios, tan lejos que el Sol es apenas ya una estrella extremadamente brillante? A tal distancia que necesitaría varias decenas de miles de años en completar una órbita? Nada parece impedirlo, o al menos así parece indicarlo el reciente descubrimiento, por parte de un equipo de astrónomos de los EEUU, Gran Bretaña y Australia, de un mundo cuya distancia a su estrella desafía cualquier capacidad de la mente humana por imaginarlo: 1 Billón de Kilómetros. 1 millón de millones. 7.000 veces la distancia entre La Tierra y el Sol. Tan lejos que tarda casi 1 millón de años terrestres en completar una órbita, y siendo su estrella un astro muy joven, con una edad estimada, a partir de su espectro de luz y la absorción del Litio en ella presente (cuando más tiene más joven es) entre menos de 45 y más de 10 millones de años, que apenas puede haberlo hecho demasiadas veces, algo menos de 50 en el mejor de los casos. Un mundo de apenas 50 años de vida. De sus años, se entiende. 2MASS J2126 no es un descubrimiento reciente, pues se conocía su existencia desde 2008. Pero hasta ahora se creía que este enorme planeta (11-15 masas jovianas), en el límite entre lo que consideramos un gigante gaseosos y una Enana Marrón, una estrella fallida, no estaba ligado a ninguna estrella, sino que era lo que conoce como un planeta libre, moviéndose sin ataduras por el espacio interestelar. Sin embargo nuevas observaciones revelaron que tanto el una enana roja llamada TYC9486-927-1 se desplazan al unísono, revelando así su relación. "Este es el sistema planetario más amplio jamás encontrado hasta el momento y ambos miembros se conocen desde hace ocho años", explica el Dr. Deacon, uno de los autores de este descubrimiento. "Pero nadie había los había vinculado antes. El planeta no es tan solitaria como nosotros pensamos inicialmente, pero es sin duda mantienen una relación a muy larga distancia".
¿Como llegó a esta situación? No los sabemos. Podría haberse formado libremente (junto a las estrellas, que nacen en grupo, suelen hacerlo también una inmensa cantidad de Enanas Marrones y gigantes gaseosos) y capturado posteriormente. Quizás fue capturada de otro sistema planetario, donde se mantenía con lazos gravitatorios aún más débiles. O puede que ambos se formaran juntas, como un sistema binario, donde una tuvo la suficiente masa para "encenderse", aunque sea en forma de una tenue Enana Roja, mientras que su pequeño compañero, que quedó lejos de tenerla, nunca lo logró, quedando como la sombra de lo que nunca fue. Sea cual sea la respuesta, la realidad es que tenemos ante nosotros un sistema planetario donde entre ambos miembros extienden un abismo, manteniendo una relación a muy larga distancia. Son astros solitarios, aunque no están solos. Pero posiblemente nadie que pasara cerca de ninguno de ellos se daría cuenta de ello.
Imagen infrarroja, aquí representado en falso color, de TYC 9486-927-1 y 2MASS J2126, así como la proyección de sus respectivos movimientos a través del espacio.
Cassini abandona para siempre el plano donde discurren los anillos y las lunas de Saturno. Es un lento final. Muy lento, pero que poco a poco, cubriendo unas etapas que en el fondo nadie desearía tener que presencia, se aproxima. A la despedida definitiva de Encélado y otras lunas, a las que no volverá, se añade ahora un nuevo salto adelante hacia su destino. Una serie de encendidos de sus impulsores, combinados cada uno de ellos con un encuentro cercano con Titán, están lentamente aumentando la inclinación de su órbita con respecto al ecuador de Saturno. Una campaña que tuvo este pasado 23 de Enero su segundo episodio, con un encendido de 35 segundos que cambió la velocidad de la sonda con respecto al planeta en 6.8 metros, que lo llevará este 1 de Febrero a pasar cerca de la gran luna. Es esta la que realmente está dando el impulso que necesita para adentrarse en esta nueva fase, en este ocaso de su existencia, y en dicho encuentro la velocidad cambiara en 774 metros por segundo."Titán hace todo el trabajo pesado", explica Earl Maize, director del proyecto Cassini en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena, California. "Nuestro trabajo es conseguir que la nave espacial pase a una altitud y latitud precisa sobre Titán, en un momento determinado, y estas grandes maniobras de propulsión son las que nos mantienen dentro del objetivo para lograrlo". Y es un viaje sin retorno. Ya estuvo fuera del plano de los anillos y las lunas con anterioridad, regresando de la última de estas incursiones a principio de 2015, lo que le permitió una serie de encuentros con Encélado, Tetis o Dione, entre otras. Pero no esta vez. Cassini no volverá de nuevo a una órbita cerca del plano de los anillos. Los ingenieros están aumentando lentamente la inclinación de la órbita de la sonda con respecto al ecuador de Saturno para preparar el espectacular final de su misión. A finales de Noviembre su órbita la llevará a sobrevolar los polos del planeta, y rozar de forma casi perpendicular el exterior de los principales anillos del planeta (un período el equipo de la misión llama "órbitas del anillo F"). Esto ocurrirá unas 20 veces.
Finalmente llegará la última y defintiva etapa, llamada de forma muy acertada Gran Final, en la que sonda realizará 22 vuelos espectaculares a través del espacio entre los anillos más internos y las capas superiores de la atmósfera del planeta. Un viaje sin duda peligroso, pero que en ese momento, con un corazón dando sus últimos latidos antes de detenerse, se podrá ya asumir. No hay nada que perder, ya que Cassini habrá cumplido todos sus objetivos ampliamente, y mucho a ganar, con imágenes para la historia. Y finalmente, el 15 de septiembre de 2017, el triste momento de la despedida, cuando esta veterana exploradora se sumerja en la atmósfera de Saturno para no regresar jamás. Será su último salto final hacia el olvido, cuyos primeros pasos ya se están dando.
Las últimas órbitas de Cassini antes de que se precipite hacia la atmósfera de Saturno. Una primera serie de órbitas polares que le lleven a rozar el borde exterior de los principales anillos, y una segunda y definitiva en que cruzará el espacio entre la parte interior de estos y el planeta, sin duda llena de peligros pero que puede ofrecer datos e imágenes espectaculares, quizás las mejores de su larga historia.
Titán se convertirá en el motor que impulse a Cassini es este último salto hacia las alturas, así como hacia su viaje final hacia la atmósfera.
Su regreso al plano de los anillos y lunas permitieron a Cassini realizar a lo largo de 2015 una serie de encuentros, en muchos casos sus sobrevuelos finales, como fue el caso de Encélado, Dione y Hiperión. Ahora parte de nuevo, esta vez para no volver.
Opportunity cumple 12 años de misión en el planeta rojo. Más de una década. Se dice pronto, pero hay toda una generación, que ahora que está afrontando el final de su niñez y ve ya en el horizonte la cada vez más cercana adolescencia, que nació el mismo año en que este explorador ya legendario toco el suelo marciano por primera vez. Ocurrió un 24 de Enero del ya lejano 2004, cuando después de diversos rebotes tuvo la fortuna de terminar en el interior del pequeño cráter Eagle. Fortuna porque permitió encontrarse desde el primer momento con estratos rocosos alterados por el agua. Todo una declaración de intenciones, ya que desde entonces su largo viaje no es otra cosa que una sucesión de éxitos. Por lo logrado, pero también por lo sobrevivido. 90 días marcianos era lo que tenía por delante. Ciertamente era un cálculo basado en el más pesimista de los escenarios posibles, una forma de asegurar que en el mínimo espacio de tiempo lograra alcanzar todos los objetivos principales, contando que todo lo que viniera después, quizás 1 año, sería tiempo extra, un regalo que permitiría completar lo que descubierto. Pero nadie podía contar con que 12 años después y 43 Kilómetros después siguiera en activo, haciendo ciencia y sobreviviendo con sobrada energía a un nuevo Invierno en el planeta rojo. El mismo del que se decía que terminaría con el la primera vez. Merito tanto de los que lo construyeron como aquellos que lo dirigen, y acumulando experiencia y sabiendo lo que puede o no pude hacer más allá de la teoría y de las simulaciones, han sabido ponerlo en el lugar adecuado en el momento oportuno para superar todo lo que Marte le lanzara. No es necesario explicar todo los logros a lo largo de estos 12 años, ya que son de sobras conocido. Solo debemos saber que actualmente se encuentra en el cráter Endeavour, dentro de un valle que cruza su borde conocido como Marathon Valley, que encaramado a su ladera sur sigue aguardando un aumento de las horas de luz solar que justo acaba de comenzar, y que su favorable posición, sumada a unas condiciones climáticas optimas, con cielos claros y poco polvo en suspensión, le están permitiendo generar más energía que en descansos invernales anteriores, siendo capaz de moverse, analizar el terreno y realizar perforaciones. Aunque, eso si, siempre sin salirse de momento de su pequeño refugio inclinado. De lo contrario podría tener problemas para sobrevivir.
Como siempre en estas ocasiones, no podemos dejar de recordar que vivimos en un sueño de duración extra. Pero lo hemos dicho tantas veces, y tantas veces la advertencia quedó atrás junto a nuevas marcas superadas, que ya resulta difícil imaginar otra cosa que Opportunity avanzando sin descanso hacia el horizonte y más allá. Como lleva haciendo desde hace 12 aniversarios. Como esperamos que lo siga haciendo hasta alcanzar su 13º. Y que cumpla muchos más.
El gran viaje de Opportunity.
12 años separan estas 2 imágenes. Un vehículo más envejecido, con problemas en una de sus ruedas, el movimiento del brazo robótico limitado, varios de sus instrumentos ya fuera de servicio, pero aún capaz de ofrecer un buen rendimiento científico, espera ahora en las laderas de Marathon Valley la llegada de la Primavera para reiniciar su camino. Mars Rover Opportunity Busy Through Depth of Winter
Observando la zona nocturna de Caronte iluminado por el resplandor de Plutón. En ocasiones la silueta de LaLuna se dibuja perfectamente en el firmamento, a pesar de que en ese momento, y desde el punto de vista terrestre, parte de su rostro esté sumergido en las tinieblas de la noche. No debería verse nada en absoluto, pero no es así. Y la respuesta es que es la propia Tierra la que la ilumina, la luz solar por ella reflejada que incide en ella y la llena de un tenue resplandor. Es lo que se conoce como "luz cenicienta", uno de los fenómenos astronómicos más destacables que podemos ver a simple vista, un juego de luz entre mundos. Y en Plutón ocurre lo mismo. El resplandor del Sol es solo una pequeña fracción del que tenemos en la Tierra, pero su gran luna Caronte están mucho más cerca el uno del otro, y el que estén compuestos de diversos tipos de hielo. Una combinación que permitía al equipo de la New Horizons esperar un efecto parecido, lo que les permitiera atrever, aunque solo fuera ligeramente, los hemisferios nocturnos de ambos mundos, en ese momento sumergidos en una oscuridad que, tanto por la inclinación de su eje, como por la duración de su viaje alrededor del Sol, ya dura varias décadas. Son zonas destinadas a no ser exploradas, pero quizás, aunque sea de esta forma, podamos tener una ligera idea de lo que ahí se esconde. Este es el caso del Polo Sur de Caronte, sumergido en una larga noche polar, en la que se adentró en 1989, y de la que no saldrá hasta 2017. Por tanto invisible a las cámaras de la New Horizons. O Casi, ya que una toma de LORRI (Long Range Reconnaissance Imager), con una exposición de 16 segundos, realizada 3 día después del momento de máxima aproximación, han permitido hacer visible la "luz cenicienta" que, llegada desde el cercano Plutón, ilumina su gélida noche, donde las temperaturas deben aproximarse al 0 absoluto. Entre el intenso programa de actividades que afrontó la New Horizons durante el encuentro, se encontraba la de realizar tomas de su hemisferio nocturno, esperando que la tenue luz reflejada por Caronte fuera suficiente para ser capaces de distinguir algún detalle. Este es la primera imagen que tenemos de este efecto, aunque sea desde la distancia. Ahora solo queda esperar que entre todos los datos e imágenes que aún esperan ser enviados a la Tierra desde los bancos de memoria de la sonda, se encuentren las de la noche de Plutón bailado bajo la luz de su gran luna.
El polo Sur de Plutón, sumergido en la oscuridad de la noche, iluminado por Caronte. Esta era la situación cuando llegó New Horizons, y se espera que esta situación de "luz cenicienta" permita ver algo de lo que allí se esconde.
La "luz cenicienta" permite apreciar detalles de la superficie de La Luna cuando su hemisferio que mira hacia la Tierra se encuentra sumergida en la larga noche lunar. Entre Plutón y Caronte ocurre algo parecido.
La nueva Cosmos generó sentimientos encontrados entre sus televidentes, divididos entre los que encuentran que está muy por debajo de la serie original de Carl Sagan y aquellos que ofrecen una valoración más positiva de ella. Pero lo que si es cierto, sea cual sea la posición de cada uno, es que ofreció pequeñas joyas que por si sola elevan necesariamente su valoración final. Y una de ellas fue una pequeña animación, donde asistimos a la conversación ficticia (o quizás no) entre el astrónomo William Herschel con su hijo John, que seguiría los pasos de su padre en este y otros campos, quizás inspirado en palabras no muy alejadas de las imaginadas aquí.
- Papá, ¿tú crees en fantasmas?
- Oh, sí, hijo mío. - ¿De verdad? No lo habría imaginado. - Oh, no… No en los fantasmas de tipo humano, no, en absoluto. Mira hacia arriba, hijo mío y observa el cielo lleno de ellos. - ¿Las estrellas, papá? No te sigo. - Cada estrella es un sol tan grande y tan brillante como el nuestro. Solo imagínate lo lejos que te tienes que ir para que el Sol parezca tan pequeño y tan apagado como una estrella. La luz de las estrellas viaja muy rápido, más rápido que cualquier otra cosa, pero no infinitamente rápido. A la luz le lleva tiempo llegar hasta nosotros. En el caso de las estrellas más cercanas, su luz tarda años en llegar, la luz de otras tarda siglos. Algunas estrellas están tan lejos que su luz tarda eones en llegar hasta nosotros. Para cuando la luz de algunas estrellas llega hasta aquí, ya están muertas. De esas estrellas, solo vemos sus fantasmas.
Una historia hermosa, en que nos recuerda que mirar hacia las profundidades del espacio es hacerlo hacia las profundidades del tiempo, fruto de la limitada velocidad de la luz y la inmensidad de un Universo que escapa a nuestra total compresión. Y por encima de todo un ejemplo de como aproximar la astronomía a las nuevas generaciones de una forma atractiva, capaz de despertar un interés que pesados libros llenos de conceptos técnicos difícilmente nunca lograrán. Y es que pocas cosas pueden despertar más el interés de un ñiño que las historias de fantasmas.
Las estrellas más próximas, nuestras vecinas estelares. Pero incluso en su caso vemos fantasmas, imágenes de como eran hace varios años y décadas, no como son actualmente. Incluso nuestro Sol es una imagen del pasado, aunque solo sean 8 minutos.
Se cumplen 30 años de la llegada de la Voyager 2 a Urano. Se los conoce como los gigantes helados, una denominación que busca definir de forma más clara que, a pesar de sus aparentes semejanzas con Júpiter y Saturno, son mundos de una clase diferente. Los primeros se parecen más a pequeños Soles que nunca se llegaron a brillar, con una composición química que les acerca mucho a la del Sol. Los segundos, sin embargo, se componen de roca, hielo y gas, con algo menos Hidrógeno y Helio en sus atmósferas, y mayor presencia de agua, amoníaco y metano. Son por tanto muy diferentes, una especie de eslabón entre los gigantes de gas jovianos y los mundos terrestres. Y por ello el enorme interés en explorar Urano y Neptuno por parte de la comunidad científica. Pese a ello solo han sido visitados por una única y solitaria sonda, la Voyager 2, y hasta cierto punto casi de casualidad: Aunque se lanzó en un momento en que la posición de los 4 mundos exteriores permitía saltar de uno a otro, sacado partido de cada encuentro para impulsarse al siguiente, y este era el plan previsto, lo cierto es que no pocos creían que podría sobrevivir hasta los 2 primeros, quedando los 2 últimos demasiado lejos en el espacio y en el tiempo para que aún siguiera activa cuando los alcanzara. Hoy día sabemos que era unas previsiones muy pesimistas, hasta el punto que aún hoy, 2016, sigue funcionado y enviando información desde las fronteras del Sistema Solar. Y gracias a ello logramos la primera y única visita cercana a estos 2 planetas. El 24 de Enero de 1986 la Voyager 2 pasó a solo 81.500 Kilómetros por encima de la capa de nubes de Urano. Este lejano planeta, hasta ese momento poco más que un punto de luz en los telescopios terrestres, finalmente se convertía en un lugar concreto, demostrando que las expectativas de ver algo totalmente diferente a cualquier cosa vista con anterioridad eran acertadas. Aunque fue una visita fugaz, nos abrió las puertas a un mundo extraño e inexplorado, unas sensaciones que se repetirían en 1989 en Neptuno, y que recientemente sentimos de nuevo con Plutón."Sabíamos que sería diferente porque está inclinado hacia un lado, y esperábamos sorpresas", explicó Ed Stone, científico del proyecto Voyager. Urano se reveló como el planeta más frío conocido en nuestro Sistema Solar, a pesar de que no ser el más alejado del Sol, al carecer de una fuente de calor interna suficiente para afectar de forma significativa su atmósfera exterior, a diferencia de Neptuno, más lejano pero a pesar de ello más cálido y activo. También se lograron pruebas de un océano hirviente a 800 kilómetros por debajo de las nubes. Y se pudo estudiar un campo magnético diferente a cualquier otro que se habían encontrado previamente. En Mercurio, la Tierra, Júpiter y Saturno, este se alinea aproximadamente con el eje de rotación.
"Luego llegamos a Urano y vimos que los polos estaban más cerca de la línea ecuatorial", dijo Stone. "Neptuno resultó ser similar. El campo magnético no estaba muy centrado con el centro del planeta". Y además resultó ser más potente que el de Saturno. Además de extraordinariamente retorcido, como un sacacorchos. La Voyager 2 también descubrió 10 nuevos satélites (de un total de 27) y dos nuevos anillos. Igualmente se pudo estudiar con cierto detalle sus 5 grandes lunas. Especialmente interesante resultó la pequeña Miranda, de apenas 500 Kilómetros de diámetro, que reveló poseer un peculiar paisaje, evidenciando una intensa actividad geológica activa en el pasado, con formaciones espectaculares, como un cañón gigante 12 más profundo que el Gran Cañón del Colorado. Su aspecto desde la distancia era como de algo "mal construido", como si fuera un puzzle mal montado, con piezas que no encajan unas con otras. Y esto es precisamente lo que los astrónomos creen que pasó con ella, que fue destruida a causa de grandes impactos en varias ocasiones, para luego formarse de nuevo a partir de los fragmentos generados, ligados por su gravedad común y que nunca se alejaron demasiado entre ellos. De ahí el caos reinante. El encuentro escribió las primeras páginas de la exploración de Urano (y 3 años después de Neptuno), pero también dejó mucho por descubrir, como era inevitable en una misión de sobrevuelo por parte de una sonda con tecnología de los 70. Pero representó el primero "mundo nuevo" para muchos, como es el caso de Suzanne Dodd, que comenzó su participación en esta misión cuando la Voyager 2 dejaba ya atrás a Saturno y afrontaba territorios inexplorados."El encuentro Urano fue muy emocionante para mí. Era mi primer encuentro planetario y era un planeta que la Humanidad nunca había visto de cerca antes. Cada nueva imagen mostró más detalles, y tenía un montón de sorpresas para los científicos. Espero que se enviará otra nave espacial para explorar Urano, para explorarlo con más detalle, durante el tiempo que me quede de vida".
Ojalá así sea. Urano, así como haría Neptuno posteriormente, nos dejó a todos con ganas de más, la molesta sensación de que habíamos abierto un nuevo libro con una maravillosa historia por descubrir, pero del que solo habíamos podido leer las primeras páginas. Esperemos que algún día podamos terminarla.
El rostro de Urano resultó tener una decepcionante falta de rasgos visibles, a diferencia del espectáculo atmosférico de Júpiter y Saturno, y solo se pudo sacar detalles aplicando falso color y aumentando el contraste. Así se observaron bandas concéntricas, quizás de nubes de de smoog, que rodean el polo, que la inclinación del eje de rotación, de 97º, hace que esté mirando directamente al Sol. Observaciones posteriores del Hubble detectaron un aumento de la actividad, por lo que es posible que la Voyager 2 llegara en un momento de calma.
Mirando, la luna "mal construida". Posiblemente se fragmento por uno o varios impactos, y los fragmentos acabaron por reunirse de nuevo por su gravedad común, aunque de roma inevitablemente caótica.
Verona Rupes, el mayor acantilado del Sistema Solar, con alturas que se mueven entre los 5 y 10 Kilómetros. Un ejemplo del caos de Miranda.
La llegada de la Voyager 2 mostró la existencia de un sistema de lunas que nada tiene que envidiar a los gigantes gaseosos.
Los anillos de Urano, 13 en total. A diferencia de los de Saturno, y al igual que los de Júpiter y Neptuno, son muy estrechos y oscuros, aunque tiene diferencias de tonalidad que se hacen visibles al tratar las imágenes de la Voyager 2.
Una espectacular alineación en el cielo nocturno desde hoy hasta finales de Febrero. En su incansable viaje alrededor del Sol, los planetas de crean, en nuestro firmamento, todo tipo de combinaciones, fruto de sus respectivas posiciones orbitales en cada momento, incluida la Tierra, que es el punto desde donde observamos. Una danza celeste, donde los protagonistas van cambiando continuamente, y que no sin razón fascinó a nuestros antepasados, especialmente al no ser conscientes de su auténtica naturaleza y, por ello, rodearlos de significados místicos y sobrenaturales, pertenecientes al reino de los dioses, cuando no era los dioses en si mismo. Hoy día esto queda ya atrás, pero nuestra fascinación sigue intacta, pese a que sabemos mucho más de ellos. O quizás por eso mismo. Y pocos más espectaculares que la alineación planetaria que, desde hoy hasta el 20 de Febrero, espera a todos aquellos que madruguen lo suficiente. O que se vayan a dormir muy tarde. Y es que nada menos que cinco planetas serán visibles a simple vista durante los primeras horas del alba: Mercurio, Venus, Saturno, Marte y Júpiter. Un quinteto planetario que vimos por última vez hace más de una década, desde Diciembre de 2004 hasta Enero de 2005. Por tanto es una oportunidad que no hay que perderse. Y más cuando esta situación se extenderá durante un mes.
En este caso, más que en ningún otro, quien lo le dedique un momento a disfrutar de tal maravilla es porque no quiere. Tiempo, como vemos, hay de sobra. Cierto es que en Julio- Agosto se repetirá la situación, esta vez cambiando el amanecer por el atardecer, pero la situación no será tan favorable, con Mercurio y Venus mucho menos visibles. Así, a lo largo de la noche, primer se hará visible Júpiter, luego Marte después de la medianoche, seguido por Saturno,el brillante Venus, y finalmente Mercurio, siempre tan escurridizo por estar sumergido en la luz solar. Y aún tendremos un invitado extra, La Luna, que también se unirá a esta fiesta planetaria entre el 23 de enero el 7 febrero. Durante ese tiempo se desplazará desde el oeste-noroeste a este-sureste y será visible sucesivamente cerca de cada uno de cinco planetas, formando todo tipo de combinaciones que harán las delicias de los aficionados a la fotografía astronómica, así como a los observadores en general. El firmamento es siempre, si las condiciones ambientales son las adecuadas, un escenario maravilloso para perderse con la mirada. Pero el de este inicio de 2016 resulta especialmente hermoso. Dedicadle aunque solo sea unos minutos. Vale la pena.
El quinteto planetario de este principio de año, al que se le unirá la Luna como punto álgido de este espectáculo celeste.
La posición de los planetas este principio de año, responsable del espectáculo celeste que tendremos estas próximas semana
¿Conjunción o alineación? En este caso es lo segundo.
Nuevas evidencias de la posible existencia de un planeta mayor que la Tierra más allá de Neptuno. No se ha descubierto el 9º planeta del Sistema Solar. Y eso debe quedar claro, porque muchos medios, como suele ser habitual, buscarán el titula más espectacular. Y un solitario "descubierto" siempre queda mejor y tiene más fuerza mediática si no le añades el no tan deslumbrante "indicios de que podría existir". Pero es precisamente esto último lo que se acaba de anunciar, un indicio, una posibilidad, elementos indirectos que nos indican que puede haber "algo". Es una noticia sensacional, ya que aumentan las opciones de que un gran planeta, menor que Neptuno (ya que de lo contrario sería visible para telescopios infrarrojos como WISE) pero mucho mayor que el nuestro, se esconda en las profundidades, expandiendo las ya recientemente expandidas fronteras del Sistema Solar aún más allá. Pero no un descubrimiento. Eso aún tiene que llegar. Si es que llega. Así pues, cual es la noticia exactamente? Básicamente que Konstantin Batygin y Mike Brown (uno de los descubridores de Eris y Sedna), ambos reputados científicos planetarios en el Institutyo Tecnológico de California (Caltech), han presentado nuevas evidencias sobre la posible existencia de un gran planeta más allá de Neptuno. En realidad mucho más allá, a 20 veces la distancia que separa a este último del Sol, y realmente grande, quizás unas 10 veces la masa de la Tierra. Todo ello no por visualización directa por parte de un observatorio terrestre o orbital, sino por los (posibles) efectos que en la órbita de una serie de KBO (habitantes del Cinturón de Kuiper) tiene su hipotética presencia. En concreto, seis de ellos presentan órbitas elípticas que apuntan en la misma dirección, a pesar de que se desplazan a diferentes velocidades. Además, todos comparten la misma inclinación, unos 30 grados por debajo del plano de la elíptica. Las probabilidades de que esto último sea por azar es, según ambos investigadores, solo del 0,007 por ciento."Básicamente, no debería ocurrir al azar", explica Brown. "Así que pensamos que algo más debe perfila sus órbitas". Las simulaciones de Brown y Batygin presentan un escenario realmente intrigante, donde la influencia gravitacional de un hipotético 9º planeta, con una órbita que lo situara, en su momento de mínima distancia al Sol, en un plano inclinado 180º con respecto al resto de planeta, explicaría muchas de las extrañas órbitas de algunos KBO, entre ellos Sedna (que Brown descubrió en 2003) y 2012 VP1. También predijeron que algunos KBO tendrían, por su influencia, órbitas inclinadas perpendicularmente con respecto al plano de los ocho planetas oficiales. Cuatro de esos cuerpos han sido encontrados recientemente. "Hemos trazado las posiciones de dichos objetos y sus órbitas, y se correspondían con lo visto en las simulaciones con exactitud. Cuando nos enteramos mi mandíbula golpeó el suelo". El posible 9º planeta se podría haber formado mucho más cerca del Sol, y luego terminó siendo proyectado hacia los confines por las interacciones gravitatorias con Júpiter o Saturno, de los que sabemos migraron desde su lugar de nacimiento hasta sus posiciones actuales, lo que posiblemente generó un caos gravitatorio que podría haber tenido en este su víctima. Aunque no tanto como para desligarse por completo de nuestra estrella, si que fue condenado a vivir para siempre en una casi completa oscuridad, tan lejos que su año podría durar entre 10 y 20.000 años terrestres. Además, si existe, llenará un extraño vacío en la composición de nuestra Sistema Solar: "Uno delos descubrimientos mássorprendentes sobreotros sistemas planetariosha sido queel tipo máscomún deplanetatiende a tener una masaentre la dela Tierray el deNeptuno", explica Batygin. "Hasta ahora, hemos pensado en el nuestro carecía de este tipo de mundo. Pero tal vez somosde lo más normales,después de todo". Así pues hoy estamos más cerca de la posibilidad de que un gran planeta se esconde mucho más allá de Neptuno, en una operación de búsqueda y captura que poco a poco va estrechando el cerco. Pero aún no lo tenemos. Ni tan solo sabemos si está ahí realmente. Solo tenemos susurros en la distancia, una voz interior, la sensación de que ahí fuera, en algún lugar, hay algo más que espera que lo descubramos. O quizás no. Y eso es lo maravilloso de esta historia.
Un planeta con 10 veces la masa de la Tierra podría explicar la anómala órbitas de algunos KBO, cuyos semejanzas parecen ser demasiado para ser fruto del puro azar.
Infografía: El hipotético 9º planeta del Sistema Solar.
Observando la neblinosa atmósfera de Plutón en alta resolución. Una de los motivos para intentar lanzar a la New Horizons tan rápido como fuera posible era alcanzar su objetivo antes de que la atmósfera de este pequeño mundo se colapsara a medida que, una vez superado el Perihelio, se estaba alejando lentamente del Sol, y las temperaturas, ya de por si gélidas más allá de lo que nuestro cuerpo y nuestra mente, de estar expuestas a ella durante unos momentos, serían capaces de procesar, se hicieran aún más frías. Fue una carrera contrarreloj, donde los modelos aceptados en esos momentos indicaban que sería en vano, y que cuando la sonda llegara ya se habría sumido en un sueño de varios siglos, congelado sobre la superficie. Pero como en tantos aspectos, el Plutón real tenía sus propios caminos inescrutables. Afortunadamente, añadiríamos. New Horizons se encontró no solo con que Plutón seguía contando con una atmósfera (aunque menor de lo que se esperaba encontrar si se llegaba a tiempo), sino que esta resulta de una fascinante complejidad, mucho más de lo imaginado para lo que, comparado con la que existe en la Tierra a nivel del mar, era algo menos que nada. Los científicos creen que esta neblina es de origen fotoquímico, resultante de la acción de la luz solar sobre el metano y otras moléculas en la atmósfera, produciendo una mezcla compleja de hidrocarburos tales como acetileno y etileno, que se acumulan en pequeñas partículas, de una una fracción de un micrómetro de tamaño. Es la reacción de Plutón a la tenue, pero aún intenso, incluso a esas distancias, tenue abrazo del Sol. Lo que no se esperaba es que estuviera estratificada en innumerables capas, más y más compleja cuando más y mejor la podemos observar, elevándose por encima de los 220 Kilómetros de altura. Y aún menos que esta brillara en tonos azulados al dispersar la luz solar.
El equipo de New Horizons, que sigue recibiendo nuevas imágenes y datos de la sonda, nos presenta ahora la visión más clara, y por ello más hermosa, de la atmósfera de Plutón, una panorámica construida a partir de cuatro imágenes pancromáticas de la cámara LORRI, al que se han añadido los datos ofrecidos por la cámara CIVM, que aplicó una serie de 4 filtros de color. El conjunto, cuya resolución es de apenas de 1 kilómetro por pixel, es espectacular, a lo que se le añade el efecto de ver recortándose algunas de las altas montañas de Plutón sobre el azulado fondo, lo que le dota de profundidad a la escena. Un mundo lejano, un mundo extraño y sorprendente, un mundo sumergido en un tenue resplandor azul. Un sueño convertido en realidad para todos los que soñamos un día con poder visitarlo.
Soñando con mundos azules y altas montañas.
Un azulado mundo de ensueño. Ojala algún día podamos visitarlo como se merece.